En una
reveladora declaración de 1975 sobre la relación entre su trabajo y el de
Vladímir Propp, A. J. Greimas escribe:
Hoy en día, pese a que su valor heurístico está algo
disminuido y aunque su postura no es muy original, estamos aún tentados de
seguir el ejemplo de Propp y, de acuerdo con el principio de avanzar de lo
conocido a lo desconocido, de lo más sencillo a lo más complejo, pasar de la
literatura oral a la literatura escrita, de la tradición al relato literario,
en nuestro intento de confirmar los modelos teóricos parciales disponibles e
incluso hechos recalcitrantes que nos permitan aumentar nuestro conocimiento de
la organización de la narración y el discurso (1).
En esta
declaración hay, al menos, dos cosas interesantes. La primera es que el
«ejemplo de Propp» al desarrollar un modelo de relato tradicional ruso –pese a
su notable rigidez– sigue influyendo en la obra de un semiótico de inspiración
científica a mitad de los años 70; y la segunda, que el lector advierte las
referencias a conceptos metafísicos: el movimiento de «lo conocido a lo
desconocido», de lo «más sencillo a lo más complejo» e incluso de «la
literatura oral a la escrita» (cfr. la obra de Derrida). Dichas referencias
parecen surgir de cierta predisposición filosófica que daría impulso a la
semiología de Greimas, pero que éste, al mismo tiempo, ha intentado evitar o
transformar. En sus propias palabras, la dependencia implícita de un marco o un
grupo metafísico de hipótesis equivaldría a confundir al ser semiótico con la
esfera de la ontología, o el ser como tal.
Quizá
desde el momento en el que la lingüística intentó separar su esfera de lo
extralingüístico, era obligatorio que surgiesen dificultades de carácter
conceptual e incluso empírico. Como veremos, aunque Greimas no escapa a dichos
problemas, ha avanzado seguramente más que ningún otro especialista en el
desarrollo de una teoría estrictamente semiótica (léase descriptiva) del
discurso y en el reconocimiento de las verdaderas dificultades que ello
implica. Al final, Greimas compensa el esfuerzo, pese a que su esfuerzo
incansable por dar un carácter científico a la semiótica corra, en ocasiones,
el riesgo de positivismo.
Algirdas
Julien Greimas nació en Tula, Rusia, el 9 de marzo de 1917. Llegó a Francia en 1936 para estudiar
leyes en la Universidad de Grenoble. Durante su estancia en dicha ciudad,
adquirió el gusto por la cultura de la Edad Media. Tras completar su licence en lettres en 1939, Greimas
empezó a estudiar el dialecto provenzal. Regresó a Lituania en 1940, para ver
su tierra invadida sucesivamente por soviéticos y alemanes. Tras volver a
Francia en 1944, inició los estudios de doctorado, que culminaron en su tesis
sobre la moda: «La mode en 1830. Essai de description du vocabulaire
vestimentaire d'après les journaux de mode de l'époque» (1948) [La moda en
1830: Intento de descripción del vocabulario sobre vestimenta en los periódicos
de la época]. En este título hay ecos de Roland Barthes y su El sistema de la moda,
que también empezó como doctorado. Murió en París, el 27 de febrero de 1992.
En 1956,
Greimas publicó un artículo muy oportuno e influyente sobre la obra de
Saussure, que aprovechaba el trabajo de otras dos influencias importantes,
Maurice Merleau-Ponty y Claude Lévi-Strauss. Diez años después, en el año
culminante del estructuralismo de 1966, Greimas fundó, con R. Barthes, J.
Dubois y otros, la revista Langages,
además de publicar su obra crucial de semántica estructural, Sémantique structurale. Junto con Todorov,
Kristeva, Genette, Metz y otros, Greimas fue también miembro del grupo de investigaciones
semióticas de Lévi-Strauss en el Collége de France. Murió en 1992.
