Paulo Reglus Neves Freire nació en Recife,
capital del estado brasileño de Pernambuco, una de las partes más pobres de
este extenso país latinoamericano, en 1921. Aunque criado en una familia de
clase media, Freire se interesó muy pronto por la educación de las poblaciones
pobres de su región. Tras haber realizado estudios jurídicos, desarrolló un
“sistema” de enseñanza para todos los niveles de educación. Fue encarcelado en
dos ocasiones en su propio país y se hizo famoso fuera de él. Actualmente,
Paulo Freire es sin duda el educador más conocido de nuestra época.
Los fundamentos de su “sistema” se basan en
que el proceso educativo ha de estar centrado en el entorno de los alumnos.
Freire supone que los educandos tienen que entender su propia realidad como
parte de su actividad de aprendizaje. No basta con suponer que un estudiante
sabe leer la frase “Eva ha visto un racimo de uvas”. El estudiante debe
aprender a entender a Eva en su contexto social, descubrir quién ha trabajado
para producir el racimo y quién se ha beneficiado de este trabajo.
Ese “sistema” le valió el exilio en 1964,
tras haber pasado 75 días en prisión, acusado de ser “un revolucionario y un
ignorante”. Después de este episodio pasó cuatro años en Chile y uno en los
Estados Unidos. En 1970 se trasladó a Ginebra donde trabajó en el Consejo Ecuménico
de las Iglesias. En 1980 volvió al Brasil para “reaprender” su país.
Paulo
Freire ha publicado un amplio conjunto de obras que se han traducido a un total
de 18 idiomas. Más de 20 universidades de todo el mundo le han dado el título
de doctor honoris causa. Su publicación más conocida, Pedagogía del
oprimido, está dedicada a los parias de la tierra y a los que se
identifican con los pobres, sufren con ellos y luchan por ellos.
En 1989 fue nombrado Secretario de
Educación de Sâo Paulo, el estado más poblado del Brasil. Durante su mandato
realizó una importante tarea para llevar a la práctica sus ideas, revisar el
programa de estudios y aumentar los sueldos de los educadores brasileños.
Paulo
Freire es un hombre dotado de un gran sentido del humor, pero al que subleva cualquier
tipo de injusticia. Tiene cinco hijos de su primera esposa, Elza. A la muerte
de ésta, contrajo matrimonio con una ex alumna, Ana María.
El presente perfil tiene por finalidad
profundizar en la personalidad de Paulo Freire, realizar una especie de
reconstrucción arqueológica del hombre y su obra.
Impresiones
e influencias precoces
Paulo Freire nació el 19 de septiembre de
1921, en Recife, de un padre oficial de la policía militar. Freire y sus
hermanos fueron educados en la tradición católica por su madre. Su padre estaba
en estrecha relación con los círculos espirituales de la ciudad.
Recordando la firme posición de la figura
del padre en las familias brasileñas de clase media, Freire suele observar que
su propio padre siempre estaba dispuesto a hablar con su familia y que crió a
sus hijos con autoridad, aunque también con comprensión. ¿Fue esto una primera
iniciación a una cierta concepción de la comunicación?
Escribiendo con un trozo de madera en la
arena palabras del universo cultural del niño, su padre le enseñó el alfabeto
antes de que Paulo empezara a ir a la escuela. Después dividía estas palabras
en sílabas y las reunía formando otras palabras. ¿Habrá que ver ahí las
primicias de un futuro “método” de alfabetización?
Durante la crisis económica mundial de
1928-1932, los Freire intentaron mantener su nivel de vida de clase media, pero
su madre a veces tuvo grandes dificultades para atender las necesidades de la
familia. Se trasladaron a provincias, a la vecina ciudad de Jaboatão, donde la vida
era menos cara. Como consecuencia, Freire perdió dos años de estudios
secundarios.
Hasta el fin de este ciclo de estudios,
pasaba por ser un estudiante mediocre. A la edad de 20 años empezó a estudiar
derecho, pero tuvo que interrumpir los estudios varias veces por razones
económicas, al tener que ganarse la vida y contribuir a la economía familiar
desde una temprana edad.
Según información proporcionada por él
mismo en esta época estuvo muy influido por el abogado y filósofo Rui Barbosa y
el médico Carneiro Ribeiro. Ambos eran grandes intelectuales brasileños que
influían más allá del ámbito de sus propias disciplinas. El título de
licenciado en derecho permitió a Freire enseñar en las escuelas secundarias
brasileñas. De 1944 a
1945 enseñó el portugués. Era además el abogado de un sindicato y daba
conferencias sobre cuestiones jurídicas a los sindicalistas de los suburbios de
Recife.
En 1944 se casó con una maestra de
enseñanza primaria, Elza María Oliveira. En sus notas autobiográficas indica
que era “católica como él”. Ella lo alentó en su análisis sistemático de los
problemas pedagógicos. Hasta su muerte repentina, en 1986, su influencia en la
labor práctica y teórica de Freire fue muy grande.
Las relaciones de Freire con los sindicatos
dirigidos por el Estado le ayudaron a obtener un puesto en el Serviço Social da
Indústria (SESI) en calidad de jefe del departamento de educación y cultura. En
1954 fue nombrado director de esta institución, de la que dimitió después de
recibir críticas por su modo de administración democrático, abierto y libre.
