Claude Lévi-Strauss nació en una
familia judía belga el 28 de noviembre de 1908 en Bruselas. Sus padres eran artistas, de modo que, mientras
aprendía a leer y escribir, el futuro antropólogo tenía un lápiz o un pincel en
la mano.
Aunque terminó su agrégation en la Sorbona a principios de
los años 30, el deseo de escapar de las ortodoxias filosóficas entonces en
vigor en París (neokantismo, bergsonismo, fenomenología y, más adelante,
existencialismo) le impulsó en 1934 a aceptar un puesto de profesor de
antropología en la Universidad de São Paulo. Posteriormente, tras cumplir el
servicio militar en Francia, Lévi-Strauss huyó de la persecución y se refugió
en Estados Unidos, donde enseñó entre 1941 y 1945 en la Nueva Escuela de
Investigaciones Sociales de Nueva York. En 1941 conoció a Roman Jakobson, que
sería una influencia formativa en la orientación lingüística y estructuralista
de su antropología durante la posguerra.
Lévi-Strauss se distanció, no
sólo de la filosofía francesa del momento, sino también de las interpretaciones
ortodoxas de Durkheim, que destacaban los aspectos positivistas y
evolucionistas de su pensamiento. No obstante, fue una reinterpretación de la
obra de Mauss, discípulo de Durkheim, lo que cumplió una función importante en
la definición de la primera trayectoria intelectual de nuestro autor.
En su clásica obra sobre el
vínculo entre parentesco e intercambio –Las estructuras elementales del parentesco (1949)–, Lévi-Strauss
describe la siguiente costumbre. En los restaurantes baratos del sur de Francia,
sobre todo en las regiones de viñedos, una comida suele incluir normalmente una
botella pequeña de vino. La calidad y cantidad de vino para cada comensal es la
misma: un vaso de la calidad inferior. En lugar de servir vino en su propio
vaso, cada uno servirá al vecino: la cantidad de vino sigue siendo la misma
(1). Este intercambio de vino se convierte en una forma de establecer contacto
social. Aún más. En microcosmos se revela el vínculo entre el intercambio y el
«hecho social total», puesto que lo importante no es lo que se intercambia sino
el hecho del intercambio en sí, un
hecho inseparable de la propia constitución de la vida social.
Aquí se introducen dos aspectos
importantes de la antropología de Lévi-Strauss. El primero es el principio de
que la vida social y cultural no puede explicarse únicamente con una versión
del funcionalismo; la vida cultural no se explica en función de la naturaleza
intrínseca de los fenómenos en cuestión. Tampoco puede explicarse empíricamente
mediante hechos que presuntamente hablan por sí mismos. En pocas palabras,
aunque la investigación empírica constituye una parte importante de su trabajo,
Lévi-Strauss no es un empirista. Siempre ha mantenido que es, por encima de
todo, un antropólogo estructural. En términos generales, la antropología
estructural, inspirada por Saussure, se centra en cómo se combinan los
elementos de un sistema, más que en su valor intrínseco. Las nociones clave son
«diferencia» y «relación». Además, la combinación de estos elementos producirá
oposiciones y contradicciones que sirven para dar al ámbito social su
dinamismo.
El «alcance» es otro aspecto
crucial del método de Lévi-Strauss. Porque, mientras muchos investigadores
sociales han limitado sus interpretaciones de la vida social a la sociedad
concreta en la que han realizado su trabajo de campo, Lévi-Strauss adopta un
enfoque universalista y teoriza a partir de sus propios datos y los de otros
antropólogos. De todas las críticas globales que se le han hecho, la más común
en los países de habla inglesa es seguramente la de que teoriza a partir de una
base empírica insuficiente. Ello ocurre en los países que tienen una tradición
empirista más fuerte.
