Roman Jakobson nació en Moscú el 11 de octubre de 1896. Se le
considera, de manera general, uno de los principales lingüistas del siglo xx y un representante importante del
enfoque estructuralista del lenguaje, sobre todo por su énfasis en considerar
que el modelo sonoro del lenguaje (su primera y constante área de investigación
lingüística) es fundamentalmente racional. Las relaciones entre sonidos en
contextos específicos son lo que constituye el sentido y el significado. Dentro
de sus variados y prolíficos escritos (casi 500 artículos) sobre poética,
fonología, lenguas y tradiciones eslavas, adquisición del lenguaje,
epistemología e historia de la lingüística, Jakobson se esfuerza decididamente
por elucidar «los diferentes niveles de estructura lingüística» mediante la
«obtención e identificación consistente de las invariables relacionales dentro
de la multitud de variantes» (1). Se impone sobre el lingüista un enfoque
estrictamente relacional porque, en primer lugar, «cada constituyente de todo
sistema lingüístico se construye sobre la oposición de dos elementos lógicos
contradictorios: la presencia de un atributo («marca») en contraposición a su
ausencia («no marca») (2); y, en segundo lugar, que el «juego de invariables y
variables demuestra ser una propiedad esencial e íntima del lenguaje en cada
uno de sus niveles» (3).
Aquí podemos ver hasta qué punto influyó Jakobson en
la antropología de Lévi-Strauss. El interés de este último por el lenguaje es
inseparable de su esfuerzo para aislar las oposiciones entre «marcado» y «no
marcado» y analizar la sociedad como relación entre un modelo «invariable» y la
historia «variable». Dicha influencia se intensificó, sin duda, por la
experiencia común de enseñar con Lévi-Strauss en Nueva York durante la Segunda Guerra
Mundial, en la Nueva
Escuela de Investigaciones Sociales de la Universidad de
Columbia.
En 1914 Jakobson entró a formar parte del claustro
de historia y filología en la
Universidad de Moscú, y empezó a trabajar en la sección
lingüística del Departamento de lenguas eslavas y ruso. El estudio del lenguaje
sería la clave para entender la literatura, el folclore y la cultura en
general. En 1915, Jakobson fundó el círculo lingüístico de Moscú y recibió la
influencia de Husserl, por lo que la fenomenología de éste fue especialmente
importante en sus reflexiones sobre la relación entre la «parte» y el «todo» en
el lenguaje y la cultura. La palabra poética reveló uno de los vínculos más
claros en este sentido: la poesía es la que más se aproxima a tener una estructura
en la que la parte equivale al todo.
A finales de 1920, Jakobson había dejado Moscú y
había pasado a residir en Praga donde, a partir de 1926, se convirtió en
miembro influyente del círculo lingüístico del mismo nombre. Fue allí donde
Jakobson empezó a interesarse especialmente por las diferencias entre las
estructuras fónicas y prosódicas en ruso y otras lenguas eslavas. Bajo los
auspicios del círculo de Praga, Jakobson publicó en 1929 Remarques sur l'évolution phonologique du russe comparée à celle des
autres langues slaves (Observaciones sobre la evolución fonológica del ruso
en comparación con otras lenguas eslavas).
En los años 30, Jakobson colaboró con su amigo
Nikolái Trubetzkoy en la investigación sobre el modelo sonoro del lenguaje,
Trubetzkoy, seguidor de Saussure, guió a Jakobson hacia la idea de que los
sonidos en el lenguaje funcionan de manera diferencial: no poseen significado
intrínseco. Con ello preparó el camino para que Jakobson elaborase su teoría
del «rasgo distintivo», como veremos más adelante.
A finales de los 30, con el ascenso del nazismo y la
perspectiva de la guerra, Jakobson fue a Suecia y Dinamarca. En Copenhague
colaboró con Louis Hjelmslev y el círculo lingüístico. Su obra Kindersprache, Aphasie und allgemeine
Lautgesetze (Lenguaje infantil, afasia y universales fonológicos), una obra
pionera, la escribió en Suecia entre 1940 y 1941, justo antes de su partida
hacia Nueva York. Aunque durante los años 50 fue víctima de los prejuicios del
maccarthismo debido a su conexión con la Europa oriental comunista, Jakobson acabó por
obtener nombramientos en Harvard y el Massachusetts Institute of Technology, y
permaneció en América hasta su muerte en Boston, el 18 de julio de 1982.