En las
guarderías y escuelas del SESI Freire intentó obtener la participación de alumnos
y padres de alumnos en los debates acerca de cuestiones de educación y
sociedad.
Trabajar con niños significaba para él
tener en cuenta también su entorno social y familiar. Los problemas como la
malnutrición y el trabajo infantil sólo podían resolverse mediante la participación
de los padres.
En el marco de los llamados “clubes de
trabajadores”, Freire y sus colegas intentaron conseguir que los trabajadores
industriales “examinaran sus problemas individuales y temas generales”. Intentó
decir a los trabajadores que no debían dejar totalmente en manos del SESI la
responsabilidad de resolver sus problemas. Ellos mismos debían tratar de
superar las dificultades y obstáculos. La finalidad de esta labor era “integrar
al trabajador en el proceso histórico” y “alentarle a organizar personalmente
su vida en la comunidad”.
A pesar del carácter restringido del
entorno institucional del SESI, Freire puso de manifiesto que los principios
del diálogo, la “parlamentarización” y el autogobierno podían conseguirse en
parte dentro de esos límites institucionales. Estos tres principios debían ejercerse
para alcanzar “la democratización real en el Brasil”.
Además de su labor en el SESI, Freire
trabajó en otros contextos para participar en el “despertar democrático” del
Brasil. Influido por el pensador católico Alceu de Amoroso Lima y el maestro de
la “nueva escuela” Anísio Teixeira, trabajó en diversas parroquias de Recife, participando
en iniciativas de base, de inspiración católica sobre todo. En este contexto podemos
citar como ejemplo el proyecto que organizó con sacerdotes y laicos de la
parroquia “Casa Amarela” de Recife. En este proyecto, siete unidades de
educación de la parroquia, desde la guardería hasta la educación de adultos,
colaboraron en el desarrollo de un programa de estudios y en la formación de
maestros. Los resultados de este proyecto tenían que compartirse con otros
grupos a los que debía alentarse a colaborar en materia de organización y
contenido. Freire llamó a esta forma de unión “parlamentarización de los
participantes”. En este tipo de trabajo se utilizaban técnicas como grupos de estudio,
grupos de acción, mesas redondas, debates y tarjetas temáticas.
De esta forma, Freire y sus colaboradores
empezaron a hablar de un “sistema” de técnicas de educación, del “sistema Paulo
Freire” que podía aplicarse a todos los niveles de la enseñanza formal y no
formal. Posteriormente, en los decenios de 1970 y 1980, su técnica de
alfabetización, un elemento del sistema, recibió el nombre de “método Paulo
Freire”, mientras que la conscientização se convirtió en sinónimo de
revolución. Debido a ello, dejó de utilizar estas expresiones y destacó el
carácter político de la educación y la necesidad de “reinventarla” en función
de las circunstancias históricas.
En la
universidad
Los esfuerzos de Paulo Freire por reformar
la educación, así como sus actividades en el SESI y en el movimiento laico de la Iglesia católica hicieron
que fuera nombrado profesor de pedagogía a tiempo parcial en la Universidad de Recife.
Las autoridades universitarias deseaban trabajar con alguien que tuviera
experiencia y un enfoque reformista, de forma que esas ideas pudieran darse a
conocer mejor en otros lugares, por ejemplo en la universidad o en la Escuela de Bellas Artes
(1955).
La vida política del Brasil en el decenio
de 1950 y principios del de 1960 se caracteriza por la “emergencia del pueblo”
para los defensores de un modelo de desarrollo auténtico del país. Este grupo
de intelectuales, en el que figuraban Hélio Jaguaribe, Anísio Teixeira, Roland Corbisier
y Alvaro Vieira Pinto, basaba sus ideas en sociólogos y filósofos europeos como
Karl Mannheim, Karl Jaspers, Gunnar Myrdal y Gabriel Marcel y surgió en torno
al Instituto Superior de Estudios Brasileños (ISEB) de Río de Janeiro. En la
universidad, Freire mantuvo contactos con representantes de éste y otros
movimientos políticos contemporáneos. Después de sus actividades en el
movimiento católico laico, empezó a leer cada vez más a autores de la izquierda
católica, como Jacques Maritain, Thomas Cardonnel, Emmanuel Mounier y sus intérpretes
brasileños radicales, como Alceu de Amoroso Lima, Henrique Lima Vaz, Herbert José
de Souza y otros.
El Club de Estudiantes Católicos (JUC) era
una de las organizaciones más radicales durante ese periodo de inquietud social
y política. Los estudiantes exigían reformas fundamentales de la universidad,
la salud y los servicios sociales y la vivienda. A diferencia de lo ocurrido en
tiempos anteriores, en que los estudiantes se limitaron a proponer
resoluciones, ahora visitaban los suburbios para debatir los problemas con sus habitantes
y lanzaban campañas para dar a conocer las condiciones miserables de vida que
en ellos reinaban.
Durante el tiempo que estuvo en la universidad,
Freire fue conociendo cada vez mejor las ideas del movimiento estudiantil
católico radical, amplió sus estudios de los clásicos católicos y nacionalistas
y sistematizó su pensamiento y acción.
