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domingo, 7 de octubre de 2012

Lévi-Strauss, Claude






Claude Lévi-Strauss nació en una familia judía belga el 28 de noviembre de 1908 en Bruselas. Sus padres eran artistas, de modo que, mientras aprendía a leer y escribir, el futuro antropólogo tenía un lápiz o un pincel en la mano.
Aunque terminó su agrégation en la Sorbona a principios de los años 30, el deseo de escapar de las ortodoxias filosóficas entonces en vigor en París (neokantismo, bergsonismo, fenomenología y, más adelante, existencialismo) le impulsó en 1934 a aceptar un puesto de profesor de antropología en la Universidad de São Paulo. Posteriormente, tras cumplir el servicio militar en Francia, Lévi-Strauss huyó de la persecución y se refugió en Estados Unidos, donde enseñó entre 1941 y 1945 en la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales de Nueva York. En 1941 conoció a Roman Jakobson, que sería una influencia formativa en la orientación lingüística y estructuralista de su antropología durante la posguerra.
Lévi-Strauss se distanció, no sólo de la filosofía francesa del momento, sino también de las interpretaciones ortodoxas de Durkheim, que destacaban los aspectos positivistas y evolucionistas de su pensamiento. No obstante, fue una reinterpretación de la obra de Mauss, discípulo de Durkheim, lo que cumplió una función importante en la definición de la primera trayectoria intelectual de nuestro autor.
En su clásica obra sobre el vínculo entre parentesco e intercambio –Las estructuras elementales del parentesco (1949)–, Lévi-Strauss describe la siguiente costumbre. En los restaurantes baratos del sur de Francia, sobre todo en las regiones de viñedos, una comida suele incluir normalmente una botella pequeña de vino. La calidad y cantidad de vino para cada comensal es la misma: un vaso de la calidad inferior. En lugar de servir vino en su propio vaso, cada uno servirá al vecino: la cantidad de vino sigue siendo la misma (1). Este intercambio de vino se convierte en una forma de establecer contacto social. Aún más. En microcosmos se revela el vínculo entre el intercambio y el «hecho social total», puesto que lo importante no es lo que se intercambia sino el hecho del intercambio en sí, un hecho inseparable de la propia constitución de la vida social.
Aquí se introducen dos aspectos importantes de la antropología de Lévi-Strauss. El primero es el principio de que la vida social y cultural no puede explicarse únicamente con una versión del funcionalismo; la vida cultural no se explica en función de la naturaleza intrínseca de los fenómenos en cuestión. Tampoco puede explicarse empíricamente mediante hechos que presuntamente hablan por sí mismos. En pocas palabras, aunque la investigación empírica constituye una parte importante de su trabajo, Lévi-Strauss no es un empirista. Siempre ha mantenido que es, por encima de todo, un antropólogo estructural. En términos generales, la antropología estructural, inspirada por Saussure, se centra en cómo se combinan los elementos de un sistema, más que en su valor intrínseco. Las nociones clave son «diferencia» y «relación». Además, la combinación de estos elementos producirá oposiciones y contradicciones que sirven para dar al ámbito social su dinamismo.
El «alcance» es otro aspecto crucial del método de Lévi-Strauss. Porque, mientras muchos investigadores sociales han limitado sus interpretaciones de la vida social a la sociedad concreta en la que han realizado su trabajo de campo, Lévi-Strauss adopta un enfoque universalista y teoriza a partir de sus propios datos y los de otros antropólogos. De todas las críticas globales que se le han hecho, la más común en los países de habla inglesa es seguramente la de que teoriza a partir de una base empírica insuficiente. Ello ocurre en los países que tienen una tradición empirista más fuerte.
En general, lo que se juega Lévi-Strauss en su obra es mucho. Intenta demostrar que, cuando se dispone de todos los datos, no hay base para extraer una jerarquía de sociedades, ni en virtud del progreso científico, ni con respecto a la evolución cultural. Cada sociedad o cultura muestra rasgos que están presentes, en mayor o menor grado, en otras sociedades y otras culturas. Lévi-Strauss hace esta afirmación porque está convencido de que lo que constituye el ser humano es la dimensión cultural (en la que predomina el lenguaje), y no la naturaleza (o lo «natural»). Las estructuras simbólicas de parentesco, lenguaje e intercambio de bienes se convierten en la clave para entender la vida social, por encima de la biología. De hecho, los sistemas de parentesco mantienen alejada a la naturaleza, son un fenómeno cultural basado en la prohibición del incesto y no son, por tanto, un fenómeno natural. Permiten el paso de la naturaleza a la cultura, es decir, a la esfera de lo verdaderamente humano. Para entenderlo mejor, pasemos a la noción de estructura de Lévi-Strauss.
