El lingüista y semiótico danés Louis
Hjelmslev nació en Copenhague el 3 de octubre de 1899 y murió en la misma ciudad el 30 de mayo de 1965. Hjelmslev intentó dar más rigor y
claridad a la teoría general del lenguaje y la semiótica de Saussure. En
concreto, se le recuerda como el inventor de la «glosemática» (véase más
adelante) y por haber dado nuevo rigor al concepto de connotación.
Como Saussure, Hjelmslev parte de la
posición de que el lenguaje es una institución supraindividual que debe
estudiarse y analizarse por derecho propio, y no como vehículo o instrumento
del conocimiento, el pensamiento o la emoción ni, más en general, como medio de
contacto con lo que está fuera de él. En pocas palabras, el enfoque
trascendental (lenguaje como medio) debe dejar paso a un enfoque inmanente (el
estudio del lenguaje por sí solo) (1). Para ello, Hjelmslev desarrolló lo que
consideraba un sistema sencillo y riguroso de conceptos y términos que
aclararan la naturaleza del lenguaje, en el máximo plano de generalidad, e
hicieran más competente el estudio de sus realizaciones.
Para el Hjelmslev de los Prolegómenos a una teoría del lenguaje –su obra más conocida–, el lenguaje
es, al mismo tiempo, un sistema de signos y un proceso de realización (en el
caso de Saussure, la terminología comparable es, respectivamente, langue y parole). Como Saussure, Hjelmslev también considera que el lenguaje es
un sistema de signos, por lo que es importante ser claro acerca de la
naturaleza del signo. En primer lugar, advertimos que ningún signo existe
aisladamente; los signos están siempre en un contexto, en relación con otros
signos. Para subrayarlo, Hjelmslev no habla del signo en sí sino de la función
de signo. Una función que define como «una dependencia que satisface las
condiciones para un análisis» (2). Del mismo modo que existe una función entre
una clase y sus componentes, existe una función entre un signo y sus
componentes, «expresión» y «contenido». Un signo, en resumen, no es una marca o
un gesto con cualidades intrínsecas (una flecha puede no siempre ser un signo),
sino lo que funciona como signo en un contexto determinado. Para que exista una
función de signo, por tanto, debe haber –de nuevo, en terminología de
Hjelmslev– una «expresión» y un «contenido». Entonces existe una función de
signo entre estas dos «terminales» «absolutamente inseparables». Para las
terminales que constituyen la función de signo –el «signo expresión» y el
«signo contenido»–, Hjemlslev ofrece el nombre técnico de «funtivos». Para ser
lo que es, la función de signo depende de la correlación mutua de los funtivos.
Lo que Hjelmslev quiere decir aquí es que un signo no es ninguna entidad física
o no física que el lingüista o el semiólogo puedan dar por supuesta. En
realidad, no hay una ejecución real del signo que sea idéntica a la función de
signo. La terminología comparable en Saussure, «signo», «significante» y
«significado», indica que podría ser así.
Para construir signos, el lenguaje contiene
varias clases de no signos (por ejemplo, letras del alfabeto) que componen la
materia prima necesaria para la formación de otros nuevos. A esta especie de
«todavía no signos», Hjelmslev los llama «figuras». Las figuras evocan la
noción de «significante flotante» que Lévi-Strauss descubre en la obra de
Mauss. Sugieren que el lenguaje es siempre una totalidad abierta y no un
sistema propiamente dicho, en el que los elementos compondrían un conjunto
autónomo. Hay que decir, no obstante, que en el análisis de Hjelmslev, como en
Mauss, no hay un reconocimiento explícito de esta consecuencia. Incluso para él,
que está intensamente dedicado a elaborar una formalización rigurosa, sencilla
y exhaustiva del lenguaje, debe considerarse que éste tiene un vínculo esencial
con el significado y el pensamiento (3). No está claro si se trata del
significado o el pensamiento; en cualquier caso, Hjelmslev prefiere afirmar que
el lenguaje está vinculado a la «intención», que es, como explica en una
formulación, «el factor común... a todos los lenguajes», «la "masa de
pensamiento" amorfa» (4) que, hasta cierto punto, es exterior al lenguaje.
Como veremos, la «intención» es el factor más problemático en toda la teoría de
Hjelmslev. Por ahora, anotemos que la intención es inseparable del lenguaje –el
lenguaje dejaría de tener toda raison
d'être sin ella– y sin
embargo, en cierto sentido, es externa a él. «En sí misma –explica Hjelmslev–,
la intención no tiene forma, no está sujeta a una formación, sino que sólo es
susceptible de ella» (5). De modo que, como Saussure (6), Hjelmslev afirma que
el rasgo más distintivo del lenguaje, en general, es que es una forma en
relación con la sustancia (intención). Por otro lado, la situación es más
complicada para Hjelmslev porque, para él, hay intención-expresión e
intención-contenido; y, sin embargo, en general, la intención es «inaccesible
al conocimiento» en la medida en que el conocimiento es una «formación» (7).
