Dada la complejidad
de la obra de Pierre Bourdieu, existe siempre el riesgo de malinterpretar su
proyecto. Es preciso ser precavidos al leer su oeuvre, tan precavidos como Bourdieu al escribirla.
Dicho esto, destacan
ciertos elementos: la preocupación por analizar la desigualdad y la distinción
de clases en un plano estructural, y no ideológico, pero sin ceder a lo que
Bourdieu denomina la ilusión "objetivista" del estructuralismo; la
preocupación por permitir que la ciencia supere su dependencia del modelo para
captar la naturaleza de la vida social y aborde la práctica o prácticas; el
deseo de superar los clichés, los estereotipos y las clasificaciones de la doxa aceptada universalmente y, como
consecuencia, hacer explícitas las relaciones de poder existentes en la
realidad social, en un terreno social. Desde su trabajo de campo en Argelia
durante los años 60, Bourdieu se ha comprometido a mostrar los modos
subyacentes de dominación de clases en las sociedades capitalistas, tal como aparecen
en todos los aspectos de la educación y el arte. Su tesis central es que la
clase dominante no gobierna abiertamente; no obliga a los dominados a atenerse
a su voluntad. Tampoco domina en la sociedad capitalista mediante una
conspiración en la que los privilegiados manipulen de forma consciente la
realidad de acuerdo con sus propios intereses. Lo que ocurre, más bien, es que
la clase dominante en la sociedad capitalista es, de acuerdo con las
estadísticas, la beneficiaria del poder económico, social y simbólico, poder
encarnado en el capital económico y cultural, imbricado en todas las
instituciones y costumbres de la sociedad y reproducido por esas mismas
instituciones y costumbres.
Pierre Bourdieu nació
en Dengvin, en el sur de Francia, en 1930. Asistió al prestigioso liceo
parisino Louis-le-Grand en 1950-1951, y obtuvo su agrégation en filosofía en la École Normale Supérieure. Como parte
de su servicio militar, Bourdieu dio
clases en Argelia y, por tanto, experimenta de primera mano el colonialismo
francés. Fue una experiencia formativa y el esfuerzo para entenderla orientó al
filósofo hacia la antropología y la sociología. Más tarde, entre 1959 y 1962,
Bourdieu impartió filosofía en la
Sorbona y, a mitad de los años 60, se convirtió en director
de estudios en la École des Hautes Études y director de European Sociology. En
1982 fue elegido para la cátedra de sociología en el Collège de France. Murió en París el 23 de enero de 2002.
En su libro Homo Academicus,
Bourdieu afirma que la École des Hautes Études en París sigue siendo una de las
escasas instituciones del sistema académico francés que son marginales pero
prestigiosas, capaces de promover la originalidad en el pensamiento y la
investigación. Fue algo importante para Bourdieu en los primeros tiempos de su
trayectoria, porque la educación superior en Francia tiende a estar
estructurada en torno a personajes e instituciones de prestigio académico (como
la École Normale Supérieure-rue d'Ulm). "Prestigio académico" no
significa necesariamente estímulo científico e intelectual. Más bien, significa
que el aplauso académico suele destinarse a quienes saben –conscientemente o
no– cómo manejarse en el sistema de protectores y utilizar de la mejor manera
posible todos los privilegios heredados o el capital cultural que puedan poseer.
Bourdieu contrasta el privilegio académico y el poder institucional que le
acompaña con el renombre científico e intelectual. Este último implica cierta
imaginación, originalidad y agudeza crítica, mientras que los primeros
requieren "la prueba más genuina de obsequium,
respeto incondicional por los principios fundamentales del orden
establecido" (l).
La opinión de que el
medio académico es "justo" y "competitivo", y presuntamente
responsable de "ampliar los limites del conocimiento" y seleccionar a
"las mejores mentes" para la tarea, es el tipo de ortodoxia normal y
corriente que intenta eliminar la investigación y reflexión sociológica de
Bourdieu. Para él, en realidad, no es necesario decir lo que es evidente y se
da por descontado, que nuestras ideas basadas en el sentido común, o nuestro
lenguaje científico impreciso, se apoyan en un mal conocimiento (méconnaissance) de las relaciones
desiguales de poder y una reproducción concomitante del privilegio.
