Resulta adecuado empezar a explicar la obra de Georges Bataille con fragmentos de su biografía porque, en cierto sentido significativo, sus textos se encuentran en la encrucijada entre la ficción y la biografía.
Bataille
nació en Billon, Francia, en 1897. Su padre se había quedado ciego antes de que
naciera el hijo, y quedó parcialmente paralítico en 1900, cuando Georges no
tenía aún tres años. Bataille afirma, en sus fragmentos autobiográficos, que la
situación de su padre fue consecuencla de la sífilis. Pero su hermano lo
negaba. Fuera cual fuera la verdad, Bataille asegura haber conservado, de su
infancia, imágenes de horror que utilizó en sus obras de ficción. En especial
está el recuerdo de los ojos inexpresivos de su padre, totalmente abiertos
mientras orinaba. Este recuerdo le sirvió, según decía, como base de
transposición imaginaria. Así, en Historia del ojo, los blancos del ojo
se transforman en claras de huevo y testículos de toro, y se asocian a la orina
y la muerte, especialmente la muerte de un torero, Granero, que recibió una
cornada en el ojo.
El
horror que aparece tan a menudo en la ficción de Bataille tiene su origen en el
recuerdo infantil de la muerte lenta y dolorosa de su padre y la locura
periódica de su madre. Sea cierto o no, los escritos de Bataille, tanto de
ficción como científicos, se centran frecuentemente en el horror y la
obscenidad. En su libro El erotismo, por ejemplo, Bataille destaca
que lo erótico es esencialmente una violación del yo puro; está (inconscientemente)
unido a la muerte. Del mismo modo, en Las
lágrimas de Eros, Bataille
afirma que la historia del arte demuestra que éste ha estado siempre vinculado
al horror. Esa es la razón de que se iniciara en cavernas como las de Lascaux,
en Francia.
Para
algunos, la dedicación, o incluso obsesión, de Bataille con respecto al horror
y la obscenidad en su ficción y, en menor grado, en varias de sus obras
teóricas más importantes, parece reflejar cierta inestabilidad mental. Al
menos, ésta parece ser la opinión de André Breton en el Segundo manifiesto
surrealista cuando se
refiere a Bataille como un «caso» (1). Y es cierto que, durante 1927 y quizá
durante más tiempo, Bataille estuvo en tratamiento con el psicoanalista liberal
Dr. Adrien Borel. Éste animó a Bataille a poner sus obsesiones sobre el papel
y, de ese modo, dio estímulo a la carrera literaria de su analizando.
Incluso
si Bataille se mantuvo en el borde de la locura durante gran parte de su vida,
incluso si estuvo obsesionado por el horror y la muerte, ha dejado una obra
que, según la opinión generalizada hoy en día, posee una enorme profundidad e
intensidad teórica. Porque Bataille fue verdaderamente capaz de teorizar sobre
los temas centrales de sus obsesiones; fue asimismo capaz de aportar su formación
numismática a sus empeños intelectuales, uno de los cuales fue la creación de
una revista etnográfica y de arte, Documents, dirigida por él entre 1929 y 1930.
En 1946, Bataille creó la que se iba a convertir en una de las revistas más
famosas de Francia: Critique, que presentó los primeros trabajos
de Blanchot, Barthes, Foucault y Derrida al público general.
Desde
un punto de vista intelectual, Bataille estudió en el liceo de Reims. En 1913
pasó a estar interno en el colegio de Epernay donde, en 1914, obtuvo su primer baccalauréat. En 1915 pasó el segundo y,
tras ser desmovilizado del servicio militar en 1917, fue aceptado en la École
des Chartes en París con el fin de estudiar para ser medievalista, y se graduó
en segundo puesto en 1922. Ese mismo año, Bataille viajó a Madrid para asistir
a la Escuela
de Altos Estudios Hispánicos. En 1923 leyó a Nietzsche y Freud por primera vez
y en 1924 le nombraron bibliotecario del Cabinet des Médailles en la Bibliothèque Nationale
de París.
Para
Bataille, Nietzsche es tan autor como filósofo, en primer lugar, porque no
excluye la autobiografía (ficticia o no) de sus escritos filosóficos y,
segundo, porque, al negarse a prestar su voz a ninguna causa, se condena a la
soledad. La filosofía de Nietzsche se convierte en un grito en el desierto.
