Nacido
en 1930 en Denguin (Basses-Pyrénées), estudió en distintos liceos y en la École
Normale Supérieure. Ha sido profesor ayudante en distintas facultades de
Filosofia y Letras (Argel, París, Lille), dirige desde 1975 la revista Actes de la recherche en sciences sociales y desde 1981 es
catedrático de Sociología en el Collège de France.
A
lo largo de tres décadas, Pierre Bourdieu ha reflexionado y producido trabajos
en el ámbito de la sociología y la antropología que abarcan un amplio espectro
temático: estudios sobre el arte, la ciencia, la política, la filosofia, el
campesinado, las clases sociales, la religión, la literatura, el deporte o el
parentesco. Influido esencialmente por el estructuralismo y el marxismo, pero
también por el psicoanálisis y por diversos trabajos sobre el simbolismo, forjó
en el terreno de la sociología una línea de pensamiento original y en
permanente desarrollo, de gravitación creciente en los últimos veinte años en
disciplinas tan variadas como la estética filosófica o la crítica literaria.
Mediante la aplicación rigurosa de un
relacionismo metodológico cuya fuente puede rastrearse hasta Marx y Durkheim, y
verificarse también más tarde en Lévi-Strauss o Jakobson, Bourdieu se orientó
siempre en una búsqueda destinada a superar las viejas antinomias que ponían
freno al desarrollo de la sociología, incapaz de trascender el antagonismo
entre modos de conocer objetivistas y subjetivistas, entre el análisis de lo
simbólico y lo material, y el problema –más grave aún– del divorcio entre
teoría y metodología científica. Su búsqueda se orientó hacia la construcción
de una "ciencia social total" como superación del metodologismo,
siempre dispuesto a separar el método científico de las reflexiones que le incumben,
tanto como de la "teoría teoricista", con su aberración por la
investigación empírica.
Es esa decisión de buscar un modo de pensar
relacional la que puede conducir al sociólogo a la reflexión epistémica, al
autoanálisis que promueve la indagación deliberada y sistemática de los
"pensamientos no pensados" que determinan su práctica. No se trata,
sin embargo, de una simple meditación del sujeto sobre sí; la reflexión debe
orientarse, más bien, hacia ese espacio complejo de conflictos y competencia en
el que se desarrolla la tarea específica del científico social.
Paradigmáticos de esta apuesta
epistemológica son dos conceptos acuñados por Bourdieu, en los que se apoya en
cierto modo su teoría: campo y hábitus.
El otro de los conceptos centrales mediante
los cuales puede hacerse inteligible la dinámica de la vida social, el de
hábitus, puede dar, en cierta forma, respuesta a un interrogante que atraviesa
la reflexión sociológica desde sus orígenes: ¿por qué la vida social es tan
regular? Podemos contestar que es el
hábitus, en tanto que mecanismo estructurador, lo que permite responder a las
demandas del campo de manera coherente. Mediante la internalización, desde la
infancia, de la multiplicidad de estructuras externas inherentes a un sistema
concreto de relaciones sociales, se genera una "lógica práctica" que
permite "preconocer" e interpretar las respuestas que se esperan del
sujeto en cada caso. No hay que sobrestimar, sin embargo, el papel de las
estructuras externas en la conformación de ese hábitus; no determinan por sí
solas las actitudes de los receptores, aunque proveen, sí, de un esquema básico
de percepción y pensamiento para la acción. El hábitus, si bien es generado por
estructuras objetivas, opera desde el interior estableciendo relaciones de
sentido no conscientes. Necesidades y gustos son, en definitiva, el reflejo de
la coherencia de elecciones que genera un hábitus, formas de elegir
–paradójicamente- determinadas.