En sus ensayos de esa época ya puede
adivinarse el estilo literario que lo caracteriza. A la luz de su experiencia
práctica, pondera una gran diversidad de teorías y escritores, articulándolos
de una forma que se ajusta a sus propias observaciones, lo que no deja de provocar
controversias. No obstante, él nunca negó ser un ecléctico que cita pasajes
escogidos de las premisas de autores como Jaspers y, posteriormente, Marx. No
quería adherirse al marxismo o al existencialismo por el solo hecho de haber
encontrado algunos puntos interesantes en los escritos de esos dos autores.
Este eclecticismo y la obligación de
“teorizar” que le impuso la cultura entonces dominante en su universidad de
origen, quizás expliquen la tendencia de Freire a oscurecer su trabajo práctico
con “prosa filosófica plúmbea”. Su estilo literario crea confusión entre los
lectores. Su influencia es mayor cuando aparece personalmente e imparte
conferencias y cursos, gracias a los cuales consigue reunir un grupo abnegado
de seguidores que desean experimentar y proseguir el espíritu de su obra. En
este sentido, su prestigio es similar al de muchos otros grandes educadores de
nuestro siglo, como Montessori. Cada uno en su época, estos “reinventaron” la
educación como arte, ciencia y política.
A diferencia de lo que ocurría con muchos
de sus colegas, Freire consideraba que las actividades políticas de los
estudiantes dentro y fuera de la universidad constituían una parte necesaria e
importante de la fase de transición del Brasil hacia una sociedad democrática.
Consideraba importante que los problemas
nacionales se debatieran en la universidad. En vez de intentar restaurar el
orden con medidas disciplinarias, buscaba soluciones para el problema más
acuciante del país, a saber “la educación del pueblo” junto con los estudiantes.
Freire trató detenidamente su concepto de
la educación en su tesis doctoral (1959) que no fue aprobada por la comisión
universitaria. Esta decisión fue bastante lógica habida cuenta de las críticas
que formulaba Freire sobre el estado de subdesarrollo de la estructura
universitaria brasileña, que no estaba a la altura de las esperanzas de la
“fase de transición”.
No obstante, Freire tuvo la oportunidad de
proseguir su labor en la universidad gracias a su amistad con João Alfredo
Gonçalves da Costa Lima que, a partir de 1962, fue vicecanciller y después
canciller de la
Universidad de Recife. Freire fue nombrado consejero especial
de relaciones con los estudiantes y posteriormente, en 1962, director de los
servicios de extensión de la universidad.
Al igual que cuando estuvo en el SESI, no
se limitó al marco de su actividad profesional para fomentar la transición
brasileña. Cuando en 1960 la administración municipal de Recife, dirigida por
el izquierdista Arraes, fundó el Movimiento de Cultura Popular (MCP), Freire
fue uno de sus cofundadores y un decidido partidario.
Paulo Freire trabajó en el departamento de
educación en calidad de coordinador de proyectos de educación de adultos. Apoyó
con entusiasmo la iniciativa de fundación del MCP, que consideraba como “acción
del pueblo”. No obstante, los militantes católicos, protestantes y comunistas
del MCP interpretaron de formas diferentes sus tareas educativas y de organización.
Un libro de texto para la alfabetización de adultos originó un conflicto en el departamento
de Freire en lo relativo al proceso de instrucción y concientización cultural.
Los autores de este texto (Godoy y Coelho,
1962) habían escogido un enfoque político directivo con cinco palabras
“generadoras”: povo (pueblo); voto; vida; saúde (salud)
y pão (pan). Utilizando las sílabas de estas palabras, construyeron
frases como “el voto pertenece al pueblo”, “el pueblo sin hogar vive en
tugurios”, “en el nordeste sólo habrá paz cuando se resuelvan de raíz los
problemas del pueblo” y “la paz se construye sobre la justicia”, que se suponía
inspiraban el debate político y constituían su estructura y contenido.
Freire se opuso firmemente a transmitir
mensajes a los analfabetos, pues los mensajes tienen siempre “efectos
domesticadores”, vengan de donde vengan, tanto de la izquierda como de la
derecha. Por ambos bandos se exigirá la aceptación incondicional de sus
doctrinas y será el principio de la manipulación. Para Freire, en 1961, evitar
la manipulación significaba dos cosas: las convicciones y las opiniones, es
decir, el programa, tienen que proceder directamente del pueblo, lo que
significa que el programa tiene que ser elaborado directamente por él; las
convicciones y opiniones deben corresponder a la fase de “transición” que a
juicio del ISEB y de los católicos radicales atravesaba el Brasil en aquella
época.
Sin embargo, Freire no consiguió transmitir
esta opinión. Una parte del MCP empezó a utilizar el método directivo,
basándose en la doctrina del partido leninista. Treinta años más tarde, Freire
experimentaría un conflicto similar. Como consecuencia de ello, redujo su colaboración
con el MCP y empezó a elaborar sus propias ideas con ayuda del personal de la oficina
de extensión de la
Universidad. Considerando que el hombre tiene la capacidad
innata de razonar, ya había realizado experimentos sobre las reacciones
visuales y auditivas de las personas que aprenden a leer y a escribir. En uno
de sus primeros experimentos comentó a su empleada doméstica analfabeta una
diapositiva en la que figuraba un muchacho y la palabra portuguesa
correspondiente (menino). Tras repetir numerosas veces las diferentes
sílabas de la palabra y después la palabra entera, Freire observó que María se
daba cuenta de cuándo faltaba alguna sílaba y que de esta forma había aprendido
que la palabra se compone de sílabas.