En general, lo que se juega
Lévi-Strauss en su obra es mucho. Intenta demostrar que, cuando se dispone de
todos los datos, no hay base para extraer una jerarquía de sociedades, ni en
virtud del progreso científico, ni con respecto a la evolución cultural. Cada
sociedad o cultura muestra rasgos que están presentes, en mayor o menor grado,
en otras sociedades y otras culturas. Lévi-Strauss hace esta afirmación porque
está convencido de que lo que constituye el ser humano es la dimensión cultural
(en la que predomina el lenguaje), y no la naturaleza (o lo «natural»). Las
estructuras simbólicas de parentesco, lenguaje e intercambio de bienes se
convierten en la clave para entender la vida social, por encima de la biología.
De hecho, los sistemas de parentesco mantienen alejada a la naturaleza, son un
fenómeno cultural basado en la prohibición del incesto y no son, por tanto, un
fenómeno natural. Permiten el paso de la naturaleza a la cultura, es decir, a
la esfera de lo verdaderamente humano. Para entenderlo mejor, pasemos a la
noción de estructura de Lévi-Strauss.
Para él, «estructura» no
equivale a la estructura empírica (que puede considerarse, por analogía, en
armazón o arquitectónica) de una sociedad determinada, como en la obra de
Radcliffe-Brown. La estructura no se da en la realidad observable, sino que es
siempre el producto de, al menos, tres elementos, y es ese carácter ternario el
que le otorga su dinamismo. Dicho esto, hay que reconocer que, en la oeuvre de Lévi-Strauss, existe
verdaderamente una ambivalencia entre el tipo de estructuralismo que considera
la estructura como un modelo abstracto derivado del análisis de los fenómenos
juzgados como un sistema (más o menos) estático de diferencias –es decir, que
da prioridad a la dimensión sincrónica– y el concepto de estructura como algo
esencialmente ternario, que contiene un aspecto dinámico inherente. El tercer
elemento de esa estructura ternaria estaría siempre vacío, dispuesto a asumir
cualquier significado. Sería el elemento de la diacronía, o sea, el elemento de
historia y contingencia, el aspecto que justifica la perpetuación de los fenómenos sociales y culturales.
Si la explicación que da Lévi-Strauss de lo «estructural» en el análisis
estructural (2) tiende a centrarse en la dimensión sincrónica, en la práctica
su trabajo se orienta, sin duda, a considerar una estructura esencialmente
ternaria y dinámica. Podemos confirmarlo mediante la referencia a los
principales textos de Lévi-Strauss sobre parentesco, mito y arte.
Introducción a la obra de Marcel Mauss (3), de Lévi-Strauss, publicada poco después de la aparición de Las estructuras
elementales de parentesco,
demuestra que, si bien el regalo equivalía al «hecho social total» en el Essai sur le don de Mauss, éste no fue capaz de reconocer que el
intercambio era también la clave para entender el fenómeno del mana.
Aunque Mauss había observado que el intercambio era un concepto elaborado por
el antropólogo y que no poseía un contenido intrínseco, su tratamiento del mana
era diferente. Como Durkheim, Mauss le atribuyó el significado que asumía en
las sociedades indígenas, un significado que implica que el mana tiene un contenido intrínseco o
sagrado.
Por el contrario, Lévi-Strauss
afirma que la diversidad del contenido que asume el mana significa que
está vacío, como un símbolo algebraico (4), y es capaz de adoptar cualquier
significado: por ejemplo, la palabra «cosa». En pocas palabras, mana es un significante «flotante» o
puro con un valor simbólico propio de cero. Y existe en un sentido general
(cada cultura tiene ejemplos de significantes flotantes) porque hay un exceso
de significantes en relación con los significados, puesto que hay que pensar
que el lenguaje aparece todo de una vez (es un sistema de diferencias y, por
tanto, fundamentalmente relacional), mientras que el conocimiento (los
significados) sólo surge de manera progresiva.