En gran parte,
Bourdieu presentó su postura teórica subyacente en el ensayo de principios de
los 70 Esbozo de una teoría de la
práctica. Aquí, en el contexto de los estudios etnográficos, Bourdieu
delinea un triple marco de conocimiento teórico, en el que el nivel más
reflexivo se acabará empleando para clasificar "los clasificadores",
"cosificar el sujeto cosificador" y juzgar a los árbitros del gusto. El
primer elemento de este marco es la "experiencia primaria", o lo que
Bourdieu denomina también el nivel "fenomenológico". Todos los
investigadores en este campo conocen bien dicho nivel porque es la fuente de
sus datos descriptivos básicos sobre el mundo familiar y cotidiano, de su
propia sociedad o de otra cualquiera. El segundo nivel, casi tan conocido como
el primero, es el del "modelo" o el conocimiento
"objetivista". Aquí, el conocimiento "construye las relaciones
objetivas (por ejemplo, económicas o lingüísticas) que estructuran la práctica
y las representaciones de la práctica". Así, en un nivel "primario",
el investigador puede advertir que, en todas las bodas, los aniversarios o las
Navidades, la gente intercambia regalos. En un plano objetivista, el
investigador podría teorizar que, pese a lo que sugiere el sentido común, el
intercambio de regalos es un medio de mantener el prestigio y confirmar una
jerarquía social, así como, tal vez, también un ejemplo de cómo el intercambio es
un modo de cohesión social. Lo que Bourdieu subraya en relación con este
conocimiento es que se trata esencialmente del conocimiento del observador
desinteresado y neutral que se dedica a desarrollar una teoría de la práctica implícita
en los datos primarios. Al estudiar concretamente el lenguaje o él intercambio
de regalos, el conocimiento del teórico desinteresado es muy limitado. Desde
luego, si se estudia el lenguaje sólo desde la posición del que escucha
(frecuentemente, la posición de desinterés), y no se hace también desde la
posición del que habla, se produce una forma defectuosa de conocimiento. Bourdieu
explica que una teoría de la práctica adecuada debe tener además una teoría del
principal defecto del enfoque objetivista, que es el de estar rígidamente
despegada de esa práctica. Debido a ello, no puede justificar elementos que
forman parte de ella, como el "estilo", el "tacto", la
"destreza', el "savoir-faire" y, especiainiente, la "improvisación".
Del mismo modo, al construir un modelo de práctica –por ejemplo, el intercambio
de regalos–, el conocimiento objetivista no logra justificar los "fallos''
o "estrategias" capaces de perjudicar la universalidad del modelo. En
otras palabras, el tiempo queda fuera del modelo, junto a la noción de "estrategia".
"La estrategia –afirma Bourdieu– permite la intervención individual contra
el modelo." Esto es algo que la posición estructuralista enunciada por Lévi-Strauss
no logra hacer. Por supuesto, son las relaciones, y no las sustancias, las que
caracterizan la vida social y cultural, como la teoría del lenguaje de Saussure
dejó ver a los investigadores. Sin embargo, quedarse en este plano, como
Bourdieu asegura que tendía a hacer el primer estructuralismo, es quedarse en
el plano del modelo, o conocimiento objetivista.
Bourdieu propone que
una teoría del conocimiento objetivista sea, al mismo tiempo, una teoría de la
práctica más rigurosa e iluminadora. Afirma que una teoría de la práctica verdaderamente
rigurosa se consigue adoptando la posición de su desarrollo. Muy bien puede
juzgarse que es exigir demasiado. Pero no se puede negar a Bourdieu. Y, desde
la posición de la teoría en el Esbozo, elabora
tres importantes trabajos sobre la educación y el gusto: Homo Academicus, La
distinción y La Noblesse d'état: Les Grandes Écoles et esprit de corps; obras en las que se exponen diversos conceptos claves como "habitus", "campo" y
"capital cultural".