Para él, «estructura» no equivale a la estructura empírica (que puede considerarse, por analogía, en armazón o arquitectónica) de una sociedad determinada, como en la obra de Radcliffe-Brown. La estructura no se da en la realidad observable, sino que es siempre el producto de, al menos, tres elementos, y es ese carácter ternario el que le otorga su dinamismo. Dicho esto, hay que reconocer que, en la oeuvre de Lévi-Strauss, existe verdaderamente una ambivalencia entre el tipo de estructuralismo que considera la estructura como un modelo abstracto derivado del análisis de los fenómenos juzgados como un sistema (más o menos) estático de diferencias –es decir, que da prioridad a la dimensión sincrónica– y el concepto de estructura como algo esencialmente ternario, que contiene un aspecto dinámico inherente. El tercer elemento de esa estructura ternaria estaría siempre vacío, dispuesto a asumir cualquier significado. Sería el elemento de la diacronía, o sea, el elemento de historia y contingencia, el aspecto que justifica la perpetuación de los fenómenos sociales y culturales. Si la explicación que da Lévi-Strauss de lo «estructural» en el análisis estructural (2) tiende a centrarse en la dimensión sincrónica, en la práctica su trabajo se orienta, sin duda, a considerar una estructura esencialmente ternaria y dinámica. Podemos confirmarlo mediante la referencia a los principales textos de Lévi-Strauss sobre parentesco, mito y arte.
Introducción a la obra de Marcel Mauss (3), de Lévi-Strauss, publicada poco después de la aparición de Las estructuras elementales de parentesco, demuestra que, si bien el regalo equivalía al «hecho social total» en el Essai sur le don de Mauss, éste no fue capaz de reconocer que el intercambio era también la clave para entender el fenómeno del mana. Aunque Mauss había observado que el intercambio era un concepto elaborado por el antropólogo y que no poseía un contenido intrínseco, su tratamiento del mana era diferente. Como Durkheim, Mauss le atribuyó el significado que asumía en las sociedades indígenas, un significado que implica que el mana tiene un contenido intrínseco o sagrado.
Por el contrario, Lévi-Strauss afirma que la diversidad del contenido que asume el mana significa que está vacío, como un símbolo algebraico (4), y es capaz de adoptar cualquier significado: por ejemplo, la palabra «cosa». En pocas palabras, mana es un significante «flotante» o puro con un valor simbólico propio de cero. Y existe en un sentido general (cada cultura tiene ejemplos de significantes flotantes) porque hay un exceso de significantes en relación con los significados, puesto que hay que pensar que el lenguaje aparece todo de una vez (es un sistema de diferencias y, por tanto, fundamentalmente relacional), mientras que el conocimiento (los significados) sólo surge de manera progresiva.
El aspecto estructural del método de Lévi-Strauss está aquí más implícito que explícito. Consiste, en primer lugar, en el hecho de que no se hace hincapié en el contenido (hipotético) del mana, sino en su capacidad potencial de asumir múltiples significados. Es un significante vacío, del mismo modo que, para Lacan, el falo no posee significado intrínseco sino que es el significante de la significación. En segundo lugar, y quizá más importante, el mana, en la interpretación de Lévi-Strauss, es un tercer elemento que se inserta entre el significante y el significado, el elemento que otorgaría al lenguaje su dinamismo y continuidad. Porque, si existiera un «ajuste» perfecto entre el plano del significante y el plano del significado, no habría nada más que decir, el lenguaje se terminaría. Por consiguiente, el significante flotante es un rasgo estructural del lenguaje en general, un elemento que introduce en él una faceta asimétrica y generativa: la faceta de la contingencia, el tiempo y, en términos de Saussure, el nivel de la parole.
Aunque el título podría sugerirlo, Las estructuras elementales del parentesco no hace ninguna referencia explícita a la lingüística saussuriana. El motivo es, sin duda, que Lévi-Strauss escribió esta obra, el primer gran trabajo de antropología estructural, en Nueva York durante los años 40, es decir, antes de que se renovara el interés por Saussure en Europa, por no hablar de Norteamérica. En Las estructuras elementales del parentesco, el matrimonio (el resultado de la prohibición universal contra el incesto) en las culturas no industrializadas se reduce a dos formas básicas de intercambio: un intercambio restringido y un intercambio generalizado. El primero puede representarse en la figura 1.