La
trayectoria intelectual de Greimas es resultado de un esfuerzo para analizar y
formalizar todos los aspectos del discurso. Este término incluye no sólo el
discurso narrativo, sino también el de las ciencias humanas y sociales. Greimas
ha escrito sobre el discurso legal, concretamente sobre la ley francesa
relativa a empresas comerciales, y ha señalado que «por lo que respecta a su
forma, todo discurso legal es producido por una gramática legal que es distinta de la gramática del lenguaje
natural en el que aparece dicho discurso» (2). La presencia de unidades
recurrentes, diferenciadas de las unidades lingüísticas convencionales, es uno
de los indicios de que existe una gramática más o menos formalizable y la
posibilidad de que haya un modelo para las relaciones entre dichas unidades.
Como Saussure, Greimas admite la importancia del sistema: un signo aislado no
tiene significado. Sin embargo, a diferencia de Saussure, Greimas coloca el
énfasis en el lenguaje como un «ensamblaje de estructuras de significación»,
que implica que el sistema no está predeterminado sino que debe articularse o
producirse. El centro de las investigaciones de Greimas es cómo funciona el
lenguaje; y ahí se puede ver la influencia de Merleau Ponty. Así, pese a que
Greimas estudia las relaciones entre los elementos del discurso –sobre todo, el
discurso narrativo–, y no las cualidades sustanciales de dichos elementos, al
mismo tiempo se distancia de las creencias idealistas del «padre» de la
lingüística general.
Greimas se
inspira en Hjelmslev para desarrollar una verdadera parrilla de términos, todo
un vocabulario, con el fin de describir y analizar semióticamente el ámbito del
discurso. En un plano más o menos auxiliar, nos encontramos con: el «sema»
(unidad mínima de significado), el «semema»
(el núcleo sémico más los semas contextuales, que corresponde al
«significado concreto de una palabra»), el «clasema» (o sema contextual), la
«anáfora» (lo que sirve para enlazar expresiones o párrafos), y así
sucesivamente (3). Si bien este vocabulario es distinto de la terminología de
la lingüística convencional, porque su unidad de análisis no es la oración sino
el discurso, sin embargo, Greimas se muestra frecuentemente en deuda con
aquella, por el giro técnico que da a términos corrientes como «inventario»,
«presupuesto» o «práctico» y por cómo considera que la lingüística es «la más
desarrollada de las disciplinas semióticas», de la que «se admite que tiene el mayor
derecho a ser considerada una ciencia» (4). El valor científico y putativo de
la lingüística hace de ella el punto de partida necesario para un investigador
que valoraba este rigor intelectual por encima de casi todo lo demás, y que
comenzó su labor académica en el campo de la lexicografía. En 1969, Greimas
publicó su Dictionnaire de l'ancien français (Diccionario del francés
antiguo).
No
obstante, la semántica estructural se aparta de la concepción del significado
en la lingüística convencional porque no se centra ni en la palabra ni en la
oración fuera de contexto, sino en la red de relaciones en la que surge el
significado. Como hemos visto anteriormente, dado que, para Greimas, la noción
de «red de relaciones» va acompañada de la realización del lenguaje, la
semántica estructural se convierte en una semiótica estructural cuando el
significado se traslada a unidades de análisis que describen la elaboración de significados en un contexto
determinado. En pocas palabras, la semiótica estructural describe el
significado del significado. Éste no será intencional (relacionado con el
sujeto psicológico) ni hermenéutico (un significado que existe antes de la
realización del lenguaje). Greimas pretende estudiar la producción del
significado en el discurso: el significado como proceso de significación.
Por
discurso, Greimas quiere decir lo mismo que Benveniste: «El lenguaje tal como
lo asume la persona que está hablando.» Es decir, el discurso es el lenguaje
realizado. Interpretado de este modo, resulta evidente que a Greimas le
interesa, en primer lugar, el aspecto parole
de la ecuación langue/parole. Sin
embargo, no se olvida de la langue,
o sistema; porque, para construir una «gramática» semiótica de la
producción de significado, debe considerarse que las expresiones están
organizadas de una forma concreta; no son simplemente contingentes y
arbitrarias. Por esta razón, la semiótica estructural de Greimas, como la
etnografía de Bourdieu, se centra en las estrategias, más que en las normas.