Aunque, en ocasiones,
se confunde con las rutinas específicas de la vida diaria o con un sinónimo de
socialización, habitus forma parte,
de hecho, de la teoría de la práctica de Bourdieu como la articulación de actitudes
en el espacio social. El espacio es también un terreno social porque, en él,
las posiciones forman un sistema de relaciones basado en intereses (poder)
significativos y deseados por quienes las ocupan. Habitus es una especie de expresión de la inversión (inconsciente)
que quienes ocupan el espacio social hacen en los intereses de poder
implícitos. Habitus es una especie de
gramática de las acciones que sirve para diferenciar a una clase (por ejemplo,
la dominante) de otra (por ejemplo la dominada) en el terreno social. En La distinción, Bourdieu se refiere a habitus como un sistema de esquemas para
la elaboración de prácticas concretas. Así, si el "buen gusto"
implica que el catedrático de universidad va a preferir claramente el Clave bien temperado de Bach,
mientras que los trabajadores manuales y funcionarios de clase media preferirán
El Danubio azul, la validez del buen
gusto se ve minusvalorada sólo cuando se revela que el catedrático
(especialmente de derecho o medicina) es, a su vez, hijo de otro catedrático
que poseía una colección privada de arte y cuya esposa era una buena música
aficionada. El catedrático es alguien que no sólo ha "alcanzado"
ciertos logros en el campo de la educación, sino que ha heredado un capital
cultural. Es decir que, en casos concretos, el entorno familiar puede
suministrar un gran volumen de conocimientos, comprensión y "gusto"
que no se aprende formalmente, sino que se adquiere de forma inconsciente.
Un
habitus específico sale a la luz cuando se demuestra estadísticamente que
hay diversas variables (trabajo, educación, ingresos, preferencias artísticas,
gustos culinarios, etc.) que se correlacionan entre sí. Así, en contraste con
el trabajador manual, el catedrático de derecho, normalmente, habrá tenido una
educación en colegio privado, preferirá a Bach (y, más en general, la forma
artística antes que su contenido), tendrá ingresos elevados y preferirá la
cocina sencilla y elegante, compuesta de carnes magras, fruta fresca y
verduras. Esta correlación es lo que, a juicio de Bourdieu, constituye una
serie concreta de actitudes (en este caso, burguesa o dominante), o habitus. Un habitus genera una serie de actitudes comunes a una clase. El
conocimiento del habitus de una clase
no permite predecir exactamente qué va a hacer un miembro de la clase dominante
o dominada en un momento y una situación concretos. Ello supondría eliminar el
tiempo y los medios y reafirmar la prioridad del modelo sobre la práctica,
precisamente lo que el Esbozo había
criticado a principios de los 70. Bourdieu ha afirmado asimismo que el habitus está relacionado con el
"sentido del propio lugar", que surge a través de procesos de
diferenciación en el espacio social y que es un sistema de esquemas para la
elaboraci6n de prácticas y para la percepción y no percepción de dichas prácticas.
Los límites entre un habitus y otro
son siempre controvertidos porque son siempre fluidos, nunca estables.
Bourdieu ha trabajado
mucho para refinar este concepto clave de su obra, porque es la base que
justifica su originalidad como sociólogo. Dado que el enfoque economicista del
marxismo es demasiado reductor y el primer estructuralismo era demasiado
objetivista, y puesto que, además, las teorías de la conspiración de la
dominación de clase conceden un peso excesivo a la experiencia primaria –como
se ve, por ejemplo, en determinados actos cotidianos de puro interés egoísta–,
Bourdieu ha intentado perfeccionar su teoría de la práctica con el fin de que sea científica y pegada a la realidad. Ser
científico, en este caso, quiere decir justificar la contingencia, los medios y el tiempo.
Otra cuestión es que
el método de Bourdieu tenga éxito. Podría decirse que cualquier vínculo con la
teoría obligatoriamente paraliza la práctica en su sitio. Desde luego, el habitus puede ser una actitud, pero
¿cuál es exactamente la relación entre dicha actitud y los actos contingentes?