Pero todavía carecía del estímulo que debía
permitirle despertar el interés de una persona analfabeta por las palabras y
las sílabas. Faltaba la “presentación” de los términos. En su labor en el SESI
y en el MCP se había dado cuenta de que muchos trabajadores se interesaban por
las cuestiones “políticas” cuando se referían directamente a sus necesidades y dificultades,
y se presentaban en lo que actualmente llamamos los medios de comunicación (películas,
diapositivas, etc.). Asimismo, recordaba su propio primer contacto con el mundo
de las palabras. Era preciso mostrar imágenes sobre los problemas reales de la
gente y leer y escribir palabras que expresasen esos problemas.
La experiencia también le demostró que no
era suficiente empezar con un examen intensivo de la realidad. Los analfabetos
están muy influenciados por el fracaso en la escuela y en otros entornos de
aprendizaje. Para reducir estas inhibiciones y poner en movimiento un impulso
motivador, Freire realizó experiencias para entender la diferencia entre la
capacidad de los seres humanos y de los animales en sus entornos respectivos.
Esta diferencia, que pone de relieve el nuevo interés por artesanía tradicional
(cerámica, tejido, trabajo de la madera, cantos, teatro de aficionados, etc.),
fue inicialmente enunciada y descrita desde el punto de vista teórico por el
sociólogo alemán Max Scheler: el hombre como creador de cultura.
Freire empezó a experimentar su nuevo
enfoque de la alfabetización en un círculo cultural que él mismo coordinaba y a
cuyos miembros conocía personalmente. En sus publicaciones, entrevistas y
conferencias, sólo se refiere esporádicamente, citando lo dicho por algunos
miembros, a esta primera aplicación de su método de alfabetización en el
“Centro de Cultura Dona Alegarinha”, uno de los círculos culturales del MCP
donde se discutían los problemas de la vida diaria del barrio de Poço da Panela,
de Recife.
El
éxito
Freire afirma que un participante, sólo
después de haber seguido un curso de alfabetización durante 21 horas, pudo leer
artículos periodísticos sencillos y escribir frases cortas. En especial, las
diapositivas despertaron gran interés y contribuyeron a la motivación de los participantes.
Después de 30 horas de curso (una hora por día, cinco días a la semana), el experimento
se dio por finalizado. Tres participantes habían aprendido a leer y escribir.
Podían leer textos cortos y periódicos, y escribir cartas. Dos participantes
habían abandonado el curso. Así nació el “método” Freire de alfabetización.
Hasta su aplicación en la ciudad de Diadema
(estado de São Paulo) en los años 1983-1986 y, en parte, en el discutido marco
del MOVA de la ciudad de São Paulo (1989-1992) durante la “administración Freire”,
las diversas fases del método siguieron siendo las mismas, si bien hubo cambios
de orden y de contenido debido a la situación socioeconómica de los diferentes
lugares de formación. Estas fases pueden resumirse como sigue:
- Los
educadores observaban a los participantes para adaptarse al universo de su
vocabulario;
- se
llevaba a cabo una difícil búsqueda de palabras y temas generadores, a dos
niveles: riqueza silábica y elevado grado de participación de la experiencia;
- se
procedía a una primera codificación de esas palabras en imágenes visuales, que
alentaban a los participantes “sumergidos” en la cultura del silencio a
“emerger” como autores conscientes de su propia cultura;
- se
introducía el “concepto antropológico de la cultura” con su diferenciación
entre el hombre y el animal;
- se
decodificaban las palabras y temas generadores en un “círculo de cultura” bajo
el discreto estímulo de un coordinador que no era un “maestro” en el sentido
convencional sino un educador-educado en diálogo con educandos-educadores;
- se
producía una nueva codificación creativa, explícitamente crítica y encaminada a
la acción, en la que los ex analfabetos empezaban a rechazar su papel de
simples “objetos” en la naturaleza y de la historia social. Empezaban a
convertirse en “sujetos” de su propio destino.
El “método” tuvo un éxito arrollador en
todo el Brasil. Gracias a él, toda la población analfabeta –40 millones de
personas en aquel momento– podría alfabetizarse (y así tener derecho de voto) y
adquirir conciencia de los problemas del país. Las fuerzas reformistas e izquierdistas
apoyaron a Freire y a su equipo, a los que se encargó la tarea de aplicar un
plan nacional de alfabetización (1963). Afluyó dinero de todas partes, entre
otras de la oficina regional de Recife, de Alianza para el Progreso, de las
administraciones reformistas del nordeste y del gobierno populista federal del
Brasil, de João Goulart (Manfredi, 1976).
Aunque ya era el coordinador nacional de la
campaña de alfabetización en el Movimiento de Educación Popular, en rápido
crecimiento, Freire era muy consciente de los problemas a los que podría
enfrentarse la aplicación nacional de su método o de cualquier otro que
partiera, como el suyo, de la base. Los escasos resultados alcanzados en una campaña
experimental llevada a cabo en Brasilia plantearon claramente un dilema al ya famoso
educador nacional cuya “acción cultural para la libertad” era difícil de
aplicar en el sistema de educación administrado por el Estado.
El golpe militar contra el gobierno federal
de marzo de 1964 puso fin al gran experimento. La segunda oportunidad de Freire
de ocupar un elevado puesto administrativo sólo llegaría 25 años después y le
plantearía el mismo dilema.