Esta idea del «grito», junto con las lágrimas, la angustia y la risa, asumen un
lugar fundamental en el propio panorama filosófico de Bataille. El grito forma
parte de una serie de términos que señalan la presencia del eje horizontal (el
eje de la diferencia) en su pensamiento. Su explicación de dicho eje se halla
en su ensayo de 1930 «El ojo pineal». La vegetación, afirma aquí Bataille,
ocupa una posición exclusivamente en el eje vertical, mientras que la vida
animal tiende hacia el eje horizontal, aunque los animales luchan por
levantarse y asumir cierta verticalidad literal.
Para
captar todo el poder de la compleja interacción entre lo horizontal y lo
vertical en el pensamiento de Bataille, debemos tener en cuenta la influencia
de Hegel. Como otros pensadores importantes, Bataille aprendió su Hegel en las
idiosincráticas conferencias de Alexandre Kojève sobre la Fenomenología de la mente, a las que asistió de forma intermitente entre 1933 y 1939.
Para Bataille, el sistema del conocimiento absoluto de Hegel, en el que la
conciencia se apropia hasta de la muerte, representa el punto final de una
especie de delirio de la razón. La luz, llevada al extremo, es tan luminosa que
abre la vía a una cierta ceguera, igual que mirar directamente al sol puede
cegarnos, aunque el sol es la fuente de luz. El enfoque que Bataille hace de
Hegel se anticipaba, sin duda, en su artículo de los años 30 sobre Picasso, «El
sol podrido», en el que utilizaba el mito de Ícaro (que cayó a tierra después
de volar tan alto porque el sol había derretido la cera de sus alas) para
ejemplificar el peligro del exceso de iluminación. Hegel, con su gran sistema
idealista, vuela tan alto como Ícaro. Su filosofía sería, pues, la encarnación
del eje vertical, quizá su manifestación más extrema. Pero Bataille explica
que, en el sistema hegeliano, existe un punto de ceguera: la iluminación total
oculta la oscuridad, muy real, del desconocimiento, del materialismo de base,
la locura que el propio Hegel temió muy cercana en 1800, tras la muerte de su
padre. Lo que el sistema de Hegel no puede afirmar, y mucho menos integrar, es
elemento que equivale en él a su propia ceguera, una ceguera que predice la
caída del filósofo clarividente. Otra forma de expresarle es decir que el sistema
de Hegel, como encarnación del eje vertical trascendental, no deja espacio a la
horizontalidad. Del mismo modo que el obelisco procedente de Egipto y erigido
en la Plaza de la Concordia de París, en
1836, señala el lugar del instrumento de la muerte en la Revolución –la
guillotina–, el sistema filosófico homogeneizador de Hegel oculta una bajeza
material y heterogénca.
Gran
parte de la obra de Bataille aborda la «bajeza material», que se manifiesta en
la obscenidad, en el caso de su ficción, y en una serie de costumbres, en el
caso de sus escritos teóricos. Dichas costumbres presentan el eje horizontal
como eje de sacrificio, pérdida, azar y erotismo. Enseguida examinaremos cada
uno de estos elementos.
La
preocupación de Bataille por mostrar cómo los productos intelectuales esconden
con frecuencia un elemento de base inasimilable le orientó hacia las
etnografías de sociedades cuyo vínculo social parecía fundarse en prácticas que
horrorizan a una sensibilidad occidental moderna. Así, en La Part maudite (La parte maldita) (2),
el teórico del gasto como exceso afirma que la magnificencia de los artefactos
culturales aztecas debe interpretarse en combinación con la costumbre del
sacrificio humano: la belleza debe ir unida a la bajeza. Las guerras
suministraban víctimas para el sangriento ritual, en el que el sacerdote hundía
un cuchillo de obsidiana en el pecho del sacrificado y arrancaba el corazón aún
latiente que, a continuación, ofrendaba al sol, dios supremo de los aztecas.