El aspecto estructural del
método de Lévi-Strauss está aquí más implícito que explícito. Consiste, en
primer lugar, en el hecho de que no se hace hincapié en el contenido
(hipotético) del mana, sino en su capacidad
potencial de asumir múltiples significados. Es un significante vacío, del mismo
modo que, para Lacan, el falo no posee significado intrínseco sino que es el
significante de la significación. En segundo lugar, y quizá más importante, el mana, en la interpretación
de Lévi-Strauss, es un tercer elemento que se inserta entre el significante y
el significado, el elemento que otorgaría al lenguaje su dinamismo y
continuidad. Porque, si existiera un «ajuste» perfecto entre el plano del
significante y el plano del significado, no habría nada más que decir, el lenguaje
se terminaría. Por consiguiente, el significante flotante es un rasgo
estructural del lenguaje en general, un elemento que introduce en él una faceta
asimétrica y generativa: la faceta de la contingencia, el tiempo y, en términos
de Saussure, el nivel de la parole.
Aunque el título podría
sugerirlo, Las estructuras elementales
del parentesco no hace ninguna referencia explícita a la lingüística
saussuriana. El motivo es, sin duda, que Lévi-Strauss escribió esta obra, el
primer gran trabajo de antropología estructural, en Nueva York durante los años
40, es decir, antes de que se renovara el interés por Saussure en Europa, por
no hablar de Norteamérica. En Las
estructuras elementales del parentesco, el matrimonio (el
resultado de la prohibición universal contra el incesto) en las culturas no
industrializadas se reduce a dos formas básicas de intercambio: un intercambio
restringido y un intercambio generalizado. El primero puede representarse en la
figura 1.
X à YY à X
Figura 1. Cambio
restringido
Aquí, la reciprocidad exige que,
cuando un hombre X se casa con una mujer Y, un hombre Y se case con una mujer
X. Igualmente, el intercambio generalizado puede representarse mediante la
figura 2.
A B
C D
Figura 2. Cambio
generalizado
FUENTE:
Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco.
Así, cuando un hombre A se casa
con una mujer B, un hombre B se casa con una mujer C; cuando un hombre C se
casa con una mujer D, un hombre D se casa con una mujer A. Casi todo el texto
de Las estructuras elementales del
parentesco es un desarrollo de las variantes de ambas formas de intercambio
matrimonial.
Incluso para el observador
profano, lo que sorprende de ambas formas de intercambio es que la reciprocidad
parece incluir una estructura simétrica (la única diferencia entre el
intercambio restringido y el generalizado es que el último contiene el doble de
términos y, por tanto, es totalmente simétrico). Como comprendió más tarde
Lévi-Strauss, la cuestión que surge es si una estructura simétrica puede ser
permanente; porque, tras un periodo de tiempo, los grupos X e Y del intercambio
restringido acabarán fundiéndose, mediante el matrimonio, en un solo grupo. Del
mismo modo, incluso en el intercambio generalizado –debido al carácter
simétrico de la estructura–, acabaría por surgir un solo grupo. En otras
palabras, el intercambio, iniciado por la prohibición del incesto, se
encontraría con un límite insuperable, que pondría en peligro la misma
continuidad de las relaciones sociales.
Para que el intercambio siga
siendo viable como institución, es siempre necesaria la presencia de un tercer
elemento heterogéneo. Ése es el tema de dos importantes artículos –uno
publicado en 1945 (5), el otro, en 1956 (6)– que aclaran este punto. En el
primer artículo, Lévi-Strauss señala que el niño es el elemento dinámico y
asimétrico en la estructura de parentesco:
debemos entender que el niño es indispensable para
dar validez al carácter dinámico y teleológico del paso inicial, que establece
el parentesco sobre la base y a través del matrimonio. El parentesco no es un
fenómeno estático: sólo existe mediante su propia perpetuación. Aquí no estamos
pensando en el deseo de perpetuar la raza, sino en el hecho de que, en la
mayoría de los sistemas de parentesco, el desequilibrio inicial producido en
una generación, entre el grupo que entrega a la mujer y el grupo que la recibe,
se puede estabilizar solamente mediante contraprestaciones en las generaciones
siguientes (7).
