Nueva York, Estados Unidos, 31 de julio de 1912. Estudió
primeramente en las universidades de Rutgers y Chicago, doctorándose en
Filosofía y Letras por la Universidad de Columbia en 1946. Entre 1937 y 1945
fue investigador en el National Bureau of Economic Research, Nueva York.
Catedrático en las universidades de Minnesota (1945-1946) y Chicago (1946-1977). y del Instituto Hoover (1977-2006). Entre las innumerables distinciones que ha obtenido por su labor
académica y científica se pueden mencionar la Clark Medal, Chicagoan of the
Year y Private Enterprise Exemplar Medal. Ha recibido además el Premio Nobel de
Economía de 1976. Murió en San Francisco el 16 de noviembre de 2006.
¿Cómo encarar el comentario de una obra tan
rica en calidad y cantidad como la de Milton Friedman? En este caso, se puede pedir
ayuda a una célebre distinción que practicó Schumpeter.
En
efecto, el gran economista austríaco diferenciaba la visión (preanalítica) del análisis
(la caja de instrumentos). El análisis se vinculaba al desarrollo de la
logística conceptual, entre otros factores, que permitía encarar el fenómeno económico;
la visión constituía el "eje de concepción" que actuaba como savia del edificio analítico y que recibía inspiraciones de orden
filosófico, político y social.
En
Friedman, la función del "consumo permanente", la función de
"demanda de dinero", la regla de crecimiento del dinero, son aspectos
analíticos o de fuente analítica; pero estarían sujetos "en el
aire" si no se los remite a una visión
que los integre y apoye.
En
términos de "visión", Friedman aparece como el líder de la contrarrevolución económica (antikeynesiana) y un "cruzado" monetarista. Entrado el segundo tercio del
siglo, las variantes del keynesianismo imponían algo así como un paradigma o un
consenso dominante. Pese a esto Friedman, inscrito en la tradición de la
Escuela de Chicago (aunque Patinkin relativizó esta tradición), escribía
trabajos recogidos en Studies in the Quantity Theory of Money, en los que se revalorizaba la teoría cuantitativa de la
moneda. La contrarrevolución económica se ponía en marcha; irrumpía una nueva (o no tan
nueva) visión económica.
La visión que hasta ese momento
dominaba –la de Keynes– consideraba al capitalismo como intrínsecamente inestable.
Esto, analíticamente, tenía que ver con el rechazo keynesiano de la
vieja teoría cuantitativa de la moneda, que concebía el pleno empleo como un
dato seguro, que computaba expectativas ciertas y estáticas, y que fijaba de facto la constancia de la velocidad de la circulación (V) o de su
inversa: los saldos monetarios retenidos (K).
La teoría cuantitativa reputaba
al dinero como neutral y concluía
siendo una teoría del nivel de precios a largo
plazo. Keynes demostró que
el dinero no es neutral, y que se lo demanda como un activo. Además de los motivos "transacción" y
"precaución", hay un motivo "especulación" que alimenta la
demanda de dinero, y que se vincula con las expectativas sobre las tasas de
interés futuras y con la incertidumbre en general. La tasa de interés se
determina al enfrentarse la oferta de
dinero no consumido por los motivos transacción y precaución con la demanda
apoyada en el motivo especulación.
De la relación entre el tipo de
interés y la eficiencia marginal del capital surgía el nivel de inversión, que
a través del "multiplicador", impactaba en el nivel de empleo
(apareciendo éste como un factor variable). Ningún
automatismo capitalista aseguraba
un tipo de interés tal que habilitara necesariamente una inversión suficiente
para deparar pleno empleo. Podía ayudar a veces el aumentar la cantidad de
dinero, pero el efecto buscado (caída de las tasas de interés) corría riesgo de
frustrarse por la presencia de la "trampa de liquidez". Entonces
debía irrumpir el Estado con la inversión pública actuando como estabilizadora.
El Estado estabilizaba el capitalismo.
