Con su
concepción de un tiempo plural –una concepción evocada, en parte, por la noción
de longue durée (largo alcance o larga duración)–,
Fernand Braudel, fundador de la versión de posguerra de la revista histórica Annales, atendió a la dimensión espacial de la historia. Abrir la
historia al espacio es, en manos de Braudel, darle un aspecto estructural, una
faceta que no está inmediatamente a disposición de la conciencia de los actores
históricos. Si, para el historiador inglés R. G. Collingwood, la historia
consiste en las acciones de los hombres en el pasado, Braudel añadió que la
historia es además el resultado de los efectos lentos, a menudo imperceptibles,
del espacio, el clima y la tecnología sobre las acciones de los seres humanos
en el pasado. Por consiguiente, el contexto, humano y natural, afecta a las
acciones tanto como las acciones afectan al contexto. Pero, más que esto,
Braudel da un carácter temporal al espacio y a aspectos como el entorno
natural: da carácter temporal a elementos que, en gran parte, se habían tratado
como si fueran intemporales.
Braudel
nació el 24 de agosto de 1902 en un pequeño pueblo francés de 250 habitantes,
Luméville-en-Ornois. A los veinte años era agrégé
en historia. Mientras enseñaba en una escuela secundaria de Argelia, entre
1923 y 1925, descubrió el Mediterráneo, el tema de su primera gran obra, y
quizá la más conocida, El Mediterráneo y
el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1). En 1925, Braudel
completó su servicio militar en Renania y regresó a Argelia hasta 1932, mientras
recogía, durante todo este tiempo, material para su doctorat d'état sobre el Mediterráneo. Entre 1932 y 1935 enseñó en
los lycées parisinos de Pasteur,
Condorcet y Henri IV, para aceptar después un nombramiento de tres años en la Universidad de Sao Paulo.
El año que Braudel asumió el puesto –1935– fue el año en el que Lévi-Strauss
llegaba a la misma universidad con el fin de iniciar su trabajo de campo para Las estructuras elementales del parentesco.
De su experiencia con una cultura diferente, en Brasil, Braudel
afirmaría más adelante que fue «el mejor periodo de su vida», un sentimiento
repetido por otros fugitivos juveniles de la Francia metropolitana, como Dumézil en Estambul o
Foucault en Uppsala.
En 1938,
Braudel entró en la École des Hautes Études como profesor de filología de la
historia. Al empezar la guerra, en 1939, fue llamado a filas y en 1940 fue
hecho prisionero hasta el fin de las hostilidades. Durante su periodo de
cautividad desarrolló el marco de su tesis doctoral, en especial la noción de
los tres planos temporales. Su tesis sobre el Mediterráneo se publicó en 1949,
año en el que fue elegido para el Collège de France tras la jubilación de
Lucien Febvre. En 1947, con este último y Charles Morazé, Braudel fundó la
famosa Sexta Sección de «Economía y ciencias sociales» en la École Pratique des
Hautes Études. Se retiró en 1968 y en 1983 fue elegido miembro de la Academia Francesa.
Murió en Cluses, Francia, el 27 de noviembre de 1985.
Indudablemente,
la mayor aportación individual hecha por Braudel a la literatura histórica y,
más en general, a las ciencias sociales, es su teoría de la longue durée. Aunque al principio surgió de manera intuitiva, por su deseo
de capturar el rico tapiz de un «mundo» que interactúa con otros en su historia
monumental del Mediterráneo desde el siglo xvi
hasta el xviii, la longue durée se hizo progresivamente más
explícita a medida que Braudel y la escuela de historiadores de Annales alcanzaron su máxima influencia
en los años 60 y 70. La longue durée posee
un objetivo más global que la historia narrativa tradicional y hace hincapié en
la diversidad de interacciones que constituyen una unidad de base amplia:
«coyuntura y estructura», es el lema de Braudel. Como en respuesta a la noción
de perspectivismo de Nietzsche, la de Braudel es una historia escrita
simultáneamente desde muchas posiciones o perspectivas diferentes, no basada,
intencionalmente o no, en una sola posición o un punto de vista único. Además,
en lugar de intentar distinguir –normalmente en uno o más momentos
determinados– entre grados de realidad, el objetivo es ahora, como con la
historia de Foucault, «comprender cómo se articulan los modelos de práctica y
las series de discursos» (2), y, podríamos añadir, entender las pautas de la
naturaleza además de los modelos de actividad humana.
