Nació en Nueva York, Estados Unidos el 4 de octubre de 1931.
Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Yale. Profesor de Humanidades en la Universidad de
Virginia, trabajó durante veinte años en el Departamento de Filosofía de la Universidad de
Princeton. Fue profesor visitante en las universidades de Santa Bárbara
(California), Francfort y Heidelberg (Alemania). Falleció en Palo Alto, California, el 8 de junio de 2007.
Traducida a varios idiomas, la obra
de Richard Rorty ha alcanzado una proyección universal que no muchos filósofos
estadounidenses vivos han logrado. Su prosa provocativa, irónica e ingeniosa lo
convierte en un brillante expositor de sus ideas y de las de los otros. Formado
en la filosofía analítica anglosajona tradicional, se acerca luego al
pensamiento europeo. Sus héroes son, según él mismo lo indica hacia 1979,
Dewey, Wittgenstein y Heidegger. Inscrito en un pragmatismo actualizado,
Peirce, James y el ya nombrado Dewey son sus antecesores naturales. Influyeron
también en su pensamiento –por consenso o disenso– Hegel, Nietzsche, Sartre,
Foucault, Habermas, Derrida; y dentro de su misma procedencia, Sellars, Quine,
Putnam, y en sus últimas obras, sobre todo Davison. Agreguemos que Kuhn y
Feyerabend están, desde la epistemología, siempre presentes.
El giro lingüístico tiene una introducción cuyo título
es por demás significativo, aludiendo a las dificultades metateóricas de la
filosofía lingüística, entre las que se halla la de encontrar un lugar neutral desde el cual decidir la
corrección de un análisis del lenguaje. En el epílogo de 1990 a la tardía traducción
española, advierte divertido lo "en serio" que se tomó entonces el
mencionado "giro", atribuyéndolo a sus treinta y tres años de aquel
momento. Aquello de que los problemas de la filosofía son problemas del
lenguaje lo sorprende algo confuso por dos razones: porque tales problemas no
forman un "género natural", y porque no le parece ya que exista el lenguaje, una estructura terminada y
a mano de cualquier usuario. Más tarde, el "giro lingüístico" le
sonará a un intento desesperado de mantener a la filosofía como
"disciplina", y al filósofo como "profesional". Y con impertinencia pertinente se mofará de
quienes gastan tanta energía en resguardar un espacio a priori, atemporal, de las condiciones de posibilidad de la
actividad lingüística, en la que no tenga cabida ni la sociología, ni la
ciencia natural, ni el arte, ni la historia. Sólo el filósofo.
Todavía en La filosofía y el espejo de la naturaleza
Rorty admite que si bien el filósofo no es juez de la racionalidad y del resto
de la cultura, tiene con todo una tarea terapéutica legítima. Se trata de
situarse en un nuevo horizonte, no ya ahistórico, y en el que, por lo tanto, no
quepa hablar de fundamentación racional sino de justificación social. En ese
horizonte, el lenguaje no se verá como una representación
de la realidad, sino como un conjunto de juegos lingüísticos basados en
prácticas sociales regladas. La apropiación de una lengua y nuestra marcha por
el mundo son una y la misma cosa. Producto del tiempo y del azar, el lenguaje
no es un medio cada vez más adecuado
para espejar la realidad. Por eso, lo literal y lo metafórico, aceptando la
concepción del lenguaje de Davison, no son dos tipos de significado, sino su
uso habitual o inhabitual. La metáfora es un "ruido no familiar". Y por
esto mismo, en escritos posteriores, Rorty sostendrá que la filosofía es un
género literario, y el mundo un texto indefinidamente abierto. No hay cierre.
En realidad, el tema
conductor de La filosofía y el espejo
es declarar la muerte de la epistemología. En un claro desafío, Rorty propone
como sucesora a la hermenéutica, no para llenar el vacío, sino para ver qué
aspecto tienen las cosas cuando no se siente la exigencia de constricción y
confrontación, cuando no se cree en la posibilidad de que los discursos sean
conmensurables por reglas de un logos a
priori. Proponer la hermenéutica, la
interpretación, la comprensión, es convertir al filósofo en un intermediario
socrático entre discursos diferentes, que pueden llevar al acuerdo pero también
instaurar el desacuerdo, en una conversación
en la cual no vale un lenguaje universal normativo, sino el círculo en virtud del cual hablamos
desde una totalidad cultural e histórica que, circularmente, valida nuestra práctica discursiva.