Jakobson fue uno de los primeros lingüistas del
siglo xx que examinaron con
seriedad la adquisición del lenguaje y las formas en las que puede
interrumpirse su funcionamiento, como, por ejemplo, la afasia. Tiene una
importancia esencial el énfasis que concedía a dos aspectos básicos de la
estructura del lenguaje, representados por las figuras retóricas de la metáfora
(semejanza) y la metonimia (contigüidad). La metonimia, afirma Jakobson, no
debe confundirse con la sinécdoque que, como aquélla, se define a veces como la
parte que representa el todo. Sin embargo, con la sinécdoque, hay una relación
interna de la parte respecto al todo (la vela por el barco), mientras que, con
la metonimia, la relación es externa (la pluma por el escritor). Entender cómo
afectan diversas formas de afasia a la función del lenguaje es entender cómo se
produce la interrupción de la facultad de selección y sustitución –el polo
metafórico– o de combinación y contextualización –el polo metonímico. El
primero implica una incapacidad en el plano metalingüístico; el segundo, un
problema con el mantenimiento de la jerarquía de unidades lingüísticas. En el
primero se pierde la relación de semejanza, en el segundo, la de contigüidad.
Aunque no inventó el término, el «deíctico» (shifter) es otro aspecto del lenguaje
que desarrolló Jakobson, y está estrechamente vinculado a la capacidad de
contextualización. El deíctico opera en los pronombres personales (yo, tú,
etc.) y demostrativos como «este« y «ese», «aquí» y «allí». Durante la
adquisición del lenguaje, el uso de los deícticos –términos aplicables solamente
a un contexto concreto, sea el que sea– es una de las últimas capacidades que
aprende el niño. Los deícticos están unidos específicamente a la función
enunciativa del lenguaje: su significado no puede captarse independientemente
del contexto en el que se usan. Constituyen lo que Jakobson denomina una «doble
estructura», que quiere decir que su significado, al mismo tiempo, invoca el
código («yo» es el pronombre de primera persona) y el mensaje (especifica el
hablante concreto). Los deícticos permiten que cada persona utilice el lenguaje
de forma individual; constituyen el lugar en el que la historia entra en la
lengua. En otras palabras, con el fin de entender una afirmación como L'état, c'est moi, es preciso explicar
el contexto y la identidad del hablante (es decir, hay que hacer referencia al
mensaje), así como el significado de las palabras empleadas en relación con el
código. Como demuestra Jakobson (4), la situación puede ser más compleja,
cuando el mensaje se refiere al código («"yo" es un pronombre») y el
código se refiere al mensaje («"yo" significa yo, quien habla»).
Además, el código puede referirse al código («"Jerry" es el nombre
del chico llamado Jerry») y el mensaje puede referirse al mensaje (Dijo: «No
voy a venir»). Más en general, los deícticos serían el vínculo entre la langue (estructura o código) y la parole (acto de habla), de modo que el
lenguaje sería la interacción constante entre la langue y la parole.
Debido a esta doble estructura, Jakobson sugirió que
el uso de deícticos, lejos de ser más «primitivo» que el aspecto denotativo y
descriptivo del lenguaje, era una de las últimas capacidades que el niño domina
en el proceso de adquisición del lenguaje. En la afasia, esta capacidad es la primera que se pierde. Desde una
perspectiva ligeramente distinta, podría decirse que el deíctico es una
categoría vacía, algo así como el significante flotante en la obra de Mauss tal
como lo interpreta Lévi-Strauss. Mediante la deixis, el código puede adaptarse
a contextos muy variados, por lo que permite la elaboración de una serie
relativamente heterogénea de mensajes y se convierte en el vínculo más o menos
directo del lenguaje con la historia.