Friedman impugna esta noción de
inestabilidad del capitalismo, entendiéndolo a través de las fuerzas y de la
iniciativa privadas. Le sirve la estabilidad que cree encontrar en la velocidad
de circulación (V), y que Keynes refutaba. Friedman recoge la teoría
cuantitativa de la moneda, pero remozándola. Surge una "nueva" teoría
cuantitativa que será una teoría de la "demanda de dinero" o del
"ingreso nominal", recogiendo así elementos keynesianos. Friedman es
un cuantitativista después de Keynes.
El líder de la contrarrevolución
económica meterá las distintas formas de riqueza –con sus rendimientos– en la
función de demanda de dinero, y pondrá atención en M/p: los saldos monetarios reales,
que expresan el poder de compra de una masa de dinero sobre la cesta de
bienes. Tales saldos varían lentamente, dependiendo de factores a largo
plazo (aquí está la estabilidad de la velocidad de circulación, pero sobre
bases menos mecánicas que en la vieja exposición cuantitativista). Frente a
aquéllos, la oferta de moneda puede
afrontar cambios sustanciales y frecuentes.
El neocuantitativismo busca
enfocar la determinación del ingreso nominal, tal como se expresó antes. Cuando
aumenta la oferta monetaria, con cierto retraso, se incrementa la producción;
y, con un retraso mayor, aumentan los precios. De esta manera Friedman acepta
que el dinero no es neutral hasta cierto punto y que puede influir en un
aumento de la producción; pero el efecto a la postre se frustra y comienzan los
precios a subir. En definitiva, la moneda
carece de un potencial sustantivo para hacer
crecer la producción.
En rigor, la "no
neutralidad" del dinero es percibido por Keynes a través de la tasa de
interés que impacta en el proceso inversor, manejando una gama muy estrecha de
alternativas de colocación: dinero-bonos. Friedman multiplica grandemente las
alternativas, y los diferentes activos son sustitutos muy próximos. Más que una
"tasa de interés" hay "numerosas" tasas. Por eso, el nexo
"tasa de interés-inversión" tiene una importancia menor, con lo cual
el aumento de dinero tiende a canalizarse, en definitiva, hacia un mayor gasto
y consumo de bienes.
Podemos ir extrayendo las
conclusiones:
1. Un brusco aumento de la
cantidad de dinero, impacta algo al principio en la producción de bienes, pero
a la postre genera inflación, porque las personas observan que en la relación
M/p, el numerador ha aumentado y entonces gastan ese excedente. El
dictum es inapelable: la inflación, a largo plazo, es "siempre y en
todo lugar un fenómeno monetario".
2. La intervención
estabilizadora del Estado es vana, lo que es ratificado por el denominado
"consumo permanente". Los consumidores no se atienen a influencias
transitorias para consumir sino a expectativas de ingreso de más largo plazo.
Por ende cualquier intento de incidir en el consumo por vía fiscal, es neutralizado
por actos de "ahorro-desahorro".
3. Por lo tanto, la moneda es el
mejor estabilizador. Pero siempre que no
se guíe por vicisitudes coyunturales. Nadie conoce bien los efectos de
eventuales cambios en la cantidad de dinero en el plano coyuntural. El análisis
de Friedman respecto de la Gran Depresión, demuestra, no que el dinero fuera
inocuo para estabilizar, sino que la
política monetaria, bien encarada,
tiene un potencial estabilizador
clave.
4. La curva de Phillips tiene un
alcance explicativo parcial. Con ella se quería explicar el compromiso entre
inflación y empleo. Pero, dice Friedman, sólo se obtiene un mayor empleo cuando
juega una inflación inesperada. Cuando la inflación es "esperada", el
efecto empleo desaparece. Luego, a largo plazo, la curva de Phillips es vertical. El desempleo existente es inabsorbible; traduce la tasa natural de desempleo.