Las normas presuponen que detrás de las acciones hay un actor que se ajusta a
ellas. La noción de norma domina gran parte del primer estructuralismo que, por
consiguiente, da prioridad al actor que realiza la acción. En cambio, para
Greimas, no existen más que «actantes», entidades producidas por la propia
configuración de las acciones discursivas. Del mismo modo, para una semiótica
estructural como la de Greimas, no existe un sujeto detrás del discurso; sólo
el sujeto producido por el propio discurso. O, mejor dicho, quizá hay un sujeto
último, pero éste entra en el ámbito de la ontología, no la semiótica. Greimas
afirma que el «actante sintáctico» no es «la persona que está hablando» –el sujeto ontológico–, sino «la persona que está hablando», la persona virtual constituida en
función de su habla (5). Además, Greimas, como otros pensadores
estructuralistas, desea evitar el psicologismo en relación con el sujeto
discursivo. Un actante puede equivaler a dos actores psicológicos; por ejemplo,
una pareja de esposos que, juntos, constituyen un haz de funciones pertinentes
para el desarrollo de una narración. O una ciudad podría ser un actante, como
lo es París en el análisis que hace Greimas de «Dos amigos» de Maupassant (6).
Para
describir cómo funcionan los actantes, sobre todo en el discurso narrativo,
Greimas ha elaborado una serie de términos esenciales que es preciso entender
por completo para apreciar su labor o, llegado el caso, oponerse a ella.
El primer
término clave es «modalidad». En lingüística, este término se refería inicialmente
a «lo que modifica el predicado de una expresión» (7). Por ejemplo, en la
afirmación «Juan tuvo que escribir la carta», el predicado es el modo de
obligación. En lógica, la modalidad se refiere al modo en el que algo es, o no
es, verdadero o falso; decir que «estuvo enfermo en 1930» es atribuir una
modalidad temporal al hecho de estar enfermo. El uso que Greimas hace de la
modalidad está quizá más cercano al sentido lógico que al lingüístico, porque
quiere dar al concepto un carácter axiomático. La modalización es, pues, lo que
caracteriza y limita cualquier situación actancial. En realidad, es lo que está
siempre determinado en cualquier situación de ese tipo.
Así, «querer», «tener que», «saber», «ser capaz de», «hacer» y «ser», etc., son
valores modales fundamentales que corresponden a valores concretos de
existencia del microuniverso autónomo y semiótico: «querer» y «ser capaz de»
corresponden al plano virtual de existencia de los valores modales, «saber» y
«ser capaz de» corresponden al plano de la realidad, y «hacer» y «ser»
pertenecen al plano de la ejecución. En resumen, la modalización es un
«planteamiento» en forma de «declaración axiomática»; se basa en «un
procedimiento hipotético y deductivo», y no en la inducción.
Las
modalizaciones determinan excesivamente la acción de los actantes, los sujetos
del discurso narrativo. Como tienen una relación concreta con las acciones, son
necesariamente discontinuas. Por tanto, son incapaces de explicar estados
continuos relativos, por ejemplo, a la pasión y la emoción, a las actitudes –o
«modalizaciones del estado del sujeto» (8)–, en vez de las acciones. Además, si
las modalizaciones derivan de una axiomática que produce un orden y un sistema,
las pasiones introducen un carácter desordenado, incompleto, entrelazado, con
ondulaciones e inestabilidades; procesos que son precisamente muy difíciles de
sistematizar. En vista de ello, Greimas introduce en su estudio semiótico de
las pasiones el término «aspectualidad», y observa que ésta predomina en el
poema de Paul Eluard Capital de la douleur, porque dicho poema se centra en lo incompleto, más que en el
«valor semántico de los objetos que se desean». Por ejemplo: «el amor es
aceptable sólo al principio; la mirada, cuando los párpados se abren al
despertar; el día, en el momento en que rompe con la oscuridad; la vida humana,
en la infancia». Es decir, el poema de Eluard aprecia las cosas incompletas. Un
elemento clave de la aspectualidad es la importancia del lugar que ocupa en él
el cuerpo en relación con las pasiones y la actitud del sujeto, una iniciativa
que se agradece en un conjunto de estudios que aparenta ser increíblemente
abstracto y cerebral.