Para aclararlo, es necesario explicar lo que Hjelmslev quiere decir con
«expresión» y «contenido».
Antes de entender todo el sentido de
«expresión» y «contenido», veamos, en primer lugar, que Hjelmslev considera el
lenguaje como dos planos diferentes pero conectados entre sí: el del «sistema»
–que corresponde a la estructura subyacente, siempre realizada, del lenguaje– y
el del «proceso», también llamado «texto», que es siempre virtual. El proceso
(texto) no es, como podría creerse, la ejecución del lenguaje (sistema); de
modo que, si bien es imposible tener un texto sin lenguaje, es posible tener un
lenguaje sin texto (8). Dado que Hjelmslev confunde «virtual», «real» y «concreto»,
una forma más clara de expresarlo sería decir que el lenguaje se hace real,
pero sigue siendo virtual, mientras que el proceso es concreto pero sólo se
realiza en parte. El sistema (la gramática, la sintaxis, el vocabulario), pues,
permite la producción de un número infinito de textos, mientras que muchos
textos no implican nunca más que un solo sistema o lenguaje. Hjelmslev analiza
la relación entre «expresión» y «contenido» con arreglo a los dos ejes
mencionados.
«Expresión» y «contenido», observamos, son
también los dos funtivos inseparables de la función de signo. La expresión
puede darse en una variedad de formas: mediante el habla, la escritura, el
gesto (lenguaje de signos), y cada medio, a su vez, se realiza en otros muchos
medios (libros, televisión, radio, periódicos, folletos, teléfono, código
Morse, semáforo, tablillas de piedra, inscripciones de todo tipo [sobre muros,
suelos lápidas], películas, carteles, obras de arte, conversación y escritura
cotidiana). En otras palabras, la expresión adopta una forma concreta (por
ejemplo, en las palabras «quiero a Ron») y existe en una sustancia (por
ejemplo, la voz humana, o unas marcas grabadas en un muro). Por consiguiente,
existe una forma de la expresión (las palabras) y una sustancia de la expresión
(el material de las palabras). En el lado del contenido también hay «forma» y
«sustancia». El contenido puede definirse, en términos generales, como la forma
en la que se articula un significado. Hjelmslev prefiere el término «contenido»
en lugar de «significado», porque un mismo significado puede articularse a
través de distintos contenidos, los contenidos de un lenguaje natural.
Hjelmslev ilustra este argumento con el ejemplo que se muestra en la figura 1,
en la que el contenido varía en relación con la misma área semántica (área de
la intención).
Danés
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Alemán
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Francés
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trae
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Baum
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Arbre
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Holz
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Bois
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skov
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|||
Wald
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|||
forêt
|
Figura
1. Intercambio de contenido y significado en Hjelmslev.
Fuente:
Hjelmslev, Prolegómenos.
Aquí vemos que, en danés, trae
abarca todo el Baum alemán y el arbre francés, y parte del Holz alemán y menos del bois francés. Del mismo modo, skov traduce, en parte, el Holz
y el Wald alemanes, además de la mayoría de bois y parte de forêt, ambos franceses. Hjelmslev comenta
que esta «incongruencia en la misma zona de intención aparece en todas partes»
(9). En el ejemplo, desde la perspectiva del plano del sistema, está ilustrado
el nivel de la forma del contenido de la función de signo. Es como si el
lenguaje, en sus diversas articulaciones, separara la misma área de significado
(intención) de maneras específicas de dichas articulaciones (contenido). La
forma de la intención la da la forma del contenido, y el significado es la
sustancia del contenido. Un modo de entenderlo, según uno de los intérpretes de
Hjelmslev, es afirmar que «ambas formas [forma de la expresión y forma del
contenido] se manifiestan en una "sustancia"» (10). El término clave
aquí no es «sustancia» sino «manifiesto»: hecho visible, revelado, perceptible,
publicado, etc. Desde el punto de vista filosófico, la sustancia, en el siglo xiii, era equivalente a la esencia,
precisamente lo que no era manifiesto (Hjelmslev
censura el denominado uso no lingüístico de los términos, pero parece que
precisamente un rasgo del lenguaje es evocar varios contextos diferentes
simultáneamente). Incluso en relación con la forma más moderna de «sustantivo»,
el sentido no es tanto lo que se revela como lo que se oculta. Aunque así
fuera, no supondría necesariamente un problema para la teoría de Hjelmslev si
el término «sustancia» pudiera traducirse consistentemente como manifiesto.