En el artículo sobre las
organizaciones duales, Lévi-Strauss destaca que toda división visible entre dos
grupos afecta, en realidad, a tres elementos, precisamente por los requisitos
de la perpetuación. Toda estructura verdaderamente dual (es decir, simétrica)
conduce a la disolución de los grupos involucrados. Debe haber, pues, un tercer
elemento –real o imaginado– que introduzca asimetría y dinamismo en la
situación. Por consiguiente, las instituciones que poseen un «valor cero» son un
elemento indispensable en cualquier sociedad. Como el mana, esas
instituciones «no tienen ninguna propiedad intrínseca, aparte de la de
establecer las condiciones previas necesarias para la existencia del sistema
social al que pertenecen; su presencia –en sí misma, vacía de significado–
permite que exista el sistema social en su conjunto» (8).
El estudio del mito
hizo que Lévi-Strauss refinara su método estructuralista. Una clara enunciación
del principio de que los elementos de los mitos adquieren su significado por el
modo en que se combinan, y no por su valor intrínseco, lleva a Lévi-Strauss a
la posición de que los mitos representan la mente que los crea, y no una
realidad externa. Los mitos se resisten a la historia, son eternos. Ni siquiera
debe considerarse que distintas versiones de un mito son falsificaciones de una
versión auténtica y verdadera, sino un aspecto esencial de la estructura
mítica. Por el contrario, las diferentes versiones forman parte del mismo mito
precisamente porque el mito no puede reducirse a un solo contenido uniforme,
sino que es una estructura dinámica. Al final, es preciso tener en cuenta todas
las versiones del mito (aspecto diacrónico) para que su estructura salga a la
luz. Desde otra perspectiva, el mito es siempre el resultado de una
contradicción; por ejemplo, «la creencia de que la humanidad es autóctona»,
«mientras que los seres humanos nacen de la unión de un hombre y una mujer»
(9). En efecto, la contradicción, como aspecto inasimilable de la sociedad
humana, produce mitos. El mito deriva de la asimetría entre creencia y
realidad, uno y múltiple, libertad y necesidad, identidad y diferencia, etc.
Desde el punto de vista del lenguaje, afirma Lévi-Strauss, el mito es «el
lenguaje en funcionamiento a un nivel especialmente elevado» (10). Además, si
la langue –el elemento sincrónico del
lenguaje– se equipara al tiempo reversible, y la parole, al aspecto histórico, diacrónico o
contingente, el mito constituye un tercer plano de lenguaje (11). El mito es la
síntesis (imposible) entre las facetas diacrónica y sincrónica del lenguaje. Es
el intento permanente de conciliar lo irreconciliable:
dado que el propósito del mito es suministrar un
modelo lógico capaz de superar una contradicción (un logro imposible si, como
suele ocurrir, la contradicción es real), se producirá un número teóricamente
infinito de [versiones], cada una ligeramente distinta de las demás (12).
El mito se convierte así en la
tercera dimensión del lenguaje: en él hay un intento continuo de reconciliar
las otras dos dimensiones (langue y
parole). Dado que la reconciliación total es imposible, «el mito crece en
espiral hasta que el impulso intelectual que lo produjo se agota» (13). El mito
crece porque, en el plano estructural, la contradicción –la asimetría– que le
da vida no puede resolverse.