El
exilio
Encarcelado dos veces por los militares por
su “método subversivo”, Freire encontró protección en la Embajada de Bolivia, la
única que le brindó asilo político. El propio Gobierno boliviano contrató sus
servicios como asesor del Ministerio de Educación. Pero 20 días después de
llegar a La Paz
fue testigo de su segundo golpe de Estado, en esa ocasión contra el Gobierno
reformista de Paz Estensoro.
CHILE
Freire decidió buscar refugio en Chile,
donde a raíz de la victoria de una alianza populista cristianodemócrata Eduardo
Frei acababa de ocupar la presidencia. Freire estuvo en Chile cuatro años y
medio trabajando en un instituto gubernamental llamado ICIRA (Instituto de Capacitación
e Investigación de la
Reforma Agraria ) y en la Oficina Gubernamental
Especial de Educación de Adultos, dirigida por Waldemar Cortéz. Fue profesor de
la Universidad Católica
de Santiago y trabajó como asesor especial de la Oficina Regional
de la UNESCO
en dicha ciudad.
En su segundo país de exilio, Freire se
dedicó principalmente a la educación de campesinos adultos. El proceso de
modernización capitalista de la agricultura chilena había introducido nuevas
máquinas y conocimientos en el campo pero la estructura salarial y de la propiedad
seguía siendo la misma. Por esta razón, Freire propuso un proyecto educativo
que destacaría esta contradicción y fomentaría el debate para superarla. Empezó
a comprender que las reformas iniciadas por la “Alianza para el Progreso”
norteamericana no eran sino una fachada para que el Norte dominara al Sur de
manera sutil, moderna y técnico-científica. La tecnología exportada a América
del Sur bajo el nombre de “asistencia técnica” se utilizaba como un instrumento
para mantener la dependencia política y económica, lo que explica el interés
puesto por Freire en su concepto de “invasión cultural” que figura en las
primeras obras que publicó después de irse del Brasil.
Durante este periodo, Freire analizó la
cuestión de la “extensión en medio rural”, como resultado de lo cual publicó ¿Extensión
o comunicación? (primera edición en español, ICIRA, en 1969) sobre la
comunicación entre el técnico y el campesino en una sociedad agraria en desarrollo.
Según él, el concepto de extensión de la cultura y el concepto de comunicación
de la cultura son opuestos. A su juicio, el primero es “invasor” mientras que
el segundo fomenta la concientización. La interacción del campesino con el
agrónomo debe promover el diálogo.
No es posible aprender si el conocimiento
está en contradicción con la vivencia personal. El agrónomo-educador que no
conoce el mundo del campesino no puede tratar de cambiar la actitud de este
último. La intención de Freire era destacar los principios y fundamentos de una
educación que fomente la práctica de la libertad. Esta práctica no debe
reducirse a un simple apoyo técnico, sino incluir el esfuerzo personal de
descifrarse a sí mismo y a los demás.
En 1967, Freire fue por primera vez a los
Estados Unidos de América como conferenciante invitado a participar en
seminarios de universidades de diversos estados. Su primer libro, La
educación como práctica de la libertad (publicado en 1968, en Chile), había
sido bien acogido en los círculos intelectuales de Santiago, Buenos Aires,
México y Nueva York. En 1969 recibió una carta invitándole a impartir clases
durante dos años en la Universidad
de Harvard. Ocho días después, el Consejo Mundial de las Iglesias, establecido
en Ginebra (Suiza), organización que en aquel momento desempeñaba una
importante función en el proceso de liberación de las ex colonias africanas, le
ofreció un puesto de asesor de dedicación completa.
LOS
ESTADOS UNIDOS DE AMERICA
Paulo Freire estaba sumamente interesado en
“experimentar” la cultura norteamericana, en descubrir el Tercer Mundo
(ghettos, tugurios) en el Primer Mundo. Al mismo tiempo, lamentaba perder el
contacto con ciertas experiencias pedagógicas concretas de los países en
desarrollo. No le satisfacía irse de América del Sur únicamente para estudiar
en bibliotecas. En consecuencia, dijo a la Universidad de Harvard
que sólo podría estar seis meses.
En Harvard trabajó en calidad de profesor
del Centro de Estudios del Desarrollo y el Cambio Social. Allí terminó la
versión definitiva de su obra Cultural Action for Freedom (1970), en la
que opone vigorosamente su idea de acción cultural al imperialismo cultural, un
tema que pudo estudiar concretamente en los Estados Unidos. Medio año después,
fue nombrado asesor de la recientemente establecida subsección de educación del
Consejo Mundial de las Iglesias. Entre otras funciones, desempeñó las de asesor
de educación de gobiernos de países del Tercer Mundo.
Sólo después de 1970 la teoría y práctica
pedagógica de Freire empezó a ser reconocida en todo el mundo. En el exilio,
escribió sus obras más famosas: La educación como práctica de la libertad y
Pedagogía del oprimido. La primera es una compilación de ideas ya
expuestas anteriormente en diversos artículos y en su tesis doctoral (1959).
Presenta una propuesta pedagógica para el Brasil en la fase de transición de la
sociedad agraria colonial a una sociedad independiente e industrializada. Los
tres problemas principales de esta fase –industrialización, urbanización y
alfabetización de las masas rurales y urbanas– tienen que resolverse mediante
la construcción de esa nueva sociedad. La democracia tiene que aprenderse por
la práctica.