X à YY  à X

Figura 1. Cambio restringido

Aquí, la reciprocidad exige que, cuando un hombre X se casa con una mujer Y, un hombre Y se case con una mujer X. Igualmente, el intercambio generalizado puede representarse mediante la figura 2.




A                                           B



C                                           D


Figura 2. Cambio generalizado

FUENTE: Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco.

Así, cuando un hombre A se casa con una mujer B, un hombre B se casa con una mujer C; cuando un hombre C se casa con una mujer D, un hombre D se casa con una mujer A. Casi todo el texto de Las estructuras elementales del parentesco es un desarrollo de las variantes de ambas formas de intercambio matrimonial.
Incluso para el observador profano, lo que sorprende de ambas formas de intercambio es que la reciprocidad parece incluir una estructura simétrica (la única diferencia entre el intercambio restringido y el generalizado es que el último contiene el doble de términos y, por tanto, es totalmente simétrico). Como comprendió más tarde Lévi-Strauss, la cuestión que surge es si una estructura simétrica puede ser permanente; porque, tras un periodo de tiempo, los grupos X e Y del intercambio restringido acabarán fundiéndose, mediante el matrimonio, en un solo grupo. Del mismo modo, incluso en el intercambio generalizado –debido al carácter simétrico de la estructura–, acabaría por surgir un solo grupo. En otras palabras, el intercambio, iniciado por la prohibición del incesto, se encontraría con un límite insuperable, que pondría en peligro la misma continuidad de las relaciones sociales.
Para que el intercambio siga siendo viable como institución, es siempre necesaria la presencia de un tercer elemento heterogéneo. Ése es el tema de dos importantes artículos –uno publicado en 1945 (5), el otro, en 1956 (6)– que aclaran este punto. En el primer artículo, Lévi-Strauss señala que el niño es el elemento dinámico y asimétrico en la estructura de parentesco:

debemos entender que el niño es indispensable para dar validez al carácter dinámico y teleológico del paso inicial, que establece el parentesco sobre la base y a través del matrimonio. El parentesco no es un fenómeno estático: sólo existe mediante su propia perpetuación. Aquí no estamos pensando en el deseo de perpetuar la raza, sino en el hecho de que, en la mayoría de los sistemas de parentesco, el desequilibrio inicial producido en una generación, entre el grupo que entrega a la mujer y el grupo que la recibe, se puede estabilizar solamente mediante contraprestaciones en las generaciones siguientes (7).

En el artículo sobre las organizaciones duales, Lévi-Strauss destaca que toda división visible entre dos grupos afecta, en realidad, a tres elementos, precisamente por los requisitos de la perpetuación. Toda estructura verdaderamente dual (es decir, simétrica) conduce a la disolución de los grupos involucrados. Debe haber, pues, un tercer elemento –real o imaginado– que introduzca asimetría y dinamismo en la situación. Por consiguiente, las instituciones que poseen un «valor cero» son un elemento indispensable en cualquier sociedad. Como el mana, esas instituciones «no tienen ninguna propiedad intrínseca, aparte de la de establecer las condiciones previas necesarias para la existencia del sistema social al que pertenecen; su presencia –en sí misma, vacía de significado– permite que exista el sistema social en su conjunto» (8).
El estudio del mito hizo que Lévi-Strauss refinara su método estructuralista. Una clara enunciación del principio de que los elementos de los mitos adquieren su significado por el modo en que se combinan, y no por su valor intrínseco, lleva a Lévi-Strauss a la posición de que los mitos representan la mente que los crea, y no una realidad externa. Los mitos se resisten a la historia, son eternos. Ni siquiera debe considerarse que distintas versiones de un mito son falsificaciones de una versión auténtica y verdadera, sino un aspecto esencial de la estructura mítica. Por el contrario, las diferentes versiones forman parte del mismo mito precisamente porque el mito no puede reducirse a un solo contenido uniforme, sino que es una estructura dinámica. Al final, es preciso tener en cuenta todas las versiones del mito (aspecto diacrónico) para que su estructura salga a la luz. Desde otra perspectiva, el mito es siempre el resultado de una contradicción; por ejemplo, «la creencia de que la humanidad es autóctona», «mientras que los seres humanos nacen de la unión de un hombre y una mujer» (9). En efecto, la contradicción, como aspecto inasimilable de la sociedad humana, produce mitos. El mito deriva de la asimetría entre creencia y realidad, uno y múltiple, libertad y necesidad, identidad y diferencia, etc. Desde el punto de vista del lenguaje, afirma Lévi-Strauss, el mito es «el lenguaje en funcionamiento a un nivel especialmente elevado» (10). Además, si la langue –el elemento sincrónico del lenguaje– se equipara al tiempo reversible, y la parole, al aspecto histórico, diacrónico o contingente, el mito constituye un tercer plano de lenguaje (11). El mito es la síntesis (imposible) entre las facetas diacrónica y sincrónica del lenguaje. Es el intento permanente de conciliar lo irreconciliable:

dado que el propósito del mito es suministrar un modelo lógico capaz de superar una contradicción (un logro imposible si, como suele ocurrir, la contradicción es real), se producirá un número teóricamente infinito de [versiones], cada una ligeramente distinta de las demás (12).

El mito se convierte así en la tercera dimensión del lenguaje: en él hay un intento continuo de reconciliar las otras dos dimensiones (langue y parole). Dado que la reconciliación total es imposible, «el mito crece en espiral hasta que el impulso intelectual que lo produjo se agota» (13). El mito crece porque, en el plano estructural, la contradicción –la asimetría– que le da vida no puede resolverse.
Como el mito, las pinturas faciales de los indios caduveos de Sudamérica, descritas en la obra autobiográfica de Lévi-Strauss, Tristes Tropiques (14), ofrecen otro ejemplo de estructura como fenómeno dinámico y ternario. Los diseños de la pintura facial son aquí arabescos asimétricos, una estructura ternaria que pretende generar más diseños. Un dibujo puramente geométrico, además de ser difícil de «adaptar» a un rostro real, no podría cumplir con el objetivo que se le asigna. Éste es el mismo que el de las figuras en los naipes europeos. En cada naipe, la figura debe cumplir, al mismo tiempo, una función contingente, como elemento en una partida concreta entre jugadores, y una función estructural (sincrónica), como elemento que ocupa un lugar determinado en el paquete, un lugar que no cambia nunca. La pintura facial de los caduveos intenta captar la simetría de la función (la situación dentro del grupo) y la asimetría de la parte en el juego (contingencia)

por la adopción de una composición que es simétrica pero establecida sobre un eje oblicuo, por lo que evita la fórmula completamente asimétrica, que habría satisfecho las exigencias de la posición pero no las de la función, y la fórmula opuesta y completamente simétrica, que habría tenido el efecto contrario (15).

  Los arabescos de la pintura facial sacan a la luz dos concepciones de la estructura. Por su parte, Lévi-Strauss escribe como si su propio trabajo se centrase más en la noción estática, simétrica y binaria de estructura, mientras que sus análisis reales de fenómenos sociales y culturales indican que es la segunda concepción de una estructura ternaria la que posee mucha más fuerza explicatoria y significación metodológica.
  Esta ambivalencia en relación con la base de su marco teórico ha provocado malentendidos.  En especial, los críticos han podido afirmar que la antropología estructural se olvida de la historia, un dato que se ha destacado, sin duda, por la hostilidad de Lévi-Strauss hacia el existencialismo de Sartre, una doctrina en la que prácticamente todo acto es histórico (es decir, contingente) (16). Además, la insistencia de Lévi-Strauss en el carácter científico de la antropología (reconociendo que lo hace para defender la posibilidad de que haya una ciencia social apartada del debate político inmediato) no coincide con su opinión de que la ciencia no puede evitar por completo ser mítica y el juicio de que las culturas no están selladas herméticamente entre sí, sino que constituyen una serie infinita de transformaciones. De modo que mientras que, por ejemplo, la ciencia piensa en lo concreto, el pensamiento nativo piensa con lo concreto. Una vez más, cuando Lévi-Strauss afirma en la «Obertura» a Le Crut el le cuit (Lo crudo y lo cocido) (17) que el libro sobre el mito es un mito en sí, se pone en tela de juicio la propia posibilidad de una ciencia imparcial en el sentido habitual de Occidente. Sin embargo, Lévi-Strauss ha demostrado, a menudo, ser reacio a asumir las consecuencias de este último hecho.
  A diferencia de Julia Kristeva, o de quienes se inspiraron en la lectura que Lacan hacía de Freud, hay poco en la obra de Lévi-Strauss que se relacione con la subjetividad. Es como si pensara que la batalla de Durkheim para separar la psicología de la antropología y la sociología estaba aún por ganar, y que cualquier concesión a una teoría de la subjetividad equivaldría a reconocer el poder de explicación de la psicología por encima de la antropología. Pero dicho combate no está aún ganado. Y la labor del antropólogo sufre por la ausencia de todo intento de incluir en ella una teoría del sujeto.
  De todas formas, la importancia de la antropología de Lévi-Strauss, como se mencionó anteriormente, no puede limitarse a su contenido analítico. Está en juego mucho más que eso. Lévi-Strauss muestra la complejidad de las culturas no industrializadas que Occidente –con frecuencia a través de sus antropólogos (cfr. Lévy-Bruhl y Malinowski)– había supuesto equivalentes a la infancia de la humanidad y que, por tanto, se consideraban más primitivas y simplistas, en su pensamiento, que las occidentales (las sociedades primitivas tienen mitos; Occidente posee la ciencia y la filosofia, etc.). Así pues, hay que interpretar que el universalismo de Lévi-Strauss significa que las transformaciones del mismo mito (como en el mito de Edipo) en todo el mundo indican que los seres humanos pertenecen a una sola humanidad, y que la presencia de los otros es esencial para construir nuestras diferencias.
   Murió en París, el 30 de octubre de 2009, a los 101 años.