Hemos repasado algunos
instrumentos analíticos usados por Friedman. La visión que los alienta y a la que aquéllos apuntan es clara: el capitalismo, en sus fuerzas intrínsecas
(privadas), es estable. La
intervención del Estado para estabilizar termina en su contrario. Y un
mecanismo rector para que funcione ese automatismo estabilizador (o
autorregulador) es la regla monetaria de
un crecimiento a tasa constante de la
cantidad de dinero (reforzada con
encajes monetarios del 100 %). Éste es un mejor estabilizador que la injerencia
estatal. A su vez, alteraciones a corto plazo de la regla expuesta terminan
frustrándose en cuanto a sus objetivos.
¿Y por
qué "sirve" la susodicha regla monetaria? Porque, en definitiva, lo
que acontezca con la producción no es un fenómeno monetario, sino que responde
a los factores reales de crecimiento.
Y tales factores se relacionan con la capacidad creadora y de iniciativa de un
pueblo, plasmándose a través de los mecanismos de mercados competitivos y del
juego de precios relativos. Estos factores tienen "su ritmo"; no
pueden "apurarse" artificialmente. ¿Que los mercados reales no son competitivos? No importa:
una teoría es más valedera por sus consecuencias lógicas que por el realismo de
sus supuestos. El análisis cuadra desde los
mercados competitivos.
La
obra de Friedman es portentosa. Éste ha sido un repaso mínimo. Los componentes
del edificio analítico son múltiples y densos, pero bien trabados entre sí,
expresando asimismo una visión muy contundente que opera como aliento básico.
Con
lo que hemos visto, más otras propuestas referentes a la anulación de las
regulaciones industriales y a la abolición de los controles cambiarios y
accionarios, de los salarios mínimos y de los precios sostén, de las escuelas
públicas y del servicio militar obligatorio, del impuesto sobre las ganancias
de las empresas, de los impuestos sobre las importaciones, de los cambios fijos,
de los controles de precios, de rentas y de intereses, de la seguridad social
actual; referentes al apoyo al libre comercio irrestricto; a la defensa del
impuesto "negativo" para los pobres; a la recomendación de un
impuesto de tipo fijo sobre la renta total; al estímulo de las políticas
"antitrust"; a la postulación del soporte fiscal de escuelas
privadas; a la admisión de la indexación de variables; a la legalización de la
venta de drogas, etc., es dable constatar que Friedman ha construido un
poderoso arsenal en base a una gran riqueza analítica y a una poderosísima
visión preanalítica, para reconstruir la autoconvicción del capitalismo sobre
sus fuerzas más conspicuas: las de la iniciativa privada. Así ha contribuido
grandemente al desplazamiento del paradigma keynesiano.
De
todas formas, el enorme esfuerzo intelectual de Friedman ha incidido
prevalentemente en tal desplazamiento porque ha esgrimido un cuerpo de ideas
que parecía interpretar mejor los acontecimientos de los años setenta, algunos
de los cuales ya se esbozaban en la década anterior. Resulta visible ahora que
más inflación y más desempleo iban juntos
(no funcionaba el "compromiso" de la curva de Phillips en su
trazo normal), y adicionalmente, como el propio Friedman señalaba, el
"desarreglo" generado por la inflación contumaz perturbaba la
producción, surgiendo la estanflación. A
esto cabía añadir que el desarrollo de la seguridad social, las fuertes
regulaciones y las elevadas tasas impositivas sobre los ingresos de las
inversiones frustraban los incentivos para ahorrar e invertir. El Estado, emergía en la nueva instancia como una rémora para el crecimiento. Como dijo Lawrence Klein, las condiciones de los años treinta
estimularon el alza de la revolución keynesiana, mientras la de los setenta
darían empuje a "otras políticas" (monetaristas). Este empuje se
prolongó hasta los ochenta; ¿seguirá el mismo paradigma en los años noventa?
Bibliografía:
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(trad. esp., Paradojas del dinero, 1992).
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