Como el mito, las pinturas
faciales de los indios caduveos de Sudamérica, descritas en la obra
autobiográfica de Lévi-Strauss, Tristes
Tropiques (14), ofrecen
otro ejemplo de estructura como fenómeno dinámico y ternario. Los diseños de la
pintura facial son aquí arabescos asimétricos, una estructura ternaria que
pretende generar más diseños. Un dibujo puramente geométrico, además de ser
difícil de «adaptar» a un rostro real, no podría cumplir con el objetivo que se
le asigna. Éste es el mismo que el de las figuras en los naipes europeos. En
cada naipe, la figura debe cumplir, al mismo tiempo, una función contingente,
como elemento en una partida concreta entre jugadores, y una función
estructural (sincrónica), como elemento que ocupa un lugar determinado en el
paquete, un lugar que no cambia nunca. La pintura facial de los caduveos
intenta captar la simetría de la función (la situación dentro del grupo) y la
asimetría de la parte en el juego (contingencia)
por la adopción de una composición que es simétrica pero establecida
sobre un eje oblicuo, por lo que evita la fórmula completamente asimétrica, que
habría satisfecho las exigencias de la posición pero no las de la función, y la
fórmula opuesta y completamente simétrica, que habría tenido el efecto
contrario (15).
Los
arabescos de la pintura facial sacan a la luz dos concepciones de la
estructura. Por su parte, Lévi-Strauss escribe como si su propio trabajo se
centrase más en la noción estática, simétrica y binaria de estructura, mientras
que sus análisis reales de fenómenos sociales y culturales indican que es la
segunda concepción de una estructura ternaria la que posee mucha más fuerza
explicatoria y significación metodológica.
Esta
ambivalencia en relación con la base de su marco teórico ha provocado
malentendidos. En especial, los críticos
han podido afirmar que la antropología estructural se olvida de la historia, un
dato que se ha destacado, sin duda, por la hostilidad de Lévi-Strauss hacia el
existencialismo de Sartre, una doctrina en la que prácticamente todo acto es
histórico (es decir, contingente) (16). Además, la insistencia de Lévi-Strauss
en el carácter científico de la antropología (reconociendo que lo hace para
defender la posibilidad de que haya una ciencia social apartada del debate
político inmediato) no coincide con su opinión de que la ciencia no puede
evitar por completo ser mítica y el juicio de que las culturas no están
selladas herméticamente entre sí, sino que constituyen una serie infinita de transformaciones.
De modo que mientras que, por ejemplo, la ciencia piensa en lo concreto, el
pensamiento nativo piensa con lo concreto. Una vez más, cuando Lévi-Strauss
afirma en la «Obertura» a Le Crut el le cuit (Lo crudo y lo cocido) (17) que el libro sobre el mito es un
mito en sí, se pone en tela de juicio la propia posibilidad de una ciencia
imparcial en el sentido habitual de Occidente. Sin embargo, Lévi-Strauss ha
demostrado, a menudo, ser reacio a asumir las consecuencias de este último
hecho.
A diferencia
de Julia Kristeva, o de quienes se inspiraron en la lectura que Lacan hacía de
Freud, hay poco en la obra de Lévi-Strauss que se relacione con la
subjetividad. Es como si pensara que la batalla de Durkheim para separar la
psicología de la antropología y la sociología estaba aún por ganar, y que
cualquier concesión a una teoría de la subjetividad equivaldría a reconocer el
poder de explicación de la psicología por encima de la antropología. Pero dicho
combate no está aún ganado. Y la labor del antropólogo sufre por la ausencia de
todo intento de incluir en ella una teoría del sujeto.
De
todas formas, la importancia de la antropología de Lévi-Strauss, como se
mencionó anteriormente, no puede limitarse a su contenido analítico. Está en
juego mucho más que eso. Lévi-Strauss muestra la complejidad de las culturas no
industrializadas que Occidente –con frecuencia a través de sus antropólogos
(cfr. Lévy-Bruhl y Malinowski)– había supuesto equivalentes a la infancia de la
humanidad y que, por tanto, se consideraban más primitivas y simplistas, en su
pensamiento, que las occidentales (las sociedades primitivas tienen mitos;
Occidente posee la ciencia y la filosofia, etc.). Así pues, hay que interpretar
que el universalismo de Lévi-Strauss significa que las transformaciones del
mismo mito (como en el mito de Edipo) en todo el mundo indican que los seres
humanos pertenecen a una sola humanidad, y que la presencia de los otros es
esencial para construir nuestras diferencias.