Diez años después, en su Pedagogía del
oprimido (original portugués de 1968, primera edición en inglés y español
en 1970) abogó en favor de una pedagogía revolucionaria que tiene como objetivo
la acción y reflexión consciente y creativa de las masas oprimidas acerca de su
liberación.
En su obra La educación como práctica de
la libertad, Freire afirma que ciencia y educación son relativamente
neutrales, mientras que en Pedagogía del oprimido se convierten en armas
tácticas en la lucha de clases. De centrarse en la relación y la oposición naturaleza/cultura,
hombre/animal (el objetivo de la educación sería la liberación cultural del hombre
como medio de liberación social), Freire pasa a centrarse en la liberación respecto
de los mecanismos de opresión de la estructura social al servicio de las clases
dominantes (el objetivo de la educación es ahora facilitar la transformación
radical de la estructura social).
Los trabajos del período brasileño de
Freire, hasta 1964, comportan varios postulados epistemológicos, especialmente
en relación con el concepto de la transitividad crítica:
a) el desarrollo y ejercicio de una
conciencia crítica es el producto del “trabajo educativo crítico”;
b) la tarea de la educación como instrumento
del proceso del desarrollo de la conciencia depende de dos actitudes y
actividades básicas: la crítica y el diálogo;
c) una conciencia crítica es característica
de las sociedades que poseen una verdadera estructura democrática. Estos postulados
son indisociables de la convicción de que “la razón humana” es perfectamente capaz
de descubrir “la verdad”. Partiendo de esta convicción pudo desarrollar su
propio método de alfabetización.
El “Freire exiliado” hace mayor hincapié en
el tema hegeliano del opresor interiorizado (en vez de simplemente “la cultura
del silencio”) en las estructuras socioeconómicas capitalistas (en vez del
ideal de libertad en términos de democracia occidental). También destaca el
carácter político de la ciencia y la educación.
Cuando vivía en el Brasil, antes de 1964,
Freire era muy consciente de los costos políticos y las dificultades de su
programa pedagógico. Sin embargo, sus postulados epistemológicos le hicieron
interpretar estos escollos como algo accidental que forzosamente se eliminaría
mediante la oposición táctica a la dictadura y sus intereses conexos. Al
adoptar explícitamente una nueva perspectiva política, variaron sus postulados
teóricos en lo que respecta a la ideología y el conocimiento. Freire pasó de la
“táctica” a la “estrategia”. El “proceso de concientización” se convirtió en
sinónimo de lucha de clases. La interacción cultural pasó a ser revolución
política. Esto se refleja especialmente una vez más en el concepto de Freire de
transitividad crítica, que en sus primeras obras tenía mucho en común con la
noción de actitud científica (Dewey). Posteriormente, la conciencia transitiva
crítica se convirtió en conciencia revolucionaria.
La evolución de los fundamentos
epistemológicos también se refleja en el cambio de referencias teóricas y de
fuentes bibliográficas registrado entre La educación como práctica de la
libertad (Scheler, Ortega y Gasset, Mannheim, Wright Mills, Whitehead,
etc.) y Pedagogía del oprimido (Marx, Lenin, Mao, Marcuse, etc.), aunque
esto no significa necesariamente que la primera de las obras citadas hubiese
dejado de ser pertinente. Esta variación tuvo consecuencias importantes en lo
que respecta al sentido y a las ramificaciones de algunos conceptos clave. El
concepto de transformación que aparece en La educación como práctica de la
libertad significa participación e integración en un sistema democrático,
es decir, una especie de enfoque liberal. En Pedagogía del oprimido y
otros ensayos ulteriores la transformación incluye la posibilidad de subversión
y revolución, es decir, una opción y práctica política “radical”. En Pedagogía
del oprimido, los intereses de Freire giran en torno de los tres siguientes
temas principales: la concientización, la revolución y el diálogo y cooperación
entre la vanguardia y las masas para mantener el espíritu de la revolución.
Paralelamente a este cambio hacia el
radicalismo revolucionario del pensamiento de Freire, también se produce una
variación con respecto al significado y consecuencias del propio concepto de
concientización. La praxis educativa se convierte en una praxis más revolucionaria
y se hace mayor hincapié en la cuestión del compromiso en favor de los oprimidos.
En su carta de aceptación al Consejo Mundial de las Iglesias, Freire, de conformidad
con su nuevo pensamiento, destaca de forma enfática: “Ya deben saber que he adoptado
una decisión. Mi causa es la de los parias de la tierra. Deben saber que he
optado por la revolución”.
GINEBRA -
AFRICA
En Ginebra, un grupo de brasileños
exiliados, entre ellos Freire, fundaron el IDAC, el Instituto de Acción
Cultural, con objeto de ofrecer servicios de educación, especialmente a países
del Tercer Mundo en lucha por su plena independencia. Esta lucha tenía que
basarse en el proceso de concientización como factor tendencial de revolución
en los sistemas de educación. Freire fue elegido presidente del IDAC.
En los años siguientes, el IDAC alcanzó tal
nivel de popularidad, y tantas peticiones de colaboración, que casi se
convirtió en una entidad organizadora de seminarios y cursillos destinados a
difundir por todo el mundo la idea de concientización. A Freire no le gustaba
el hecho de convertirse gradualmente en el “gurú” de una comunidad
internacional de seguidores que consideraban su labor como el nuevo evangelio
de la liberación y que no intentaban reinventar sus ideas en su propio
contexto. En esa época, Paulo Freire incluso dejó de utilizar el término de
conscientización porque no quería contribuir a la idea de que bastaría con interpretar
críticamente el mundo, sin transformar al mismo tiempo las estructuras sociales
consideradas opresoras.