Hay, por otra parte, otra instancia que
promueve la integración social tanto como la lucha que tiene lugar entre las
clases, y es la esfera de lo simbólico. Esa integración adopta la forma de
consenso sobre el sentido del mundo en la medida en que los símbolos crean un
orden gnoseológico y son instrumentos de conocimiento y comunicación; la lucha
de clases, en la medida en que las relaciones de conocimiento son relaciones de
poder, adquiere el sentido de violencia simbólica. Las diferencias mismas que
pueden establecerse entre grupos o clases se desplazan en la teoría de Bourdieu
desde una posición marxista clásica que acentúa las relaciones de producción y
propiedad, hacia otra nueva y original que destaca el matiz simbólico del
consumo. Las relaciones económicas se hallan fuertemente ligadas a otras Formas
de poder que se desarrollan en la escena de lo simbólico: la reproducción y la
diferenciación. La noción de violencia simbólica, desempeña un papel
fundamental en la teoría a la hora de explicar el fenómeno de la dominación en
general, y específicamente los casos de la dominación de clase en las
sociedades avanzadas o de una nación sobre otra en el contexto de la política
internacional. Es, además, una noción inquietante y polémica por definición, ya
que esta clase especial de violencia se ejerce sobre un agente con el
consentimiento de éste. No se alude sin
embargo con esto a la vieja y trillada polémica entre libertad y determinismo,
entre elección o coerción, porque consentimiento no significa aquí desconocimiento;
se acepta una violencia que se desconoce como tal. Así vive el sujeto en la
aceptación dóxica del mundo "tal como es", un mundo social en el que
ha nacido y que por ello le resulta autoevidente, y del que acepta ciertos
postulados y axiomas que no cuestiona. De todas las formas de "persuasión
clandestina" –afirma Bourdieu–, la más implacable es "el orden de las
cosas".
Un buen ejemplo de la aplicación de la
teoría sociológica de Bourdieu y de la profunda lucidez de su autor lo
encontramos en su trabajo sobre L'ontologie
politique de Martin Heidegger. Allí se ocupa de analizar la relación de los
intelectuales y su campo propio con el campo del poder, y de mostrar cómo es
posible, mediante una lectura que exceda lo interno de una obra, desvelar
algunas de las leyes que rigen la producción en el campo filosófico. Existen
pocos ejemplos –propone Bourdieu– de pensamiento tan clara y precisamente
fechados y situados como la "filosofla pura" de Heidegger; en su obra
pueden rastrearse todas las cuestiones ideológicas que marcan la época, si bien
de forma sublimada y poco reconocible.
Como ejemplo de esto baste señalar el caso del antisemitismo convertido
en condena del peregrinaje. El "caso Heidegger" revela, además, la
dinámica interna del carnpo de la producción y circulación de las obras
filosóficas. En él, los guardianes de la ortodoxia de la lectura filosófica,
esos "aristócratas venidos a menos", dueños del capital simbólico,
rechazaban el subversivo avance de las ciencias sociales que venían a recortar
el ámbito de incumbencia de la filosofía.
Ese avance del dominio del mundo
intelectual por los especialistas en las ciencias humanas, fenómeno que
encuentra su momento de auge en los años sesenta y que se organiza en torno de
la lingüística, ha producido lo que Bourdieu llamó en su Homo academicus el efecto "logía", consistente en el
esfuerzo de los filósofos por adoptar los métodos y la apariencia de
cientificidad de las ciencias sociales, manteniendo su condición de
"librepensadores", y que ha dado lugar a creaciones como la arqueología
de Foucault, la gramatología de Derrida o el intento de los althuserianos de
hacer una lectura "científica" de Marx.
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La distinction. Critique sociale du jugement, 1979
(trad. esp., La distinción. Criterios y
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Questions de sociologie, 1980.
Ce que parler veut dire. L'économie des échanges linguistiques,
1982 (trad. esp., Qué significa
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Choses dites, 1987
(trad. esp., Cosas dichas, 1988).
L'ontologie politique de Martin Heidegger, 1988 (trad. esp., La ontología
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La Noblesse d'État. Grandes Écoles et esprit de corps, 1989.
Réponses por une anthropologie réflexive 1992 (con otros).
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La Misère du Monde, 1993 (con otros).
Libre-échange, 1994
(entrevistas).
Raisons practiques sur la théorie de l'action,
1994.
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