Murió en París, el 30 de octubre de 2009, a los 101 años.
Murió en París, el 30 de octubre de 2009, a los 101 años.
NOTAS
- Claude Lévi-Strauss, The Elementary Structures of Kinship, trad. de James Bell y John von Sturmer, Boston, Beacon Press, ed. rev., 1969, págs. 58-60.
- Véase; por ejemplo, Claude Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology» en Structural Anthropology, trad. de Claire Jacobson y Brooke Grundfest Schoepf, Harmondsworth, Penguin Books, 1972, págs. 31-54, especialmente pág. 33.
- Claude Lévi-Strauss, Introduction to the Work of Marcel Mauss, trad. de Felicity Baker, Routledge & Kegan Paul, 1987.
- Ibíd., pág. 55. Véase págs. 56-66 para el estudio del mana como significante «flotante».
- Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology», págs. 31-54.
- Lévi-Strauss, «Do dual organizations exist?», en Structural Anthropology, páginas 132-163.
- Lévi-Strauss, «Structural analysis in linguistics and anthropology», pág. 47.
- Lévi-Strauss, «Do dual organizations exist?», pág. 159.
- Lévi-Strauss, «The structural study of myth», en Structural Anthropology, página 216.
- Ibíd., pág. 210.
- Ibíd., pág. 209.
- Ibíd., pág. 229.
- Ibíd.
- Claude Lévi-Strauss, Tristes Tropiques, trad. de John y Doreen Wightman, Atheneum, Nueva York, 1974, páginas 178-197.
- Ibíd., pág. 194.
- David Pace, Claude Lévi-Strauss, The Bearer of Ashes, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1983, págs. 183-184, y cap. 6.
- Claude Lévi-Strauss, Introduction to a Science of Mythology, Volume I: The Raw and the Cooked, trad. de John y Doreen Weightman, Nueva York y Evanston, Harper Torchbooks, 1970, pág. 7.
PRINCIPALES OBRAS DE LÉVI-STRAUSS
Las estructuras
elementales del parentesco (1949), Barcelona, Paidós, 1991.
Tristes trópicos (1955), Madrid, Círculo de
Lectores, 1994.
Antropología
estructural (1958), Barcelona, Paidós, 1992.
El pensamiento
salvaje (1962),
México, FCE, 1964.
El totemismo en la
actualidad (1962), México, FCE, 1965.
Mythologiques (1964-1967) [Mitológicas]:
Mitológicas I: Lo crudo y lo cocido, México, FCE, 1968.
Mitológicas II: De la miel a las cenizas, México,
FCE, 1972.
Mitológicas III: El origen de las maneras de
mesa, México, Siglo XXI,
1970.
Mitológicas IV: El hombre desnudo, México, Siglo XXI.
Palabra dada, Madrid,
Espasa-Calpe, 1985.
La alfarera celosa
(1985),
Barcelona, Paidós, 1986.
Mirando a lo lejos, Buenos Aires, EMECÉ, 1987.
Polémica sobre el
origen y la universalidad de la familia, Barcelona, Anagrama, 1991.
Historia de lince, Barcelona, Anagrama, 1992.
Raza y cultura, Madrid, Cátedra, 1993.
Mirar,
escuchar, leer,
Madrid, Siruela, 1994.
OTRAS LECTURAS
BADCOCK, C. R., Lévi-Strauss: Structuralism and Sociological Theory, Londres,
Hutchinson, 1975.
PACE, David, Claude Lévi-Strauss, The Bearer
of Ashes, Boston, Routledge
& Kegan Paul, 1983.
Hay un ensayo de Carlos Reynoso que se llama algo así como "Siete razones para olvidar a Lévi-Strauss". Se podría postear para generar el debate.
ResponderEliminarhttp://carlosreynoso.com.ar/cinco-razones-logicas-para-desconfiar-de-levi-strauss-1986/
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