Nació en La Plata, Provincia de Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1939. Doctor en Filosofía por las universidades de Buenos Aires y La Plata. Antropólogo. Desde 1976 reside en México, donde es docente e investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha sido profesor en las universidades de Buenos Aires, Sao Paulo, Barcelona, Stanford y Austin. Recibió el Premio Casa de las Américas por su libro Las culturas populares en el capitalismo y el Premio de la Latin American Studies Association por Culturas híbridas como mejor libro sobre América Latina publicado en el período 1990-1992.
Difícilmente puede entenderse la obra de un autor, sus
preferencias y obsesiones teóricas, sus marchas y contramarchas, continuidades
y rupturas sin referirla al contexto histórico cultural en el cual vive y
piensa.
Característica exasperada en el caso de los
intelectuales latinoamericanos que han combinado la vocación científica con las
urgencias del compromiso político, la pasión por la teoría con las necesidades
de la praxis, intentando con mayor o menor fortuna –épica, dramática o
tragicomedia mediante– conjugar los aspectos universales del pensamiento con la
especificidad de la propia singularidad histórica.
En esta perspectiva, Néstor García Canclini procura
evitar las simplificaciones y errores propios de un pensamiento que, si se
adhiere a las verdades universales de algún sistema teórico
"consagrado", recae en el "deductivismo" que interpreta los
fenómenos concretos y singulares en términos de meros "efectos"
resultado de la "aplicación" de aquéllos. Y si se juega por captar lo
singular más allá y por fuera de la compleja trama de las interrelaciones
históricas, corre el riesgo de quedar atrapado por las estrategias
"inductivistas" del relativismo cultural, compartidas por nacionalismos
y populismos varios.
Por cierto, García Canclini desempeña un rol
protagónico en el desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanas de las
tres últimas décadas, particularmente en el área de la cultura. En diálogo y
permanente tensión con el marxismo y con el idealismo ilustrado y/o romántico,
tanto como con las pretensiones cuasimonopolistas de la sociología, la
antropología, y los estudios comunicacionales, opta por construir su perfil
intelectual en el cruce de todas estas perspectivas –y algunas otras–, que
constituyen el ámbito transdisciplinario de los estudios culturales.
Sociólogos, antropólogos y comunicólogos,
historiadores, filósofos, críticos literarios y de arte –entre ellos R.
Williams, R. Hoggart, E. P. Thompson, L. Althusser, M. Godelier, A. Cirese y L.
Satriani– constituyen sus fuentes e interlocutores en la reelaboración del
concepto de cultura popular en Latinoamérica. Sin olvidar a los "precursores" consagrados:
Gramsci y Bourdieu, pioneros dentro del marxismo al abordar la cultura como un
campo de sentido propio, con cierta autonomía, más allá de la teoría del
reflejo y del determinismo cuasimecánico con que el materialismo histórico
había encarado sus relaciones con la economía.
Continuidad y ruptura caracterizan el pensamiento de
García Canclini: por un lado, la constelación conceptual en torno a la
problemática de lo popular opera
persistentemente como hilo conductor en su pensamiento, más allá de las
reconfiguraciones propias de cada etapa.
Por otro, la necesidad de superar el dogmatismo de los
paradigmas teóricos vigentes y el fracaso de las disciplinas que pretenden dar
cuenta de la complejidad de lo real desde enfoques epistemológicos aislados y
unilaterales, tanto como la permanente reflexión acerca de los cambios operados
en las últimas décadas en el campo cultural, autorizan a señalar
discontinuidades y rupturas en su pensamiento. Ruptura que trasciende lo
meramente personal, para inscribirse en el horizonte epocal de "fin de
siglo" y la emergencia de lo posmoderno: deconstrucción y fragmentación
del sujeto, crisis de los metarrelatos, de las filosofías de la historia y del
pensamiento utópico, configuración de una cultura globalizada, sincrética y
efímera.
La primera etapa del pensamiento de García Canclini,
que se prolonga hasta la publicación de Culturas
híbridas, está atravesada por solicitudes contrapuestas: por un lado, la
necesidad de elaborar una teoría marxista de la cultura, a partir de la
convicción de que el materialismo histórico es la teoría de mayor poder explicativo
en la investigación social. Por el otro, asumir que no hay una teoría de Marx
sobre la cultura, y pretender edificarla más allá de las desafortunadas
metáforas del reflejo y de la superestructura.
A fin de superar estos límites, acude a una perspectiva
interdisciplinaria. La semiótica, el psicoanálisis, la comunicación, el
interaccionismo simbólico y la sociología de la cultura le aportan elementos
para formular hipótesis intermedias en el paso de lo económico a lo ideológico
y viceversa, para construir un concepto global de superestructura que articule
discursos de diferentes ciencias sociales y para evitar los esquematismos
tradicionales en el enfoque de las relaciones entre individuo y sociedad.