Éste sería, al menos, el tipo de argumento propuesto
por Jakobson cuando se le acusa de ignorar las dimensiones histórica y social
del lenguaje, la poesía y el arte, y de apoyar el principio de l'art pour l'art. En defensa propia, y
en defensa de los formalistas rusos (con quienes trabajó durante los años 20),
Jakobson afirmó en los años 30 que ni él ni los demás formalistas rusos habían
«proclamado jamás la autosuficiencia del arte» (5). Y continuaba diciendo que
Lo que hemos intentado demostrar
es que el arte es una parte integrante de la estructura social, un elemento que
interactúa con todos los demás y es transformable, puesto que tanto el terreno
del arte como su relación con los demás constituyentes de la estructura social
están en flujo dialéctico constante. Lo que defendemos no es la separación del
arte, sino la autonomía de la función estética (6).
En resumen, lo que interesaba a Jakobson y sus
colegas en la época no era la poesía, sino la función poética
–o poeticidad– contenida en la
diversidad de formas escritas y habladas. La «poeticidad» se convierte en una
parte necesaria del estudio del lenguaje cuando se comprende que lenguaje y
realidad –o palabras y cosas, signo y referente– no coinciden: en pocas
palabras, que el significado en el lenguaje no está más que mínimamente
asociado a la capacidad de referencia. Es importante el hecho de que Jakobson
afirme después que esta antinomia fundamental entre lenguaje y realidad
significa que «sin contradicción no hay movilidad de conceptos, no hay
movilidad de signos, y la relación entre concepto y signo se automatiza. La
actividad se interrumpe y la conciencia de la realidad se desvanece» (7).
Aunque para Jakobson, como para otros muchos
autores, la poesía se inclina hacia el polo metafórico del esfuerzo
lingüístico, fue el modelo sonoro de la poesía –y no el papel de la metáfora–,
evidente por primera vez en las diferencias entre los modelos sonoros de las
poesías checa y rusa, lo que empezó a estimular sus primeras investigaciones en
este campo. Jakobson descubrió que la diferencia entre la poesía checa y la
rusa residía en el ritmo. Desarrolló su «fonología» a partir del estudio del
ritmo poético. En especial, al centrarse en el vínculo entre sonido y
significado, Jakobson llegó a la conclusión de que entre ambos se encontraba la
diferencia, lo que él pasó a denominar el «rasgo distintivo». O más bien, dado
que el lenguaje es, a juicio de Jakobson, esencialmente un sistema de
significados, el habla no está compuesta de sonidos, sino de fonemas: «Una
serie de propiedades sonoras concurrentes que se utilizan en un lenguaje
determinado para distinguir palabras de significado distinto» (8). Como esta
noción de fonema sigue centrándose en las cualidades intrínsecas del elemento
lingüístico –aunque apunta hacia el aspecto diferencial–, Jakobson empezó a
usar el término «rasgo distintivo», presentado por primera vez en la obra de
los lingüistas Bloomfieid y Sapir. Los rasgos distintivos son «las unidades más
sencillas de discriminación del sentido, tales como la sonoridad, la nasalidad,
etc.» (9). Estas «unidades de discriminación del sentido», que sólo se establecen
en función de la diferencia, se vuelven esenciales en la elaboración del
significado. Antes del trabajo de Jakobson en este campo, se pensaba que los
fonemas eran semejantes a «átomos» de sonido que no requerían «opuestos». Un
análisis posterior reveló que, si bien los fonemas en sí mismos no requieren
opuestos, un rasgo distintivo siempre lo necesita. De modo que la diferencia
entre fonemas, aparente mínima, pero en realidad crítica, constituye la
distinción de significados entre boor (patán)
y poor (pobre). Lo que distingue «boor» de «poor» es la diferencia entre
/b/ y /p/; /b/ es semisonora y /p/ es sorda. En este ejemplo podemos ver un
rasgo distintivo constituido por la diferencia entre rasgos sordos y sonoros.