Pero, cuando también se dice que la intención es sustancia (11), sólo puede
producirse la confusión.
Hjelmslev equipara las variaciones en la forma del contenido (distintos
significados asociados a la misma área de intención, por lo que los idiomas no
son directamente traducibles) al sistema del contenido, mientras que la
constancia en la forma de aquél (la misma idea expresada en distintos idiomas,
de modo que las expresiones son directamente traducibles), la equipara a su
proceso. Igualmente, cuando los hablantes de distintos idiomas –por utilizar
otro ejemplo de Hjelmslev– intentan pronunciar «Berlín», la intención de la
expresión variará (debido al acento), mientras que la intención del contenido
será la misma. También puede ocurrir que la misma pronunciación (intención de
la expresión) en distintos idiomas sea la misma [got, Gott («Dios» en alemán), godt
(«bien» en danés)], mientras que la intención del contenido es distinta.
Ambos ejemplos proceden del plano del proceso, según Hjelmslev.
La razón de esta elaboración de la función de signo, afirma nuestro
autor, es demostrar que el signo no es sólo una etiqueta para algo previamente
existente. Significa también evitar las divisiones artificiales en la
lingüística, entre «fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y semántica».
De hecho, a Hjelmslev le interesa hasta tal punto partir de una nueva base para
el estudio del lenguaje que utiliza el nombre de «glosemática», (del griego glossa, que significa «lenguaje») para
indicar el carácter innovador de su método.
La glosemática sería «un álgebra del lenguaje que opera con entidades sin
nombre» (12), una ciencia que posee «el álgebra inmanente del lenguaje» (13)
como objeto. La razón de este nuevo enfoque deriva del argumento inicial de que
durante demasiado tiempo, según Hjelmslev, la lingüística ha estudiado el
lenguaje desde un punto de vista trascendente, es decir, que se han utilizado
características no lingüísticas para explicar el lenguaje. La glosemática
pretende ofrecer un marco y una terminología que sean rigurosos, sencillos y
exhaustivos para explicar la realidad y el empleo del lenguaje. Para ello,
Hjelmslev dedicó sus energías a desarrollar y perfeccionar un vocabulario
técnico en el que no vamos a detenernos aquí. Sin embargo, desde una
perspectiva semiótica más general, es preciso explicar la teoría de la
«denotación» y la «connotación» de Hjelmslev. La denotación, como implica el término,
es el área de expresión que se refiere a un contenido: por ejemplo, la oración
«el gato se sentó en la estera» denota un gato sentado en una estera. Esa misma
oración, desde el punto de vista de la connotación, podría evocar el contexto
de unos niños, o una especie de ejemplo «típico» usado como ejemplo. Más
formalmente, la connotación se refiere al hecho de que la expresión y el
contenido, unidos, se convierten en otra expresión que se refiere a otro
contenido. Se puede expresar en un diagrama como el de la figura 2.
Expresión
|
Contenido
|
|
Expresión
|
Contenido
|
|
Figura 2. Expresión y contenido en
el pensamiento de Hjelmslev.
Fuente: Umberto Eco, A Theory of Semiotics, pág. 55.
Por su parte, Hjelmslev afirma que la semiótica denotativa es «una
semiótica en la que ninguno de los planos es una semiótica», mientras que una
semiótica connotativa es una semiótica «cuyo plano de la expresión es una
semiótica». (14). Pero no sólo. Porque el plano del contenido también puede ser
una semiótica, lo que Hjelmslev denomina una «metasemiótica». La lingüística,
afirma, es un ejemplo de metasemiótica: el estudio del lenguaje que es, en sí
mismo, un ejemplo de lenguaje. Autores como Barthes, Todorov y Eco han
utilizado las nociones de semiótica denotativa y connotativa, pero se han
mostrado más circunspectos sobre la viabilidad del concepto de metasemiótica.
Queda por hacer una breve valoración de la teoría del lenguaje y la
semiótica de Hjelmslev. Desde luego, el proyecto de Hjelmslev abre una amplia
variedad de cuestiones, y el rigor introducido en la semiótica muestra qué
fácil es dar por descontada la noción de signo y que éste se convierta en un
mero vehículo de significado, al margen del lenguaje involucrado. Por otro
lado, la elaboración que hace Hjelmslev de su teoría del lenguaje se opone
frecuentemente a las limitaciones de la coherencia y la sencillez. Del mismo
modo, si los conceptos de «forma» y «sustancia» de Saussure exigen
verdaderamente aclaración, es precisamente en ese punto donde Hjelmslev también
está a punto de embarrancar. Una lectura minuciosa de los Prolegómenos, desde
el punto de vista de su coherencia, deja al lector completamente inseguro de
cómo la «intención» –la masa amorfa inaccesible
fuera del sistema de signos– puede vincularse a la «expresión» y al
«contenido» en los términos «intención de la expresión» e «intención del
contenido»; porque, para incluirse en cualquiera de ambos funtivos del signo,
la intención debe adoptar una forma específica que, por definición, no puede
tener. Lo que tenemos son dos intenciones diferentes que son lo que son porque
se distinguen entre sí. El hecho de que la intención se distinga la lleva a la
esfera semiótica, de modo que deja de ser externa al lenguaje o amorfa.