Buena parte de sus investigaciones apuntan a reformular
la teoría del arte desde las ciencias sociales, sometiendo las hipótesis
globales sobre arte latinoamericano a investigaciones empíricas particulares.
Tradicionalmente abordado desde las "humanidades" y definido su
objeto como "obra", son pocas las investigaciones sociológicas sobre
fenómenos estéticos en América Latina que se interesan por las estructuras
sociales de la producción artística (organización del mercado de arte,
tendencias del gusto según la clase y la educación del público, etc.). Los trabajos
de García Canclini sobre la correlación entre desarrollo socioeconómico y
vanguardias artísticas latinoamericanas en los años sesenta y setenta ponen de
manifiesto el interés por el problema de las mediaciones y por las
articulaciones entre estructura económica, campo cultural y movimientos
artísticos.
Bourdieu y Gramsci proporcionan a García Canclini las
herramientas conceptuales necesarias para evitar las incomodidades teóricas del
marxismo sin tener que abandonarlo. Una y otra vez señala los aportes de la
sociología de la cultura, orientados por la teoría de la reproducción de
Bourdieu y los de la sociología política de inspiración gramsciana, que
introducen la perspectiva de lo político en el abordaje de la cultura popular.
Mientras que la primera sostiene que ésta puede ser
entendida como resultado de la apropiación desigual de los bienes económicos y
simbólicos por parte de los sectores subalternos –reservando toda iniciativa a
los grupos dominantes–, la sociología política pretende corregir los excesos
del reproductivismo mediante la teoría de la hegemonía, reconociendo la
existencia de espacios donde los sectores subalternos desarrollan prácticas no
siempre funcionales para el sistema.
Sin embargo, el lastre de un concepto de lo popular
definido a partir del concepto de clase, de su correspondiente épica y de su
vínculo con la economía, tanto como la preeminencia de un análisis centrado en
la producción y reproducción, que interpreta
los fenómenos culturales en términos de "efectos" y relaciones
polares de hegemonía y subalternación, difícilmente pueda dar cuenta de la
heterogeneidad e hibridez propias de la modernidad latinoamericana. Esta
circunstancia, sumada a los cambios políticos, ideológicos y teóricos operados
en el contexto internacional y nacional explican el abandono progresivo de los
paradigmas basados en la dominación y en el concepto compartimentado, pasivo y
subalterno de lo popular.
Por cierto que reproductivistas y gramscianos tienen
el mérito de cuestionar las posiciones populistas y románticas que conciben el
pueblo como un todo homogéneo y autónomo –tanto como de flexibilizar la
interpretación ortodoxa de las relaciones entre infraestructura y
superestructura– pero "cometen el error de mirar la vida cotidiana desde
esas teorías macro y sólo ver lo que entra en ellas."
Hay que ir más allá de Gramsci para comprender que,
además de batallas y luchas por la hegemonía, hay complicidad y autonomía en
las relaciones sociales. Más allá de Bourdieu para explicar cómo se reorganiza
la dialéctica entre la divulgación y la distinción "cuando los museos
reciben a millones de visitantes y las obras literarias clásicas o de
vanguardia se venden en supermercados o se convierten en vídeos".
Es en Culturas
híbridas donde se opera la definitiva relativización de los paradigmas
desarrollistas y dependentistas, marxistas y neomarxistas –Bourdieu y Gramsci
incluidos–. (Operación teórica que Consumidores
y ciudadanos confirma.)
En su reinterpretación de la historia del concepto,
García Canclini explica de qué modo lo popular deja de ser identificado con lo
excluido y preexistente, lo premoderno y subsidiario, para ser escenificado por
distintas disciplinas que pondrán de relieve su heterogeneidad y su carácter
construido. Durante décadas, los antropólogos se especializaron en el
conocimiento de las culturas arcaicas, tradicionales y locales, criticando la
modernización y esquematizando cierto concepto de lo popular, mientras que los
sociólogos, desde sus enfoques "macro", condenaron el "atraso"
de las culturas tradicionales, por constituir verdaderas rémoras y obstáculos
para el desarrollo. Fue en años recientes cuando, con la crisis de los modelos
modernizadores y del cambio social, los sociólogos comenzaron a conceptualizar
la cultura popular en términos de la articulación entre hegemonía y consenso.
Sin embargo, hay que ir, también, más allá de la
antropología y de la sociología. Ya que, si bien García Canclini reconoce la
fecundidad y complementariedad de sus aportes –por enfatizar la diversidad y
desenmascarar el etnocentrismo cultural, en un caso, y referir las identidades
locales a las instancias macrosociales de los mercados internacionales, en el
otro–, considera necesario reinscribir la oposición tradición-modernidad en el
contexto de la globalización posmoderna y de la perspectiva transdisciplinaria.
