Cincinnati
(Estados Unidos), 18 de julio de 1922. Realizó su formación académica en la Universidad de
Harvard, donde se licenció en Física, obteniendo en 1949 el doctorado en
Humanidades. Ha sido profesor en las universidades de Berkeley, Princeton y Harvard,
y entre 1979 y 1991 trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Falleció el 17 de junio de 1996.
Probablemente
La estructura de las revoluciones científicas de Thomas S.
Kuhn sea el libro más importante y polémico en su género aparecido en los
últimos cuarenta años. Editado en 1962, desde entonces encendió los debates
entre filósofos, lógicos e historiadores de la ciencia. Es que la tesis
sustantiva de Kuhn apuntaba claramente al corazón del positivismo anidado en la
epistemología tradicional o clásica (más allá de Popper), que creyó siempre ver
en el desarrollo de las ciencias un progreso ininterrumpido, que podemos
denominar "por acumulación". Acumulación de conocimientos
–construcción "ladrillo a ladrillo", nos dice Kuhn– se produce en los
períodos tranquilos de la ciencia "normal", cuando los grandes
conceptos rectores, la visión de la comunidad científica acerca del mundo
natural, están sólidamente instalados, bajo el paraguas de uno o varios
"paradigmas". Es entonces cuando los científicos exploran las anomalías,
los puntos oscuros que las teorías no han podido resolver aún, y de cuya
resolución depende el "progreso científico".
Para esa labor, el paradigma científico
provee de una suerte de protección, el marco conceptual y epistemológico en el
que se discute la problemática; pues naturalmente hay muchas cosas para ser
resueltas por la labor y el esfuerzo cotidiano de físicos o biólogos. Son esos
"enigmas" que la ciencia normal transforma en el objeto de su
esfuerzo regular los que pueden calificarse de "anomalías" del paradigma
aceptado, ya que ningún paradigma resuelve el conjunto de cuestiones, sino que
provee de las herramientas, las técnicas y las reglas (incluidas, naturalmente,
las leyes) que permitirán la extensión continua del conocimiento.
Sin embargo, los científicos se guían por
más cosas que un conjunto de leyes y reglas. También los paradigmas proveen de
criterios para seleccionar los problemas que pueden ser resueltos, o pautas
para discernir qué preguntas pueden ser contestadas, o más aún, cuáles de ellas
tiene sentido formularse.
Agreguemos que entre los grandes conceptos
rectores de la labor científica están también otras creencias de aceptación
generalizada. La esperanza de encontrar un orden en la naturaleza, la de que
las cosas reales tienen simplicidad y armonía, regularidad y hasta simetría.
Todo esto es bastante común encontrarlo en la "ideología" subyacente
de los investigadores, esto es, en la mayoría de los paradigmas que guiaron el
avance de la ciencia en distintas épocas y que la investigación histórica
permite sacar a la luz.
Pero hay instantes cruciales en la historia
de la ciencia en los que la acumulación de preguntas hace estallar la capacidad
de respuesta del paradigma vigente. Son los períodos de crisis, cuando el
vertiginoso ritmo de la creación acumulativa de conocimientos se detiene. Allí
la ciencia "normal" se muestra impotente y emergerán uno o más
paradigmas alternativos. Es durante estas crisis cuando ciertas anomalías se
convierten en el objetivo principal de la disciplina, dado el carácter obsesivo
y recurrente con que la comunidad científica intenta resolverlas, girando
muchas veces sin perspectivas ciertas alrededor del enigma desafiante.
La emergencia de un nuevo paradigma es la
esencia misma de las revoluciones científicas. No es un proceso acumulativo. No
tiene normalmente como protagonistas a quienes se prepararon largamente en la
"ideología" del paradigma decadente, e implican la
"reconstrucción del campo" a través de nuevos fundamentos. Las revoluciones
científicas son entonces episodios de desarrollo no acumulativo en los que un
paradigma es desplazado por otro nuevo. Implican un cambio en el concepto del
mundo físico, y constituyen no solamente un instante crucial en la historia de
las ciencias sino también un mecanismo inevitable e ínsito del desarrollo
científico.