A Freire le complació mucho que en 1975
Mário Cabral, entonces Ministro de Educación de Guinea-Bissau, le invitara,
junto con sus colaboradores, a contribuir a la elaboración de un programa
nacional de alfabetización. Esta colaboración fue muy enriquecedora para el
equipo del IDAC, y para los maestros, los alumnos y los administradores del
sistema educativo de aquel pequeño país africano. La insuficiencia de recursos
materiales, el bajo rendimiento de algunos maestros y los vestigios de la
antigua ideología en el proceso de desarrollo del país fueron registrados y
examinados. África proporcionó a Paulo Freire y a sus colaboradores el terreno
práctico para nuevas experiencias que tanto habían deseado.
En el exilio, Freire experimentó a fondo la
dialéctica entre paciencia e impaciencia. Es necesario ser impacientemente
paciente, dijo en una ocasión; y es necesario ser pacientemente impaciente. Una
persona desterrada que no sepa aprender esta lección puede considerarse como
realmente perdida. Si se rompe esta relación, si se tiende a ser solo paciente,
la paciencia se transforma en anestesia que lo transforma en visionario. Si,
por el contrario, se tiende a ser solo impaciente, existe el peligro de caer en
el activismo, el voluntarismo y el desastre. El único camino es el que conduce
a “una armonía de los contrarios”.
Entre 1975 y 1980, Freire también trabajó
en Santo Tomé y Príncipe, Mozambique, Angola y Nicaragua. En todas partes, no
sólo fue un técnico, sino también un militante que combinó su compromiso con la
causa de la liberación y el amor por pueblos antes oprimidos.
El Estado africano de Santo Tomé y Príncipe,
recientemente liberado de la colonización portuguesa, encargó a Freire un
programa destinado a fomentar la alfabetización. Los resultados de este
programa rebasaron las esperanzas. Cuatro años después, Freire recibió una
carta del Ministro de Educación en la que le decía que el 55% de los alumnos de
las escuelas ya no eran analfabetos, así como el 72% de los graduados. Estos resultados
eran parecidos a los obtenidos en el pequeño círculo cultural de Poço de
Panela, antes mencionado.
En agosto de 1979, Freire visitó el Brasil
durante un mes. Después volvió a Ginebra para estudiar con su familia, el IDAC
y el Consejo Mundial de las Iglesias su vuelta definitiva al Brasil, que tuvo
lugar en marzo de 1980.
De
vuelta al Brasil
Freire llegó al Brasil cuando el Movimiento
de Educación Popular, que había ayudado a fundar en los primeros años del
decenio de 1960, registraba un segundo periodo de influencia en un momento de
crisis económica que incitaba a los militares a ceder el poder. Freire tuvo que
“reaprender” su país, pero pronto descubrió a los mismos actores sociales en el
decenio de 1960, aunque con un peso político diferente.
La clase trabajadora del Brasil, que
durante el régimen militar (1964-1984) tuvo que asumir la principal carga del
“milagro brasileño” y que todavía sigue sufriendo la “crisis de la deuda del
Brasil”, parecía mejor organizada y tenía proyectos políticos propios. Entre
ellos figuraba la fundación de un nuevo partido político, el Partido de los
Trabajadores (PT), del que Paulo Freire fue miembro fundador en 1980.
La clase media (que registraba
considerables pérdidas de ingresos) volvió a radicalizarse y se unió a la clase
trabajadora, llegando a ser el sector más activo en el proceso de recuperación
de la democracia (1978-1984).
La mayor parte de la burguesía nacional
había colaborado con el gobierno militar, colaboración que ya había empezado
antes de 1964 como consecuencia del ímpetu que entonces registraba el
movimiento popular. Una vez más, intentó desempeñar un papel importante y más
independiente en la economía y la política, aunque siempre vigilando de cerca a
sus homólogos internacionales, especialmente de los Estados Unidos de América.
Como había ocurrido en el decenio de 1950 y
los primeros años del de 1960, la burguesía nacional no tomó normalmente parte
en la empresa educativa. Su ayuda consistió principalmente en apoyo político y
financiero. Hoy día los tres sectores sociales contribuyen a su modo al
Movimiento de Educación Popular del Brasil, remodelando su forma y definiendo
sus objetivos.
En las elecciones municipales de 1988, el
Partido de los Trabajadores obtuvo la mayoría en la ciudad de São Paulo. La
nueva alcaldesa, Luiza Erundina de Sousa, nombró a Paulo Freire Secretario de
Educación, el 3 de enero de 1989. Freire dimitió dos años después, el 27 de
mayo de 1991, para reanudar sus actividades universitarias, sus conferencias y
para escribir. Le sucedió su ex jefe de gabinete, Mário Sérgio Cortella. El Partido
de los Trabajadores perdió las elecciones municipales de noviembre de 1992. En
unos comicios libres, un ex alcalde de São Paulo durante el régimen militar
obtuvo la mayoría de votos de una población compuesta principalmente por
trabajadores, una cuarta parte de ellos desempleados, y clase media. ¿Cómo pudo
el proceso de concientización abocar a tan mal resultado tras algunos años de
administración de la educación “con el método Freire”?