Sin embargo, existe otro problema con respecto a la intención. Se trata
de que, aunque pasemos por alto el uso inconsistente que Hjelmslev hace del
término, el autor de los Prolegómenos se
ve obligado a recurrir a una dimensión extralingüística o semiótica con el fin
de facilitar el desarrollo de una lingüística «inmanente». En otras palabras,
la intención es la forma inadvertida que tiene Hjelmslev de dar a su teoría un
elemento trascendental, precisamente lo que intentaba no hacer. Ésa es la razón
de que Julia Kristeva pueda afirmar que la teoría de Hjelmslev permanecía
arraigada en el influyente marco fenomenológico que ha dominado la lingüística
hasta hoy (15).
Desde una perspectiva más positiva, Hjelmslev hizo progresos en la
aclaración de la distinción de Saussure entre langue y parole.
Saussure se equivocó al dar prioridad a la palabra hablada en el plano de la parole, y el uso que
Hjelmslev hace del «texto» o «proceso» contribuye al rigor de la definición.
Por otro lado, al definir el «sistema» (la langue
de Saussure) como algo independiente del «texto», Hjelmslev parece afirmar
que el lenguaje es esencialmente un sistema, porque, si el lenguaje sin texto
es «imaginable», el texto sin lenguaje no lo es. El riesgo es el de reducir el
lenguaje a un modelo lingüístico, en vez de reconocer que los dos planos
(modelo y empleo) son inseparables entre sí.
Aunque, como admite Eco, la teoría de Hjelmslev sorprende frecuentemente
al lector por ser de una «complejidad aparentemente bizantina» (16), su
determinación de ofrecer una teoría estrictamente «inmanente» del lenguaje y la
semiótica ha servido de inspiración para otros como Eco y Derrida (17) para
emprender el proyecto de establecer un marco semiótico que empiece a
desestabilizar el edificio metafísico que constituye el centro de la teoría
trascendental de los signos y los sistemas de signos.
NOTAS
1. Véase
Louis Hjelmslev, Prolegomena to a
Theory of language, trad. de Francis J. Whitfield, Madison, University
of Wisconsin Press, ed.
inglesa rev., reimpr. 1963, págs. 4-5.
2. Ibíd., pág. 33.
3. En la
traducción al francés de los Prolegomena de
Hjelmslev, «purport» –traducción de la palabra danesa mening– equivale a
«sens» (significado).
4.
Hjelmslev, Prolegomena, pág. 52.
5.
Ibíd., pág. 76.
6. Véase F. de Saussure,
Cours de linguistique générale,
París, Payot, 1972, págs. 155-156. (Trad. esp.: Curso de lingüística general, Madrid, Alianza, 1994.)
7.
Hjelmslev, Prolegomena, pág. 76.
8. Ibíd., págs. 39-40.
9. Ibíd., pág. 54.
10. B.
Siertsema, A Study of Glossematics. A Critical Survey of its Fundamental Concepts, La Haya, París, Martinus
Nijhoff, 1955, pág. 17.
11. Hjelmslev, Prolegomena, pág. 52 y pág. 80.
12. Ibíd., pág. 79.
13. Ibíd., pág. 80.
14. Ibíd., pág. 114.
15. Julia
Kristeva, Revolution in Poetic Language, trad.
de Margaret Waller, Nueva York,Columbia University Press, 1984, págs. 38-40.
16.
Umberto Eco, A Theory of Semiotics, Bloomington, Indiana University Press, 1979,
pág. 52.
17. Véase Jacques
Derrida, Of grammatology, trad. Gayatri Chakravorty Spivak, Baltimore, Johns Hopkins University Press,
1976, págs. 57-60.
PRINCIPALES OBRAS DE HJELMSLEV
Prolegómenos a una teoría del lenguaje, (1943), Madrid, Gredos.
El lenguaje (1970), Madrid, Gredos.
OTRAS LECTURAS
SIERTSEMA,
B.: A
Study of Glossematics: Critical
Survey of its Fundamental Concepts, La Haya, París, Martinus Nijhoff, 1955.
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