Sin justificar en absoluto el sacrificio, Bataille muestra que se atiene a
cierta lógica. En primer lugar, el sacrificio humano es una forma de introducir
el desequilibrio en una sociedad dominada por valores de cambio utilitarios. La
degradación de las relaciones utilitarias se plasma en la esclavitud, donde el
esclavo no es más que un objeto que deben utilizar las personas libres. La
víctima del sacrificio azteca, en cambio, recibía frecuentemente un trato
humano, e incluso un tratamiento especial; había un vínculo íntimo entre la víctima
y quien le había capturado. En realidad, la víctima muere en el lugar del
verdugo. Es su experiencia de muerte, una experiencia expresada en angustia
porque los verdugos se identifican con el sufrimiento del ejecutado. El
sacrificio «restaura al mundo sagrado aquello que un uso servil ha degradado y
hecho profano» (3). Lo sagrado, pues, permanece más allá del valor de cambio;
no posee equivalente; de modo que no hay nada que pueda sustituir al acto de
sacrificio. En una sociedad en la que el valor de cambio se ha hecho casi por
completo con el poder, no puede entenderse el sacrificio. Sin embargo, sigue
teniendo eco en la mutilación corporal (como la de Van Gogh), en la que el acto
rompe la homogeneidad del yo e introduce la heterogeneidad en la vida social.
Por
una cierta paradoja, la ruptura del sacrificio y la mutilación se convierte en
un momento de continuidad. El testigo que experimenta la angustia de la
identificación con la víctima lo comunica a otros, con lo que establece una
continuidad con los demás. Como consecuencia, «lo sagrado es sólo un momento
privilegiado de unidad comunitaria, una forma convulsivo de lo que normalmente
está sofocado» (4).
Estrechamente
asociada al sacrificio y lo sagrado está la noción de pérdida. Para Bataille,
la teoría del potlatch de Marcel
Mauss no demuestra que el intercambio sea esencialmente un sistema de
reciprocidad. Más bien, el potlatch debe
considerarse un ejemplo de la economía general en la que el exceso y el lujo
son los aspectos fundamentales. La economía general es una economía de pérdida,
desequilibrio y gasto sin beneficio. No puede analizarse en función de lo que
Bataille denomina la economía «restringida» de producción, equilibrio y libros
ajustados: la economía de la «utilidad clásica». Todas las formas de exceso
–que, por definición, no poseen ningún equivalente– entran dentro de la
economía general. El exceso y la pérdida no tienen una función evidente en la
vida social; representan elementos necesariamente disfuncionales y
heterogéneos.
Bataille
se ocupa del azar, sobre todo, en dos textos (5). Pero el azar es algo más que
un concepto en sus escritos; es también parte de una práctica. El texto de
Bataille sobre Nietzsche es, en sí, una analogía del azar, del mismo modo que
el surrealismo pretendía, muchas veces, ser una analogía de la locura (6). El
elemento del azar debe incluirse en cualquier análisis de la práctica de
escritor de Bataille, porque así es como el azar asume plenamente su puesto en
el eje horizontal. Para valorar el azar en los escritos teóricos de Bataille,
recordemos que, desde Laplace, el azar se ha considerado frecuentemente un
síntoma de la limitación del conocimiento humano. Es decir, el azar tendría un
carácter subjetivo, más que objetivo. Además, se ha supuesto que la causalidad
y la noción asociada de determinación constituyen la verdadera base de la
explicación científica. El conocimiento ha convertido siempre el azar en una
excepción. Esta opinión se ha empezado a superar sólo desde la aparición de la
mecánica cuántica en los años 20.
Tres
de los principales libros de Bataille –La
experiencia interior, El culpable
y Sobre Nietzsche– se escribieron entre 1941 y 1944, es decir,
durante la ocupación de Francia. El azar figura de manera analógica, por encima
de todo, en cada una de ellas. Cada una posee el aire de un diario, el aire de
contingencia que procede de mezclar una transcripción de hechos cotidianos con
recuerdos personales. Por tanto, la «forma» de cada texto es más fortuita que
predeterminada. En su introducción a El
culpable, Denis Hollier
repite que lo que está presentando no es realmente un libro, «Bataille no está
interesado en dar a las ideas una forma sistemática ni desarrollar una
historia». Sin embargo, los escritos de Bataille están impregnados, en este
sentido, de cierta lógica, basada en un deseo de permitirse una especie de
juego que permita atisbar el azar. En Sobre
Nietzsche está más claro este aspecto: el libro es, en parte, una narración
cotidiana de «jugadas de dados». El azar se convierte en la verdad de la vida,
equivale al desequilibrio llevado al eje vertical. Más intensamente, el azar
tiene una vinculación explícita con la angustia. Ésta, como el azar, es una
oscuridad imposible. «La angustia dice: "imposible": lo imposible
está a merced del azar» (8). Más aún: «La angustia, por sí sola,
define totalmente el azar: el azar es lo que la angustia dentro de mí considera
imposible. La angustia es la oposición al azar» (9). El grito, la risa, las
lágrimas, el excremento (los productos de desecho del sistema), la poesía, todo
ello provoca el azar. El azar no puede integrarse en ningún sistema, porque es
el «otro», del sistema. Por eso el azar no existe para Hegel. El azar es el amor fati (amor al destino), que se
opone al gran equilibrio del edificio hegeliano. El azar está ligado al
sacrificio porque, como éste, es también una ruptura con la identidad y la
experiencia utilitaria basada en la determinación de los hechos.