Torres (1991) al hacer balance analiza la
situación de forma un tanto sibilina:
“Con gran
frecuencia, la competencia técnica en el contexto de reformas educativas políticamente
viables y finalmente realizables se contrapone con los principios éticos
derivados de las creencias de justicia social y equidad para todos en el
contexto de las democracias políticas y económicas. En ocasiones los proyectos
de reforma viables políticamente, basados en una ética de simpatía democrática,
carecen de competencia técnica, lo que hace inevitable el fracaso. Por último,
proyectos competentes técnicamente y correctos éticamente pueden no ser fáciles
o viables políticamente y permanecer en el reino de las ilusiones, los sueños o
el inconsciente de profesionales, maestros y políticos”.
Como 30 años antes, en Recife, la educación
popular desarrollada dentro de los límites de instituciones del Estado no
consigue un resultado fructífero. Ello se debe esencialmente a las divergencias
ideologías dentro del partido gobernante, a las dificultades que plantean las relaciones
de trabajo entre el sector público y los movimientos sociales, a los conflictos
inevitables entre la reforma económica y una superestructura que no ha cambiado
(Secretaria Municipal de Educaçao, 1989) y la necesidad de “reinventar el
poder”. Incumbirá a otros educadores progresistas la tarea de continuar la
labor emprendida por Freire y su equipo de São Paulo.
Conclusión
Debemos ante todo a Freire el haber
concebido y experimentado un sistema de educación, así como una filosofía
educativa, durante varios años de participación activa en América Latina.
Su labor se desarrolló ulteriormente en los
Estados Unidos de América, Suiza, Guinea-Bissau, Santo Tomé, Nicaragua y otros
países del Tercer y del Primer Mundo. El interés educativo de Freire se centra
en las posibilidades humanas de creatividad y libertad en medio de estructuras
político-económicas y culturales opresivas. Su objetivo es descubrir y aplicar
soluciones liberadoras por medio de la interacción y la transformación social,
gracias al proceso de “concientización”, definido como el proceso en virtud del
cual el pueblo alcanza una mayor conciencia, tanto de la realidad sociocultural
que configura su vida como de su capacidad de transformar esa realidad. Esto
supone la praxis, entendida como la relación dialéctica entre la acción y la
reflexión. Freire propone un enfoque de la praxis de la educación en el que la reflexión
descansa en la acción y la reflexión crítica se basa en la práctica.
El sistema de educación y la concepción de
la educación de Freire tienen sus orígenes en múltiples corrientes filosóficas,
como la fenomenología, el existencialismo, el personalismo cristiano, el
marxismo humanista y el hegelianismo, cuyo análisis detallado superaría el
marco del presente artículo. Freire participó en la introducción en el Brasil
de doctrinas e ideas europeas, que adaptó a las necesidades de una situación
socioeconómica específica, ampliándolas y centrándolas para abrir nuevas
perspectivas incluso para los intelectuales y pensadores de la educación de
Europa y de América del Norte.
Mal que les pese a muchos universitarios
tradicionalistas del Primer Mundo su filosofía y “sistema” se han vuelto tan
corrientes y universales que los “temas generadores” que propuso han
constituido el centro de los debates sobre la pedagogía crítica durante los
últimos 30 años. Desde que se fue al exilio, el alcance de sus trabajos
trascendió las fronteras del Tercer
Mundo, contrariamente a los reproches que le hacía H. Giroux todavía en 1981,
quien sin embargo solía ser favorable al enfoque de Freire.
Habida cuenta de que Freire trabajó en
culturas educativas específicas y escribió acerca de ellas, existe el
sentimiento de que sólo ha desarrollado las partes de su teoría que son pertinentes
para la situación social en que llevaba a cabo su labor, y que en consecuencia “sólo”
existe una síntesis de las perspectivas educativas que se refieren a dichas
culturas, pero no una verdadera sociología, o filosofía de la educación. Sus
escritos guardan relación con sus convicciones y no siempre están argumentados
según los cánones universitarios tradicionales.
Su destino personal (exilio, prisión)
contribuyó sin duda al clima místico que rodea su obra. No obstante, ésta no
posee un marco teórico sólido ni siempre se llevó a cabo y evaluó de forma que
permitiera una confirmación objetiva. Freire es una personalidad muy carismática,
con un talento singular para entender, tratar e interpretar situaciones y
procesos educativos. Desde que volvió del exilio, ha desarrollado su concepción
de la educación en múltiples entrevistas publicadas en numerosas revistas y
libros.
No existe una presentación sistemática de
su teoría a partir de ese periodo. Todavía es preciso estudiar más a fondo la
cuestión de si se puede llevar a cabo una labor radical de educación en el
marco de instituciones estatales o de proyectos financiados por el Estado.
Freire ha vivido diversas formas de
opresión. Debería utilizarlas para formular su crítica y un análisis
institucional de las formas en que las ideologías dominantes y opresivas están incorporadas
en las normas, procedimientos y tradiciones de las instituciones y de los
sistemas.
De este modo, debería continuar siendo el
utopista que es, manteniendo su fe en la capacidad del pueblo de expresar su
opinión, y así volver a crear el mundo social que conduzca a una sociedad más
justa.
Paulo Freire falleció en São Paulo el 2 de
mayo de 1997.
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