Los restantes fonemas de cada palabra pasan a ser redundantes. Con las palabras
tome (tomo) y dome (cúpula), el rasgo distintivo es la /t/
aspirada frente a la /d/ no aspirada. En resumen, el hecho de que la diferencia
entre /p/ y /b/, o entre /t/ y /d/, y otros fonemas que presentan una ambigüedad
potencial semejante, aparezcan dentro de un texto en estrecha cercanía, es
menos importante que el hecho de que existan dentro del universo lingüístico, y
ese significado depende de que la discriminación entre ellos sea verdaderamente
clara. Así, cuando un hablante de inglés americano se enfrenta a dos nombres
como Bitter y Bidder (10), la diferencia entre /t/ y /d/ se vuelve crucial a la
hora de oírlos correctamente, mientras que, cuando aparecen aislados, ambos
sonidos se pronuncian frecuentemente de la misma forma.
En relación con la teoría de los rasgos distintivos
de Jakobson resulta más controvertida su afirmación de que en todas las lenguas
están presentes los mismos rasgos, y que constituyen una categoría de
invariables lingüísticas: «La lista de rasgos distintivos que existen en las
lenguas del mundo es enormemente limitada, y la coexistencia de rasgos dentro
de una misma lengua está restringida por las leyes de inferencia» (11). A
partir de aquí, los rasgos distintivos se convierten en una de las invariables
del sistema de comunicación.
Los sonidos del lenguaje también constituyen la base
para la teoría de la poética de Jakobson. Pero, una vez más, el término
«sonido» resulta equívoco cuando se examina el enfoque de nuestro autor. Como
el sonido es una entidad puramente física, Jakobson prefiere comparar el habla
a la música, que «impone una escala graduada a la materia sonora», mientras que
«el lenguaje le impone la escala dicotómica que no es más que un corolario del
papel puramente diferencial de las entidades fonémicas» (12).
En su estudio de la práctica poética, Jakobson fue
un pionero al indicar de qué modo figuraban en la producción de poesía las
oposiciones de todo tipo (oposiciones fonémicas, la oposición entre sonido y
visión, las oposiciones de tono y ritmo, etc.), pero especialmente las
oposiciones entre consonantes. Fue asimismo uno de los primeros en destacar la
importancia del ritmo en la poesía de los rusos Mayakovski y Khlebnikov. Pocos
lingüistas, antes o después de él, han analizado la poesía con tal grado de
explicación de las estructuras en el discurso poético. En este aspecto,
Jakobson reunió las dimensiones «literaria» y «lingüística global» a través de
una noción de estructura que ligaba una con otra. En una conferencia pronunciada
en 1958, Jakobson afirmaba:
Creo que se ha tomado,
erróneamente, la incompetencia poética de ciertos lingüistas llenos de
prejuicios por una insuficiencia de la ciencia lingüística. Sin embargo, todos
nosotros nos damos claramente cuenta de que un lingüista que permanezca sordo a
la función poética del lenguaje, y un estudioso de la literatura que sea
indiferente a los problemas lingüísticos y no esté familiarizado con sus
métodos, son anacronismos igualmente flagrantes (13).
No obstante, pese a todas sus innovaciones, Jakobson
siguió encerrado, en cierto modo, dentro del marco fenomenológico del lenguaje
que le había influido en sus primeros años de profesión. Como consecuencia,
nunca dejó de considerar que el modelo más pertinente de lenguaje era la
transmisión de un mensaje entre un emisor y un receptor. Aunque destacó en
repetidas ocasiones la necesidad de tener en consideración el papel (activo)
del emisor en el circuito de la comunicación, además del del receptor (pasivo),
sigue siendo cierto que emisor y receptor –entidades psicológicas, más que
lingüisticas– constituyen los elementos indispensables del sistema. El
principal problema de este modelo es que no reconoce que el lenguaje no es
propiedad de un emisor hipotético y un receptor hipotético, sino que es
un hecho fundamentalmente social; es decir, sólo puede entenderse adecuadamente
como sistema, que es la condición previa para la individualidad.