¿Cómo se redefine, finalmente, lo popular en América
Latina? Como culturas híbridas. Conglomerados heterogéneos multitemporales,
gestados por tradiciones y memorias diversas y desiguales, modernidades múltiples
e innovaciones truncas (basta mencionar la convivencia de lo indígena, la
colonización hispana y las múltiples oleadas inmigratorias), identificados por
elementos procedentes de diversas clases y naciones, cuyo resultado es, hoy, el
ambiguo, contradictorio pero fascinante cruce entre lo popular, lo culto y lo
masivo. Estilos que se mestizan de forma sorprendente en Latinoamérica, para
dar lugar a experiencias donde "lo erudito convive con lo masivo, lo
popular y tradicional con lo transnacional y donde los procesos modernizadores
disminuyen el papel de lo culto y popular tradicional en el mercado simbólico
sin suprimirlo."
La deconstrucción del concepto de lo popular en
términos de "conglomerado heterogéneo de grupos sociales" no tiene ya
el sentido unívoco de un concepto científico, sino el "valor ambiguo de
una noción teatral". "Lo popular designa las posiciones de ciertos
actores, las que lo sitúan ante lo hegemónico, no siempre bajo la forma de
enfrentamientos."
De este modo se consuma un decisivo viraje conceptual:
no todo lo producido por el pueblo es "contrahegemónico". Los cruces
entre lo culto y lo popular no pueden explicarse sólo desde el paradigma de la
dominación, y la contundencia de la hibridación pone de manifiesto la insuficiencia
de plantear las cuestiones del poder sólo desde el registro de los
enfrentamientos y de las acciones verticales.
Para caracterizar lo popular hay que abandonar a la
épica que piensa al pueblo como "la masa social compacta que avanza
incesante y combativamente hacia un porvenir renovado", y recurrir a la
tragicomedia. Apoyándose en Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini cree
ver en el melodrama el género popular por excelencia, puesto que en él se juega
la lucha por el reconocimiento.
Finalmente, sostener cierto grado de autonomía en la
creación cultural no significa postular su independencia ni abandonar la
pretensión de elaborar estrategias para reinsertar la cultura y el arte en
movimientos sociales y proyectos colectivos. En este sentido, García Canclini
renueva su compromiso político a partir de la esperanza depositada en los
nuevos movimientos sociales, junto a los cuales "cada especialista escribe
sobre lo popular para preguntarse cómo re-construirlo".
A la vez que manifiesta sus críticas y desacuerdos con
los proyectos de democratización y socialización de la cultura y del arte que
en los años sesenta y setenta pretendieron borrar en Latinoamérica la
distinción entre artista y espectador, y reconvertir los mensajes artísticos en
función de públicos masivos, partiendo del supuesto de que todo espectador es
un artista reprimido o discriminado, García Canclini advierte un componente
autoritario en la pretensión de "democratizar" la cultura a ultranza,
igualando sobre la base de la homogeneización y anulando la distancia entre
productor y receptor.
En vez de limitarnos a indagar la modernidad de
quienes emiten, comunican y reelaboran los mensajes, se trata de introducir un
cambio metodológico que acentúe la perspectiva del receptor/consumidor en
términos de productor de sentido, y reconociendo el carácter asimétrico de
ambas posiciones. García Canclini reitera una y otra vez que poco y nada
sabemos, en concreto, de los fenómenos de consumo cultural, más allá de los
sondeos cuantitativos de mercado y opinión. Y sin embargo sabemos que en las
relaciones entre públicos y bienes culturales radica la clave para comprender
la cultura contemporánea.
Perspectiva ésta reafirmada en los ensayos que
constituyen Consumidores y ciudadanos, en los cuales la dualidad conceptual
pueblo/popular es sustituida por el par sociedad
civil/movimientos sociales, acentuándose
la acción resemantizadora del "consumidor", erigido, ahora, en
privilegiado sujeto cultural de fin de siglo, de quien se espera, también, que
constituya un nuevo modelo de ciudadano.
Bibliografía:
Arte popular y sociedad en América
Latina,
1977.
La producción simbólica. Teoría y
método en sociología del arte,
1979.
Las culturas populares en el
capitalismo, 1982.
Culturas híbridas. Estrategias para entrar y
salir de la modernidad, 1992.
Consumidores y ciudadanos. Conflictos
multiculturales de la globalización,
1995.
La globalización imaginada, 1999.
Latinoamericanos buscando lugar en este siglo, 2002.
Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad, 2004.
Lectores, espectadores e internautas, 2007.
La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, 2010.
La globalización imaginada, 1999.
Latinoamericanos buscando lugar en este siglo, 2002.
Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad, 2004.
Lectores, espectadores e internautas, 2007.
La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, 2010.
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