Economista estadounidense, nacido en Ontario
(Canadá), el 15 de octubre de 1908. Se educó en las universidades de Toronto y California y
enseñó economía desde 1934 hasta 1942, primero en la Universidad de Harvard y
después en la Universidad de Princeton. Fue miembro del Comité de Asesoramiento
de Defensa Nacional y de la Secretaría de Regulación de Precios, de otros
organismos nacionales de Estados Unidos. De 1942 a 1948 fue miembro del consejo
editorial de la revista Fortune.
En 1949 volvió a Harvard como profesor de economía. De 1961 a 1963, dejando
Harvard, fue embajador en la India. Murió en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, el 29 de abril de 2006.
La obra de John Kenneth Galbraith es crítica
por definición. Su planteamiento no es sustancial, sino relacional, ya que se
entiende en relación con algo sustantivo con vocación esencial y por lo tanto
superable: la concepción del mercado como esfera autónoma y autosuficiente. No
se puede pensar en Galbraith sin recurrir a Milton Friedman, de la misma manera
que no se puede leer a los demócratas liberales del siglo pasado sin utilizar
el marco teórico crítico del conflictualismo de izquierdas.
Sin
embargo, lo novedoso es que la crítica de las formas de liberalismo de la
segunda mitad del siglo xx
emprendida por J. K. Galbraith no parte de una concepción dialéctica sino
liberal, por lo que su enfoque no presupone una dinámica histórica
preexistente, sino el análisis de un contexto específico: los Estados Unidos de
la inmediata posguerra (The Affuent
Society y The New Industrial State) y de fin del siglo xx (The Culture of Contentment).
Lo que resulta sorprendente es el carácter culturalista que la obra de J.
K. Galbraith adopta, con un código y un lenguaje más cercanos a las ciencias
sociales que a la ciencia económica.
Desde la segunda guerra mundial, el conductismo invade desde las
ciencias naturales y la psicología al pensamiento político; posteriormente, en
los años setenta, con la decadencia del paradigma pluralista, el modelo
neoliberal sitia las ciencias sociales desde la econometría, en una época en la
cual James Buchanan o Robert Axelrod eran lectura obligada de todo cientista
político imbuido de las estrategias de las elecciones racionales. Para esta
visión, la ciencia política no era disciplina que procuraba analizar el grado
de desarrollo de los sistemas políticos, sino que pretendía establecer fórmulas
de estabilización para acrecentar el grado de certeza y expectabilidad de los
mecanismos de toma y daca de las sociedades democráticas. Lo público pasaba a
ser leído bajo el prisma de la privado. El Estado debía retirarse para dar
lugar a una sociedad autosuficiente, justa y empresaria.
J.
K. Galbraith, en The Culture of Contentment, adopta una postura militante, ideológicamente liberal aunque
muy rigurosa y exhaustiva en su distanciamiento del modelo neoliberal;
adoptando los Estados Unidos de los últimos cincuenta años como unidad de
análisis. Las hipótesis centradas de Galbraith resultan análogas a las
sostenidas por el marxismo en su crítica del modelo liberal clásico; sin
embargo, en ningún momento sus planteamientos se separan de los lineamientos
liberales tradicionales. Su crítica surge dentro de este paradigma. La
hipótesis central de The Culture of
Contentment postula que el
Estado en el modelo neoliberal actúa en favor de "la cultura de la
satisfacción". El Estado es un instrumento de sujeción de una clase sobre
otra, a la que Galbraith ni siquiera se anima a denominar como tal; por lo que
emplea el término de "subclase funcional". Lo público se convierte en
un fetiche que oculta bajo una superficie mediática y satisfecha, una sutil
matriz de estrategias hegemónicas. En este sentido, el Estado se convierte en
el guardián del dualismo social, vigente en el liberalismo. En esta sociedad
existe una fragmentación que representa no solamente una cuestión moral, sino
que refleja la precariedad de la modernización económica.
La
apertura y la desregulación pontificadas por el neoliberalismo profundizan aún
más las ya graves desigualdades sociales en el interior de las sociedades,
consolidando una subclase funcional (algo que nos remite a la noción marxista
de "ejército de reserva del proletariado") que no sólo aparece como
condición de existencia de los "satisfechos", sino que se transforma
en un arma de chantaje cuyo objetivo es perpetuar su poder político. Esta
subclase resulta políticamente invisible aunque no estadísticamente. La clase
predominante es la clase media, una clase formada por individuos satisfechos y
consumistas, lo suficientemente amplia para controlar el proceso de
reproducción del sistema, manteniendo a la subclase en un estado de continuo y
respetuoso sometimiento. La brecha entre ambas "sociedades" es
gigantesca, constituyendo una fuente de deslegitimación del sistema y de
potencial desestabilización.