Además, aunque Jakobson resultó fundamental a la
hora de llamar la atención sobre el ritmo y el sonido de la poesía, no vio que
dichos aspectos fueran, en absoluto, un desafío a la comunicabilidad y
significación ideales de la expresión lingüística. El ritmo reforzó, incluso,
su concepto de lenguaje como comunicación. En comparacion con autores como Barthes
y Kristeva, que destacan respectivamente la polisemia y la semiótica, y para
quienes la noción de lenguaje como medio de comunicación exclusivamente resulta
problemática, Jakobson parece estar, con frecuencia, enfrentado con su
psicologismo. Éste contradice, en ocasiones, el esfuerzo de Jakobson por
analizar lingüísticamente los fenómenos lingüísticos.
NOTAS
<!--[if !supportLists]-->1. <!--[endif]-->Roman
Jakobson, Selected Writings. VI: Early Slavic Paths and Crossroads, ed. de Stephen Rudy, La Haya , París, Mouton, 1985,
pág. 85.
<!--[if !supportLists]-->2. <!--[endif]-->Ibíd.
<!--[if !supportLists]-->3. <!--[endif]-->Ibíd.
<!--[if !supportLists]-->4. <!--[endif]-->Roman
Jakobson, «Shifters, verbal categories and the Russian Verb», en Selected Writings. II: Word and Language, ed. de Stephen Rudy, La Haya , París, Mouton, 1971,
págs. 130-131.
<!--[if !supportLists]-->5. <!--[endif]-->Roman
Jakobson, «What is poetry?», en Setected
Writings. III: The Poetry of Grammar
and the Grammar of Poetry,
ed. de Stephen Rudy, La Haya ,
París, Mouton, 1980, pág. 749.
<!--[if !supportLists]-->6. <!--[endif]-->Ibíd., págs. 749-750.
<!--[if !supportLists]-->7. <!--[endif]-->Ibíd., pág. 750.
<!--[if !supportLists]-->8. <!--[endif]-->Roman
Jakobson, Selected Writings. I: Phonological Studies, ed. de
Stephen Rudy, La Haya ,
París, Mouton, 1971, pág. 636.
<!--[if !supportLists]-->9. <!--[endif]-->Roman
Jakobson y Krystyna Pomorska, Dialogues,
Cambridge, Cambridge University Press, 1983, pág. 25.
<!--[if !supportLists]-->10. <!--[endif]-->Véase
Jakobson, Selected Writings. I, pág. 462.
<!--[if !supportLists]-->11. <!--[endif]-->Jakobson
y Pomorska, Dialogues, pág. 87.
<!--[if !supportLists]-->12. <!--[endif]-->Jakobson,
Selected Wtitings. I, página
423.
<!--[if !supportLists]-->13. <!--[endif]-->Ibíd., pág.
51.
PRINCIPALES
OBRAS DE JAKOBSON
Selected Writings, La Haya ,
París, Mouton, vols. I-VI,
ed. de Stephen Rudy:
I. Phonological Studies, 1971.
II. Word and Language, 1971.
III. The Poetry of Grammar and tbe Grammar of Poetry, 1980.
IV. Slavic Epic Studies, 1966.
V. On Verse, Its Masters and Explorers, 1978.
<!--[if !supportLists]-->VI.
<!--[endif]-->Earty
Slavic Paths and Crossroads, Part One and Part Two, 1985.
Six Lectures on Sound and Meaning,
Cambridge, Mass., MIT Press, 1978.
The Sound Shape of Language (con
Linda Waugh), Bloomington, Indiana, Indiana University Press, 1979.
The Framework of language, Ann
Arbor, Michigan, Michigan Slavic Publications, 1980.
OTRAS
LECTURAS
HOLENSTEIN,
Elmar, Roman Jakobson's Approach to Language, Bloomington, Indiana, Indiana
University Press, 1974.
STEINER, Peter,
Russian Formalism: A Metapoetics, lthaca, Nueva York, Cornell
University Press, 1984.
WAUGH,
Linda, Roman Jakobson's Science of
Language, Bloomington, Indiana, P. de Ridder, 1976.
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