Las regularidades estadísticas, replica Bourdieu. En otras palabras, el
conocimiento científico. ¿Qué uso (cultural, político, social, etc.) tiene este
conocimiento? Cuando lo utilizan grupos con objetivos políticos corre el riesgo
de hacerse puramente ideológico, una dimensión del poder simbólico: el poder de
representar.
Si bien es cierto que
resulta sugestiva la idea de Bourdieu de entrar en el juego de la práctica sin
verse arrastrado por ella y aunque su imagen, más trágica, de la ciencia como
verdadera libertad, en la medida en que es el "conocimiento de la
necesidad", ofrece una base posible para entender mejor el empeño
científico y, por tanto, sociológico, el trabajo de Bourdieu sigue dependiendo
de una división fundamental entre teoría y práctica, o entre teoría y realidad.
Esta división necesita una reelaboración para que la obra de Bourdieu alcance
el dinamismo de la de Freud.
Una vez más, en el
epílogo a su estudio monumental La
distinción, Bourdieu critica la disposición "cultivada" del
filósofo que se observa incluso en la lectura "heterodoxa" que
Derrida hace de los escritos de Kant sobre estética. Oponerse a la filosofía
desde un punto de vista filosófico no es más que fortalecer la situación
privilegiada del "terreno filosófico", afirma Bourdieu. Es seguir
rindiendo homenaje a un conjunto de textos canónicos que resultan relativamente
inaccesibles para el profano. Es seguir olvidando las "condiciones
objetivas" de la filosofía, en la que se otorga prestigio al erudito y se
niega al neófito. Además, es típico que los intelectuales posean el habitus de los privilegiados, pese a que
suelen componer la fracción dominada de la clase dominante.
Todo esto está muy
bien, hasta cierto punto. La importancia de ser consciente de las condiciones
sociales de la filosofía –y el arte– debería acabar con cualquier afirmación
mojigata de autonomía. Sin embargo, el propio Bourdieu es claramente un
producto de la formación filosófica, del mismo modo que su obra acude al canon
de textos privilegiados en busca de inspiración. Bourdieu reconoce tácitamente,
pues, que dicho canon es el único que tenemos por ahora y que, para bien o para
mal, nos vemos obligados a inspirarnos en él, aunque no pueda haber una
confirmación absoluta de su veracidad y legitimidad. Sin duda, la mayor
aportación de Bourdieu al pensamiento sociológico es el hecho de llamar la
atención sobre las condiciones objetivas de distintos tipos de discurso. Sin
embargo, esa sociología corre el peligro de quedar paralizada si no desarrolla
además nuevos análisis teóricos a partir de esa contribución.
NOTAS
1. Pierre Bourdieu, Homo
Academicus, trad. de Peter
Collier, Cambridge, Polity Press, 1988, pág. 87.
PRINCIPALES OBRAS DE BOURDIEU
Sociologie de l'Algérie, París, PUF, 2ª. ed., 1962.
El oficio de sociólogo: presupuestos epistemológicos
(1968) (con Jean-Claude Passeron), Madrid, Siglo xxi, 1989.
La Reproduction (con Jean-Claude Passeron), París, Minuit, 1970.
La distinción (1979), Madrid, Taurus, 1991.
El sentido práctico (1980), Madrid, Taurus, 1991.
Homo Academicus (1984).
La ontología política de Martin Heidegger
(1988), Barcelona, Paidós, 1991.
La Noblesse d'état:
Les Grandes Écoles et esprit de corps, París, Minuit, 1989.
Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama, 1995.
OTRAS LECTURAS
JENKINS, Richard: Pierre
Bourdieu, Londres y Nueva York, Routledge, Key Sociologists Series, 1992,
HARKER, Richard, et al.
(eds.): An Introduction to the Work of
Bourdieu: The Practice of Theory, Basingstoke, Macmillan, 1990.
MILLER, Don y BRANSON, Jan: "Pierre Bourdieu: Culture and Praxis", en Diane J.
Austin-Broos (ed.), Sydney, Allen & Unwin, 1987, págs. 210-225.
ROBINS, Derek: The Work
of Pierre Bourdieu, Milton Keynes, Open Universiry Press, 1991.
No hay comentarios:
Publicar un comentario