Ya en los años ochenta
Rorty adopta el ensayo como género literario. Veremos enseguida que ello
responde a una nueva manera de hacer filosofía. Consequences of Pragmatism es un conjunto de ensayos cuya unidad
temática podría ser la siguiente: al ataque, ya aludido, a la arrogancia de una
filosofía que cree en específicos "problemas filosóficos", se agrega
la reflexión que tanto espacio ocupará en Contingencia,
ironía y solidaridad sobre la metáfora y la figura del "poeta
vigoroso", en palabras de Harold Bloom, que se crea a sí mismo a partir de
sus "marcas ciegas"; esto es, de su radical e irremediable
contingencia. Aparece además su apuesta por las virtudes y logros morales de la
democracia liberal.
Toda la habilidad y
sugestión retórica, la erudición deslumbrante, el carácter irritante pero al
mismo tiempo estimulante de la prosa de Rorty aparece en la última obra
mencionada y en los dos volúmenes de Philosophical
Papers. Dijimos antes que se trata ahora, en la posmodernidad, de hacer
filosofía de otra manera. En efecto, Rorty se burla de la obsesión de los
filósofos por los argumentos. En todo caso, se trata de convencer al otro de
adoptar otro léxico. Y de reemplazar la teoría argumentativa por la narración,
el relato, la historia. Todo argumento es circular porque todo enunciado
racional es una preferencia cultural. De la lógica al lenguaje y de éste al
juego, estético, ligero: éste parece ser el camino. Y si se trata de leer a
otros autores, lo único aceptable, en esta cultura liberal posfilosófica, es la
lectura débil. Cobran sentido de esta
manera términos tan sugestivos y útiles como “relectura”, “redescripción”,
“reescritura”, “recontextualización”. Abandonemos la Argumentación y la Objetividad. Optemos
por la solidaridad, y aceptemos que somos inevitablente etnocéntricos: es mejor
que creer que discurrimos en términos universales.
Por otra parte, ninguna
disciplicina, (tampoco la filosofía), puede unir en una perspectiva única lo
público y lo privado, la creación de sí mismo y la solidaridad. Un Nietzsche o
un Heidegger buscan la realización de sí y ven en la socialización algo que
violenta. Un Dewey o un Habermas, en los que predomina el deseo de una
comunidad más justa, ven irracionalismo y esteticismo en los intentos de
perfección privada. La cuestión es preguntarnos que aspecto cobran las cosas
cuando consideramos ambas exigencias como igualmente válidas. Surgirá entonces
una nueva figura de pensador, el ironista
liberal. Liberal porque considera que lo más abominable son los actos de
crueldad o humillación del otro; ironista porque se hace cargo de la
contingencia de sus deseos y creencias. Nace así una utopía liberal que no es
coincidencia con una verdad preexistente, sino una aventura histórica sin
término, en la que colaboran la novela, el periodismo, la televisión, el cine,
es decir, todos los discursos, y no en primer término el filosófico.
El mundo es una
creación lingüística, y ésta, creación no arbitraria, pero tampoco producto de
un criterio objetivo; más bien hábito o fisonomía histórica. Más que argumentar
bien, se trata de hablar epocalmente. En el caso de la democracia el problema
no es “fundamentarla desde la razón”, enunciado que pertenece a un léxico
viejo, sino redescribir sus prácticas y metas teniendo presente que somos
capaces de saber de la contingencia de nuestras convicciones y sin embargo
luchar por ellas. Esta redescripción postilustrada traslada la atención de la
ciencia al arte y a la política utópica, por lo tanto a zonas de la cultura que
exitan la imaginación.
De alguna manera, la
filosofía es crítica literaria porque proporciona elementos que amplian o
modifican el “léxico ultimo” de una persona o de una comunidad. A su vez, la
literatura abarca los textos que tienen relevancia moral, sugiriendo
revisiones. Esta nueva ubicación de la literatura lo ha conducido a recibir la
acusación de irresponsabilidad. La defensa de Rorty se sustenta en la
distinción de lo público y lo privado, distinción “última” del vocabulario del
autor, como señalamos antes. La obra de Foucault o la de Derrida son
irrelevantes para la vida pública y para las cuestiones políticas. Por eso, no
está de acuerdo con Habermas en que conduzcan a la desesperanza social. Lo que
está en juego en la polémica Rorty/Habermas es la concepción misma de la
filosofía. Para Habermas ésta tiene una fuerte función social; para Rorty no, o
sería mejor considerar que no la tiene. Escritores como Nabókov y Orwell
muestran mejor la tensión entre la ironía privada y la esperanza liberal.