«Isotopía»
es otro término fundamental en el vocabulario semiótico de Greimas. Como señaló
Ronald Schleifer en su Introducción a la traducción inglesa de Sémantique structurale,
Greimas, gracias a la noción de isotopía, pudo trasladar el centro de
atención de la semiótica, de la oración al discurso. La isotopía, tomada de la
química (Greimas toma frecuentemente prestados términos de las ciencias
naturales), se refiere a niveles paralelos de significado dentro de un solo
discurso homogéneo. Se diferencia de la oposición jerárquica entre «superficial
y latente» y la hace redundante, además de estar más próxima a la estructura
del juego de palabras. La isotopía permite que distintos elementos
(significados, acciones, expresiones) se relacionen con el mismo discurso. En
su estudio del relato breve de Maupassant «Dos amigos», Greimas muestra que una
isotopía puede ser: actorial, cuando se ve que
unos fragmentos que describen acciones separadas se refieren, en definitiva, al
actor, «París»; discursiva, cuando se ve que unas estructuras
ejecutadas de forma independiente se refieren al mismo sujeto; figurativa, cuando el texto se convierte en vehículo para diversas
alegorías o parábolas diferentes; y temática,
cuando el texto implica un conocimiento que va más allá del conocimiento
narrativo (en este caso, sobre la pesca y la amistad). Con la «isotopía»,
Greimas considera que ha restado validez a la distinción de Freud, en La interpretación de los sueños, entre el contenido «latente» y «manifiesto» del sueño (9). Sin negar ni
la posible penetración de la «isotopía» ni las complejidades de la cuestión,
deberíamos recordar quizá que, si Greimas investiga de qué forma un texto ya
homogéneo (por ejemplo, «Dos amigos») es homogéneo, Freud se ocupaba, en la
mayoría de las ocasiones, de una serie de elementos radicalmente heterogénea
con la que era preciso elaborar un texto homogéneo. Por consiguiente, es
probable que las nociones de «manifiesto» y «latente» sean distintas en ambos
casos.
Vamos a
intentar ahora una valoración del esfuerzo de Greimas, en primer lugar, con
respecto a la separación de lo semiótico y lo metafísico, planteada al
principio, y, segundo, en relación con el análisis que hace de la última parte
de su estudio semiótico sobre el relato de Maupassant «Dos amigos», ya
mencionado. Respecto a la separación de lo semiótico y lo metafísico, o lo
ontológico, podríamos limitarnos a hacer la siguiente pregunta: ¿es
verdaderamente factible esta separación, teniendo en cuenta que el lenguaje
natural, que contiene numerosas incrustaciones metafísicas (cfr. Derrida),
tiene que ser el vehículo para la ciencia de la semiótica? Las pruebas
presentadas por el propio lenguaje de Greimas parecerían confirmar que existe
una dificultad genuina.
En cuanto
al estudio de Greimas sobre «Dos amigos» de Maupassant, resulta indudablemente
sospechoso, desde un punto de vista metodológico, examinar un comentario sobre
el final de la historia aisladamente de lo que lo ha precedido. Pese a ello, lo
que sigue es un argumento general e intenta tener en cuenta la labor de Greimas
en su conjunto.
En primer
lugar, se advierte que el texto de base –«Dos amigos»– comprende apenas seis
páginas, mientras que el texto analítico tiene casi 250 páginas de largo. Dicha
disparidad, típica de este trabajo (10), parece poner en tela de juicio la
posibilidad práctica de analizar, no sólo un texto más largo, sino más complejo.
Sobre todo, el lector empieza a preguntarse si Greimas ha dejado realmente atrás la minuciosidad
lingüística que caracteriza a los estudios de la oración.
Más
importante es que el modo en que su análisis aborda el desenlace de la historia
plantea ciertas dudas sobre la perspicacia del trabajo de Greimas. Después de
ser apresados por los prusianos (es la época de la guerra franco-prusiana)
mientras disfrutaban de un día de pesca, los dos amigos son fusilados por ser
espías franceses y sus cuerpos son arrojados al río de donde procedían sus
peces. Una vez ejecutados, el oficial prusiano que la había dirígido ordena que
se cocine el pescado vivo. Inmediatamente después llega la última línea:
«Entonces empezó, de nuevo, a fumar su pipa.»