NOTAS

  1. Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, trad. de James Bell y John von Sturmer, Boston, Beacon Press, ed. rev., 1969, págs. 58-60.
  2. Véase; por ejemplo, Claude Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology» en Structural Anthropology, trad. de Claire Jacobson y Brooke Grundfest Schoepf, Harmondsworth, Penguin Books, 1972, págs. 31-54, especialmente pág. 33.
  3. Claude Lévi-Strauss, Introduction to the Work of Marcel Mauss, trad. de Felicity Baker, Routledge & Kegan Paul, 1987.
  4. Ibíd., pág. 55. Véase págs. 56-66 para el estudio del mana como significante «flotante».
  5. Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology», págs. 31-54.
  6. Lévi-Strauss, «Do dual organizations exist?», en Structural Anthropology, páginas 132-163.
  7. Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology», pág. 47.
  8. Lévi-Strauss, «Do dual organizations exist?», pág. 159.
  9. Lévi-Strauss, «The structural study of myth», en Structural Anthropology, página 216.
  10. Ibíd., pág. 210.
  11. Ibíd., pág. 209.
  12. Ibíd., pág. 229.
  13. Ibíd.
  14. Claude Lévi-Strauss, Tristes Tropiques, trad. de John y Doreen Wightman, Atheneum, Nueva York, 1974, páginas 178-197.
  15. Ibíd., pág. 194.
  16. David Pace, Claude Lévi-Strauss, The Bearer of Ashes, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1983, págs. 183-184, y cap. 6.
  17. Claude Lévi-Strauss, Introduction to a Science of Mythology, Volume I: The Raw and the Cooked, trad. de John y Doreen Weightman, Nueva York y Evanston, Harper Torchbooks, 1970, pág. 7.


PRINCIPALES OBRAS DE LÉVI-STRAUSS

Las estructuras elementales del parentesco (1949), Barcelona, Paidós, 1991.
Tristes trópicos (1955), Madrid, Círculo de Lectores, 1994.
Antropología estructural (1958), Barcelona, Paidós, 1992.
El pensamiento salvaje (1962), México, FCE, 1964.
El totemismo en la actualidad (1962), México, FCE, 1965.
Mythologiques (1964-1967) [Mitológicas]:
  Mitológicas I: Lo crudo y lo cocido, México, FCE, 1968.
Mitológicas II: De la miel a las cenizas, México, FCE, 1972.
  Mitológicas III: El origen de las maneras de mesa, México, Siglo XXI, 1970.
  Mitológicas IV: El hombre desnudo, México, Siglo XXI.
Palabra dada, Madrid, Espasa-Calpe, 1985.
La alfarera celosa (1985), Barcelona, Paidós, 1986.
Mirando a lo lejos, Buenos Aires, EMECÉ, 1987.
Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Barcelona, Anagrama, 1991.
Historia de lince, Barcelona, Anagrama, 1992.
Raza y cultura, Madrid, Cátedra, 1993.
Mirar, escuchar, leer, Madrid, Siruela, 1994.


OTRAS LECTURAS

BADCOCK, C. R., Lévi-Strauss: Structuralism and Sociological Theory, Londres, Hutchinson, 1975.

PACE, David, Claude Lévi-Strauss, The Bearer of Ashes, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1983.


2 comentarios:

  1. Hay un ensayo de Carlos Reynoso que se llama algo así como "Siete razones para olvidar a Lévi-Strauss". Se podría postear para generar el debate.

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    1. http://carlosreynoso.com.ar/cinco-razones-logicas-para-desconfiar-de-levi-strauss-1986/

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