La
formulación de Galbraith no es sólo crítica sino también programática, ya que
propone varias formas de aliviar el peso de los satisfechos sobre los
marginados. Algunas de estas formas que reducirían la brecha social tienen que
ver con eventuales recortes al presupuesto militar y con los consecuentes
incrementos de la inversión en viviendas, nuevos empleos y bienes de capital.
Pero la forma más efectiva de reducir el moralmente injustificable dualismo
social debe ser la adopción de políticas fiscales progresivas a través de las
cuales el mayor peso recaiga sobre los ricos en favor de los pobres. Ésta sería
la manera se superar la "política económica del goteo" postulada por
el modelo neoliberal y que plantea que "si uno alimenta el caballo con
avena de sobra, algo acabará cayendo en el camino para los gorriones". Sin
embargo, las políticas fiscales progresivas son impensables en la cultura de
los satisfechos, una cultura de corto plazo por definición y narcisista por
principio. Debido a esto podemos afirmar que el pronóstico de Galbraith (a
diferencia del que Marx hiciera en el siglo pasado ante una problemática
análoga) resulta profundamente pesimista. Galbraith destaca que el bloque del
neoliberal ve la regulación como un elemento ideológico y demoníaco, cuando en
realidad en la actualidad es una cuestión del más puro pragmatismo. El modelo
neoliberal es universalmente aceptado de manera irracional, ritual y casi
religiosa, lo que queda resumido en el epígrafe con que comienza el capítulo
cinco de The Culture of Contentment: "Los disparates de los ricos
pasan en este mundo por sabios proverbios". Como tanto en esta obra como
en The Affluent Society destaca la ideología y tendenciosa utilización que
históricamente se viene haciendo de la teoría económica, en la mayoría de los
casos resulta un constructo representacional cuya verdadera finalidad es
constituirse en una estrategia política de legitimación y justificación de un
determinado estado de cosas. Es Galbraith quien se encarga de esta manera de
desenmascarar la ciencia económica y su supuesto halo de transparencia y divina
objetividad. A pesar de esto, en The
Affluent Society destaca el
profundo descreimiento de la teoría económica histórica respecto de los ideales
que afirman la autonomía del mercado. Por esto Galbraith afirma que la fe en el
mercado no es más que un acto de voluntad impuesto políticamente y convertido
en doctrina oficial dominante.
Como
en todo imperio fundamentalista, lo irracional termina por convertirse en
delictivo. Lo que en The Affluent Society y The New Industrial State se entendía como prácticas
irracionales que conllevaban a la legitimación social de cárteles y monopolios,
en The Culture of Contentment se
convierte en las prácticas criminales de los junk bonds y las políticas de funciones de los años ochenta en las
cuales el Estado es cómplice de los más grandes delitos cometidos a la luz de
día y en nombre de la libertad. Resulta sorprendente que para un resignado
liberal como Galbraith el sistema de libre empresa asuma con orgulloso
mesianismo el derecho de causarse a sí mismo y a la colectividad daños
irreversibles.
En The New Industrial State aborda las nuevas problemáticas del Estado en
el siglo xx, postulando como
variable independiente la tecnología. El libro fue escrito a fines de los años
sesenta, por lo que la crítica no tenía por objeto al modelo estatal
ultramínimo sino al Estado de bienestar, ya en abierta crisis. Es en este
contexto donde su planteamiento trata de superar la dialéctica
capitalismo-socialismo, no entendiendo por ella ni dos formas paradigmáticas
enfrentadas ni dos formas de capitalismo, sino una pugna entre una civilización
industrial tecnológica y científica, y una civilización humana y comunitaria.