Aquí, al
lector le choca con gran energía el agudo contraste entre la frase final y los
hechos inmediatamente anteriores. Esta última línea, podríamos sugerir, al
estar tan fuera de lugar –o, más bien, por parecer tan arbitraria–, guarda la
clave del poder emocional del relato, un poder creado por el sentido de la
cruel indiferencia del oficial prusiano. Pese a sus referencias –mediante el
empleo de la isotopía– a simbolismos cristianos y de otro tipo, Greimas no
aborda en ninguna parte este aspecto esencial de la historia. En el segmento
que se ocupa de las últimas líneas del relato escribe lo siguiente: «Fumar una
pipa» es, sin duda, la representación figurativa de un estado de calma, caracterizado por la ausencia de
perturbaciones somáticas o noológicas» (11). Para Greimas, la última frase es
un elemento que contribuye a parte de la gramática del discurso narrativo que
está intentando construir. Desde esta perspectiva, intenta mostrar la
estructura de lo que denomina las posibilidades del discurso narrativo,
constituidas por modalidades, isótopos, acciones cognitivas y pragmáticas, etc.
Esta gramática sería el sistema implícito en los procesos narrativos. De manera
muy laudable, da prioridad a la estrategia sobre las normas. Sin embargo, en un
sentido fundamental, sigue pareciendo externo a los procesos que aísla; sigue
dominando el texto de base y parece que ése es su objetivo clave, además de
evitar ser dominado (es decir, desorientado) por él.
Dicho
esto, la aspiración científica que constituye la base del proyecto de Greimas
comprende la apertura hacia la modificación de la teoría a la luz de las
dificultades encontradas. Por consiguiente, en principio, quizá sería posible
terminar justificando el poder emocional del texto, aunque plantee el mayor
desafío afrontado por la semiótica estructural.
NOTAS
- A. J. Greimas, Maupassant: The Semiotics of the Text, trad. de Paul Perron, Amsterdam y Filadelfia, John Benjamins, 1988, pág. xxiv.
- A. J. Greimas, Narrative Semiotics and Cognitive Discourses, trad. de Paul Perron y Frank Collins, Londres, Pinter Publications, 1990, pág. 108.
- El lector hallará un excelente inventario muy elaborado de todos los términos relevantes de la obra de Greimas en A. J. Greimas y J. Courtés, Semiotics and Language: An Analytic Dictionary, trad. de Larry Crist et al., Bloomington, Indiana University Press, 1982.
- Greimas, Narrative Semiotics and Cognitive Discourses, pág. 12.
- Ibíd., la cursiva es de Greimas.
- Greimas, Maupassant: The Semiotics of the Text, pág. 3.
- Greimas y Courtés, Semiotics and Language, pág. 193.
- A. J. Greimas y Jacques Fontanille, The Semiotics of Passion (1991), trad. de Paul Perron y Frank Collins, Minneapolis y Londres, University of Minneapolis Press, 1991, pág. 5.
- A. J. Greimas, Structural Semantics: An Attempt at a Method, trad. de Daniele McDowell, Ronald Schleifer y Alan Velie, Lincoln, University of Nebraska Press, 1983, pág. 112.
- Véase Greimas, «On chance occurrences in what we call the human sciences: Analysis of text by Georges Dumézil», en Narrative Semiotics and Cognitive Discourses, págs. 59-61.
- Greimas, Maupassant: The Semiotics of text, pág. 243.
PRINCIPALES
OBRAS DE GREIMAS
Sémantique structurale (1966).
Semiótica del texto: ejercicios prácticos (1976), Barcelona, Paidós,
1993,
A. J. Greimas y J. Courtés, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría
del lenguaje (1979),Madrid,
Gredos, 1990.
Del sentido II: Ensayos semióticos (1983),
Madrid,
Gredos, 1990.
OTRAS
LECTURAS
SCHLEIFER, Ronald: A. J. Greimas and the Nature of Meaning: Linguistic Semiotics and Discourse Theory, Lincoln,
University of Nebraska Press, Londres, Croom Helm, 1987.
SORENSEN, Dolf: Theory Formation and the Study of Literature, Amsterdam, Rodopi, 1987.
No hay comentarios:
Publicar un comentario