En el
erotismo, la sexualidad humana alcanza su cenit como transgresión (regulada) de
tabúes (10). El erotismo pasa a ser, en la teoría de Bataille, una vía hacia la
continuidad del ser en la muerte. Como individuo, cada persona es discontinuo.
El erotismo, como violación de dicha discontinuidad, es una fuente fundamental
de angustia; porque es también la violación, o transgresión, de las
prohibiciones; la prohibición se da a conocer mediante la transgresión. El
erotismo confirma así la ruptura de límites y fronteras, y provoca una fusión
de los seres, una fusión que da pie a la comunicación de la angustia debido a
la pérdida de integridad. Por ese motivo, el impulso erótico se ha utilizado
con fines religiosos. Y, en lugar de ser la antítesis de lo sagrado, el
erotismo –como apertura al otro– es su verdadero fundamento. Los seres humanos
se unen a través de lágrimas, heridas y la violación de límites. El erotismo
está claramente situado en el eje horizontal; sin embargo, un sistema de
prohibiciones –el eje vertical– es el requisito de posibilidad de esa
horizontalidad.
La
tesis que surge progresivamente de la lectura de Bataille es que la ceguera es
un elemento esencial del conocimiento, que las elevadas alturas de la
iluminación son correlativas con las profundidades del desconocimiento y la
risa obscena. La vista –la teoría– no puede captar a su otro, como
acertadamente ha indicado Denis Hollier (11). Bataille demuestra que el hecho
de ver, y todo el trabajo teórico, incluye un componente vital: la energía
intelectual necesaria para sostenerlo. Por tanto, el agotamiento y la fatiga a
los que se refieren constantemente los textos de Bataille encuentran su análogo
en el carácter relativamente fragmentario de la oeuvre: en las
explosiones de poesía, el número prolífico de obras ocasionales y el estilo
ensayístico. Estos indicios de un gasto de energía son quizá lo máximo que el
lector puede aproximarse a lograr un análogo de su propia ceguera.
NOTAS
- André Breton, Second Surrealist Manifesto, en Manifestoes of Surrealism, trad. de Richard Seaver y Helen R. Lane, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1972, pág. 184.
- Georges Bataille, The Accursed Share, vol. I, trad. Robert Hurley, Nueva York, Zone Books, 1988.
- Ibíd., pág. 55.
- Georges Bataille, «The sacred», en Visions of Excess. Selected Writings, 1927-1939, trad, de Allan Stoekl, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2a. impr. 1986, pág. 242.
- Véase Georges Bataille, Guilty, trad. de Bruce Boone, Venice, the Lapis Press, 1988, págs. 69-86; On Nietzsche, trad. de Bruce Boone, Nueva York, Paragon Press, 1992, pássim.
- Véase Elisabeth Roudinesco, Jacques Lacan & Co. A History of Psychoanalysis in France, 1925-1985, trad. de Jeffrey Mehlman, Chicago, University of Chicago Press, 1990, pág. 26.
- Denis Hollier, «A tale of unsatisfied desire», Introduction to Bataille, Guilty, pág. vii.
- Georges Bataille, «Sur Nietzsche», Oeuvres Complètes, VI, París, Gallimard, 1973, pág. 134.
- Ibíd.
- Véase Georges Bataille, Eroticism, trad. de Mary Dalwood, Londres y Nueva York, Marion Boyars, 1987, reimpr. 1990, pág. 63-70.
- Denis Hollier, Against Architecture: The Writings of Georges Bataille, trad. de Betsy Wing, Cambridge, Mass., MIT Press, 1989, págs. 87-88.
PRINCIPALES OBRAS
DE BATAILLE
Historia del ojo (1928),
Barcelona, Tusquets, 1986.
La experiencia interior (1943), Madrid, Taurus, 1989.