Kuhn se presenta a sí mismo, precisamente,
como un historiador de las ciencias. Reclama para semejante labor la necesidad
de un conocimiento acabado de la materia en estudio como de la naturaleza de la
investigación histórica. Porque las revoluciones científicas son invisibles a
los ojos de esa comunidad que constituyen los hombres de ciencia. Es natural;
han sido educados por los libros de texto y las publicaciones que responden
coherentemente al paradigma vigente y que presentan el conocimiento científico
como un proceso lineal de construcción "ladrillo a ladrillo".
Sólo la investigación histórica podrá entonces
desentrañar el verdadero papel de quienes provocaron alteraciones sustanciales
en la conceptualización científica, y con ello el contradictorio proceso del
desarrollo científico mismo. Pero no cabe duda de que Kuhn invade
conscientemente otros campos y cada vez más a partir de la publicación que le
diera celebridad. A la polémica implícita y explícita con el positivismo, se
agregará el debate con los "falsacionistas" como Popper.
Recuperando aportes significativos de Koyré,
Kuhn llegará a la conclusión de que la historia de la ciencia contradice la
lógica de la ciencia vigente. Por eso, cuando preguntamos a Aristóteles cuánto
sabe de física moderna "nos resulta bastante estúpido". Y por eso es
inevitable poner en cuestión el principio de transferencia.
Lo que distingue a dos paradigmas en pugna
durante una revolución científica es precisamente la inconmensurabilidad. Un
paradigma, insiste Kuhn, no puede ser "derrotado" por las sucesivas
pruebas de contrastación que implica la falsación popperiana, en tanto que
ningún paradigma elimina totalmente las anomalías. No hay entonces una cuestión
de desajuste más o menos grave entre la teoría y la realidad. Hay, sí, un
paradigma nuevo, en el cual las cuestiones relevantes son sencillamente
diferentes, las variables destacadas dejan de ser las antiguas, el lenguaje se
ha transmutado para que viejas palabras representen ahora otra cosa. Hay, en
fin, un cambio epistemológico. Kuhn sustituye de esta manera los patrones de
racionalidad científica por un patrón nuevo: el consenso de la comunidad
científica.
Todo conduce finalmente a cierto
"relativismo", pues no hay criterios objetivos lógicos para juzgar
los cambios de paradigma. Como tampoco para explicar la sobrevivencia evidente
en el tiempo de paradigmas contradictorios. Ni razones suficientes para
interpretar a las revoluciones científicas como un proceso que explique la
racionalidad y el carácter progresivo de la ciencia. En todo caso, quedará
después de La estructura de las
revoluciones científicas abierto el debate sobre este y otros temas.
Mientras tanto, el propio Kuhn se enfrascará
cada vez más en sus publicaciones posteriores, en cuestiones lingüísticas como
las que permitirían explicitar el verdadero contenido de la
inconmensurabilidad, abandonando las contribuciones históricas promisoriamente
abiertas en su célebre volumen.
Bibliografía:
- The Copernican Revolution: Planetary
Astronomy in the Development of Western Thought, 1957 (trad. esp., La Revolución copernicana: la astronomía planetaria en el desarrollo del pensamiento occidental, 1978).
- The Structure of the Scientific
Revolutions, 1962 (trad.
esp., La estructura de las revoluciones
científicas, 1971).
- The Essential Tension:
Selected Studies in Scientific Tradition and Change, 1977 (trad. esp., Tensión Esencial,
1982).
- Black
Body Theory & the Quantum
Discontinuity, 1978 (trad.
esp., Teoría del cuerpo negro y la discontinuidad cuántica, 1980).
- Segundos pensamientos sobre
paradigmas, 1978.
- La función del dogma en la investigación
científica, 1980.
- Qué son las revoluciones
científicas y otros ensayos, 1989.
Link al libro "La estructura de las revoluciones científicas":
ResponderEliminarhttps://www.bfa.fcnym.unlp.edu.ar/catalogo/doc_num.php?explnum_id=2721