Nabókov buscando la perfección, Orwell la libertad. Pero ambos difieren de Nietzsche,
Heidegger y Derrida en que el tema central es la crueldad y no la realización
de sí. Por eso no puede asombrarnos que Rorty sostenga que solidaridad es un
elemento retórico. Cuando se lo convierte en problema filosófico, en tema de
análisis conceptual, se buscan legitimaciones racionales como la de “comunidad
comunicativa” en el sentido de Habermas, y entonces se corre el riesgo de que
pierda su poder de exhortación y dé lugar a un cuestionamiento escéptico, en
momentos de incredulidad.
Agreguemos a lo
anterior que la fábrica de nuestras creencias son la percepción, la inferencia
y la metáfora. Las primeras dejan a nuestra manera de dividir el reino de las
posibilidades sin cambio. El lenguaje sería sólo el mapa del espacio lógico
posible. Pero si agregamos la metáfora como fuente del retramado de nuestras
creencias y deseos, ese espacio lógico quedará siempre abierto. Por otra parte
es conveniente reemplazar las metáforas visuales que remiten a la del “punto de
vista de Dios”, por las auditivas. Reemplazar la idea de que basta abrir los
ojos para contemplar la verdad por la de oír una voz de lejanías que surge de
una oscuridad irracional.
Rorty afirma que el
pragmatismo del siglo xx está en
condiciones de investigar y de oír. De hacer lugar tanto a la investigación
como a la poesía. Esta última no es metáfora caprichosa, sino auténtica
apertura de mundos, y por lo tanto actividad que “deja ser” nuevas especies de
entes. El inevitable etnocentrismo queda abierto así a la tolerancia y a la
ampliación.
Ninguna de las dos
tradiciones, ni la postanalítica que culmina con Davison, ni la
postniestzscheana de Heidegger y Derrida, hablan de relación sujeto-objeto, ni
de representación, ni de lenguaje como intermediario entre sujeto y objeto. La
recontextualización de Rorty se pregunta, en sus escritos más recientes, hasta
dónde puede caminar con esas tradiciones y cuándo debe abandonarlas, sobre todo
si se tiene en cuenta que el suyo es un proyecto utópico social-demócrata, como
dice a veces, o liberal.
La filosofía
universalista de búsqueda de las condiciones de posibilidad de la actividad
cognoscitiva o lingüística, para la cual la esencia de la racionalidad es la
discusión pública, haría bien en atender a lo que no es sino una débil sugerencia; débil en el sentido en
que lo usa un Vattimo: el aristotélico deseo de conocer es, en un posible
léxico nuevo, deseo de recontextualizar, el cual se manifiesta más en las artes
y en la literatura, en lo que tienen de creativo, que en las ciencias
naturales; lo cual, y ya de alguna manera lo dijimos, nos alejaría del
cientificismo para aproximarnos a una cultura poetizada. Por su misma toma de
posición Rorty no puede demostrar que eso sea mejor y que implique un progreso. Lo único que puede hacer es
redescribir algunas páginas de la filosofía y “hacer que parezcan” etapas de
una historia de poetización, creación y libertad. No la verdad. La libertad es
lo que nos debe guiar. Pero ésta, junto con la solidaridad, no se encuentra, se
construye a partir de lo pequeño y lo próximo.
Bibliografía:
- The Linguistic Turn, 1967
(trad. esp., El giro lingüístico, 1990).
- Philosophy and the Mirror of Nature, 1979 (trad. esp., La
Filosofía y el
espejo de la naturaleza, 1983).
- Consequences of pragmatism. Essays 1972-1980, 1982.
- Philosophy in History, 1984, con otros (trad. esp., La filosofía en la historia, 1990). - Contingency, Irony and Solidarity, 1989 (trad. esp., Contingencia,
ironía y solidaridad, 1991).
- Objetivity, Relativism and Truth. Philosophical Papers I, 1991.
- Essays on Heidegger and others.
Philosophical Papers II, 1991 (trad. esp., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, 1993).
- Rorty and Pragmatism. The
Philosopher Responds to His Critics, 1995.
- Achieving Our Country: Leftist Thought in
Twentieth Century America ,
1998.
- Truth and Progress: Philosophical Papers III,
1998.
- Philosophy and Social Hope,
2000.
- Against Bosses, Against Oligarchies: A
Conversation with Richard Rorty, 2002.
- The Future of Religion
(with Gianni Vattimo), 2005.
- Philosophy as Cultural Politics Philosophy as
Cultural Politics: Philosophical Papers IV, 2007.
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