El culpable (1944), Madrid, Taurus, 1986.
Sobre Nietzsche (1945), Madrid, Taurus, 1989.
La parte maldita (1949), Barcelona, Icaria, 1987.
L'Abbé
C (1950), París, Minuit,
1950.
El azul del cielo (1957), Barcelona, Tusquets, 1985.
El erotismo (1957), Barcelona, Tusquets, 1988.
La literatura y el mal (1957), Madrid, Taurus, 1987.
Las lágrimas de Eros (1961), Barcelona, Tusquets, 1981.
El verdadero Barba-Azul: la tragedia de Gilles de Rais (1965), Barcelona, Tusquets, 1983,
Mi madre, Barcelona, Tusquets, 1986.
Madame Edwarda, seguido de El muerto, Barcelona,
Tusquets, 1988.
The College of Sociology, 1937-1939, ed. de Denis Hollier, trad. de Beisy Wing, Minneapolis,
University of Minnesota Press, 1988. Contiene textos de
Bataille y otros participantes en el College.
Teoría de la religión, Madrid, Taurus, 1991.
OTRAS LECTURAS
GILL, Carolyn (ed.), Georges Bataille: Writing and the Sacred, Londres
y Nueva York, Routledge, 1994.
HOLLIER, Denis, Against Architecture: The Writings of
Georges Bataille, trad. de Betsy Wing, Cambridge, Mass., MIT
Press, 1989.
LECHTE, John,
«Introduction to Bataille. The impossible as (a practice of) writing», Textual Practice, 7, 2 (verano de
1993), págs. 1973-1994.
PEFANIS, Julian, Heterology and the Postmodern: Bataille,
Baudrillard, and Lyotard, Sydney,
Allen & Unwin, 1991.
PLOTNITSKY, Arkady, Reconfigurations: Critical Theory and General Economy, Florida, University Press of
Florida, 1993.
RICHMAN, Michèle, Reading Georges Bataille: Beyond the Gift, Baltimore,
Johns Hopkins University Press, 1982.
STOEKL, Allan, «On
Bataille», Yale French Studies, 78 (1990). Colección
de artículos sobre Bataille.
Georges Bataille, Pensador maldito
ResponderEliminarEl 10 de setiembre de 1914, poco después de comenzada la Primera Guerra Mundial, el joven Georges Bataille cumple 17 años. No bien comienzan los bombardeos, Georges huye con su madre de su ciudad, Reims, abandonando a su padre, sifilítico y ciego, quien murió en la soledad y la indigencia un año más tarde. Ese mismo año se convierte al catolicismo y descubre, además, que su vocación es la escritura. Escribe Bataille en 1914: "En particular me propongo elaborar una filosofía paradójica". Y eso es lo que hará desde entonces y hasta su muerte, en 1962. Fue alternativamente seminarista y pornógrafo, marxista y libertario, místico y ateo, autodidacta y erudito, bibliotecario y poeta surrealista.
Su biografía intelectual podría dividirse en tres momentos: el primero entre los años 20 y 30, cuando a través de diversas revistas y asociaciones —como el Centro Comunista Democrático, que él mismo fundó en 1931, o la revista Documents—, comparte con los surrealistas el sueño de compatibilizar vanguardia artística y revolución social. En este período publica su primer libro, la Historia del ojo (1928), al tiempo que lee con fruición a Nietzsche, Freud y Sade. A fines de los 30, con la muerte de su mujer, sumada a la disolución del Colegio de Sociología Sagrada —que había fundado junto a Caillois y Leiris— y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Bataille se sumerge en una atormentada "experiencia interior" de la que dará cuenta con El culpable, La experiencia interior y Sobre Nietzsche. Al fin, durante la Guerra Fría polemiza con Sartre, funda la revista Critique e intenta sistematizar su pensamiento, sobre tres temas fundamentales: el erotismo, la muerte y el derroche.
Bataille fue una de las voces más lúcidas y originales del siglo XX, aunque su influencia crece considerablemente luego de su muerte, y sobre todo a partir de la edición en 1970 de los doce gruesos volúmenes de sus Obras completas, compilada y prologada por Michel Foucault. Allí conviven las novelas, la crítica, la filosofía, el diario personal, las polémicas y la poesía. Entre los libros traducidos al castellano figuran El erotismo, La literatura y el mal, La parte maldita, entre otros.
Clarín, Cultura y Nación, 14 de octubre de 2001