Es en medio de estos dos universos donde los instrumentos deben actuar de
bisagra. Quizá la hipótesis central del libro apunte específicamente a la
amenaza que los medios de comunicación y la tecnología representan para el
ideal del individuo atómico, maximizador de beneficios del liberalismo
lockeano. Para Galbraith, la opulencia que sobrevino al modelo keynesiano del
pleno empleo y apuntalamiento de la demanda agregada presenta un lado oscuro:
la necesidad de estabilizar esta última, para lo cual todos los medios resultan
legítimos. En una comunidad rica, el gasto y por lo tanto la demanda, son menos
confiables que en las sociedades pobres. El nuevo Estado industrial es el
Estado en el que las grandes empresas aspiran a tener poder de veto y en el
cual lo público se ve crecientemente amenazado. Entre los mecanismos de control
del mercado utilizados por estas empresas podemos citar: a) la publicidad, por
medio de la cual las empresas crean identidades, voliciones y necesidades, b)
el control de las fuentes de materias primas, c) el control de la oferta y de
los precios, d) la cooperación interempresarial que se orienta a la eliminación
de la imprevisibilidad del mercado.
El
mundo de las grandes empresas es un mundo análogo al que John Locke concebía
como el estado de naturaleza en el cual los sujetos económicos interactúan
cooperativamente por interés. Siguiendo la lógica de Locke, Galbraith afirma
que la existencia de un Estado regulador responsable puede ser un contrapeso
eficaz para este poder, estableciendo un difícil pero democrático equilibrio
entre las esferas de lo público y lo privado. Esto es algo que Galbraith ya
había empezado a desarrollar en American
Capitalism, al mismo tiempo
que en The Affluent Society afirmaba que en Estados Unidos se
había llegado a un nivel de desarrollo económico en el cual las políticas
económicas deberían estar orientadas más a la provisión de mejores servicios y
menos a la producción de bienes de consumo.
En The Culture of Contentment, el estadio de civilidad lockeana da
lugar a la desresponsabilización y desafección del Estado, dejando a discreción
del mercado los asuntos que competen a la colectividad: lo que en este juego de
analogías correspondería a un Estado de naturaleza hobbesiano en donde las
prácticas no cooperativas y de destrucción mutua son una posibilidad inminente.
A partir de las postulaciones de Galbraith, sorprendentemente desde la teoría
económica norteamericana, el pesimismo se convierte en el más militante de los
realismos.
Galbraith dedicó toda una vida a puntualizar que el mercado no debe ser
autónomo ni autosuficiente y que lo privado necesita la regulación de lo
público, ya que aquél, furiosamente desatado, no sólo provoca marginación sino
también autodestrucción. En definitiva, tras cuatro libros en los cuales
analiza la relación entre lo público y lo privado, John Kenneth Galbraith
afirma que el modelo neoliberal es sencillamente suicida.
Bibliografía:
American
Capitalism,
1951 (trad. esp., El capitalismo
americano, 1972).
The Great Crash:
1929, 1955 (trad. esp., El crac del 29, 1983, 3ª. ed.).
The Affluent
Society, 1958; 2ª. ed. revisada, 1969 (trad. esp., La sociedad opulenta, 1969). The New
Industrial State, 1967 (trad. esp., El
nuevo estado industrial, 1967).
Ambassadors
Journal: A Personal Account of the Kennedy Years, 1969.
A China Passage,
1973.
Economics and the
Public Purpose, 1973.
Money: whence it
came, where it went, 1975 (trad. esp., El dinero: de dónde viene, adónde va, 1976).
The Age of
Uncertainty, 1977 (trad. esp., La época de la incertidumbre,
1979).
A Life in Our Times, 1981 (trad. esp., Memorias. Una vida de nuestro tiempo, 1982).
Anales de un liberal impenitente, I: Temas económicos, 1982; II: Historia
personal, 1983.
Anatomy of Power,
1985.
Naciones ricas,
naciones pobres, 1986.
A History of
Economics, 1991 (trad. esp., Historia de la economía, 1993, 7ª. ed.).
The Culture of
Contentment, 1992 (trad. esp., La cultura de la
satisfacción, 1994, 6ª.
ed.).
A Journey Through Economic Time, 1994 (trad. esp., Un viaje por la economía de nuestro
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A short history of financial euphoria, 1994.
The Big Idea, 1996.
The Good Society: the humane agenda, 1996.
The Economics of Innocent Fraud, 2004.
The Big Idea, 1996.
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The Economics of Innocent Fraud, 2004.
OBRAS DE FICCIÓN:
Tenured Professor, 1991
(trad. esp., El profesor de Harvard, 1991).
Triumph. A Novel,
1993 (trad. esp., El triunfo, 1994).
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