Antes del
enfoque de Annales, afirma Braudel, la literatura
histórica se centraba en la courte durée (corto
alcance) o en lo que se conoce como histoire
événmentielle (historia de los hechos). La historia política y diplomática
ha sido el ejemplo fundamental de histoire
événmentielle, aunque no
tiene por qué serlo. Con esta historia tradicional y la fama que adquirió en el
siglo xix, no sólo se convierte la
historia en un cuadro, una cosificación en la que el observador queda fuera y
la idea de historia como reconstrucción se elimina, sino que la teoría de que
el problema de la historia está en el
paisaje, «en la propia vida», se vuelve inaccesible (3). Para Braudel, en
cambio, no existe la historia unilateral, igual que no hay individuos
abstractos. Por el contrario, está siempre en movimiento un «espectáculo
fugaz»: se teje una «red de problemas» hasta asumir «cien aspectos diferentes y
contradictorios» (4).
Una gran
dificultad de la historia centrada en el corto o medio plazo es que corre el
peligro de convertirse en pura crónica y carecer de profundidad, porque asume
la homogeneidad del tiempo y una singularidad de perspectiva. En su uso de la
representación, la historia de los hechos de corto alcance tiende a utilizar un
modo dramático junto con la parafernalia retórica que lo acompaña. Por ejemplo,
una sociedad, o incluso toda una cultura, se ha enmarcado frecuentemente
mediante una metáfora orgánica y biológica; igual que la persona, la sociedad
nace, atraviesa un periodo de desarrollo y muere. La biografía pasa a ser el
marco básico de análisis, al margen de la complejidad de la materia. Además, la
lógica de causa y efecto acompaña la tendencia a ver los hechos aislados en un
tiempo concreto, y no como parte de un complejo entramado de fuerzas que
interactúan con arreglo a una pluralidad de momentos.
Por el
contrario, la longue durée deriva de
los «mil ritmos diferentes» del tiempo social. Puede incluir el tiempo de los
cambios en el entorno que es, según explica Braudel, la historia más lenta.
Tiende a ser de orientación estructural, porque deriva de la forma en que
muchos sucesos –que pueden estar representados en series estadísticas– se
organizan en distintos periodos de tiempo. Para el historiador de Annales, la estructura es una
construcción que puede convertirse en prisión si no se reconoce la pluralidad
radical de tiempos. Aceptar la longue
durée implica la disposición de cambiar todo: desde las propias ideas hasta
el estilo de escribir y presentarlas, hasta aceptar un tiempo que puede ser tan
lento que se acerque «a lo inmóvil». Claramente, Braudel defiende, aunque no lo
dice de forma tan explícita, una concepción de la historia radicalmente
abierta, la historia como sistema abierto, donde cada subsistema, en la medida
en que puede distinguirse, dependería de su entorno,
Para
llevar a la práctica sus aspiraciones en relación con la literatura histórica,
Braudel habló con energía en favor de un enfoque radicalmente
interdisciplinario para las ciencias sociales. Disciplinas como la economía, la
geografía, la antropología y la sociología debían intervenir en los problemas
detectados por el historiador. Ninguna disciplina concreta posee el monopolio
de la verdad sobre la existencia humana o natural; pero la lógica de sus
presentaciones respectivas implica frecuentemente que cada una reclama el
derecho a reivindicar que sólo ella puede explicar la naturaleza de la
existencia. Braudel vio que era necesario movilizar a todas las ciencias
sociales porque era esencial que una historia basada en la longue durée fuera realmente polifacética.
Si bien la
obra de Braudel en tres volúmenes, Civilisation
matérielle (Civilización material) (5), también ha captado la imaginación de especialistas y profanos, las
verdaderas innovaciones de su trabajo histórico resultan evidentes, sobre todo,
en su estudio sobre el Mediterráneo. Las innovaciones que Braudel aportó a la
literatura histórica están ahí a la vista de todos.
En primer
lugar, Braudel no desarrolla una historia narrativa, al menos no una historia
narrativa de visión única como la que se había heredado del siglo xx. Para Braudel, no existe un centro
que permita actualizar una sola narrativa. Lo que hay son múltiples
perspectivas. Por consiguiente, al estudiar el mar Mediterráneo, Braudel se
apresura a indicar que, para él, no existe un solo mar; hay muchos mares, una
«vasta y compleja extensión» a la que se enfrentan los seres humanos. En el
Mediterráneo se desarrolla la vida: la gente trabaja, pesca, entabla guerras y
se ahoga en esos mares. El mar se entrega a las llanuras y las islas. La vida
en las llanuras es variada y compleja; el sur, más pobre, sufre los efectos de
la diversidad religiosa (catolicismo e Islam) e intrusiones –tanto culturales
como económicas– del norte, más rico. En otras palabras, el Mediterráneo no
puede entenderse independientemente de lo que resulta exterior a él. Toda
adhesión rígida a los límites es una forma de falsear la situación. Equivale a ofrecer una «filosofía de la
historia» en lugar de escribir la historia propiamente dicha (6). La grandeza
del estudio de Braudel, pues, consiste en que ofrece un claro conocimiento de
los efectos de la categorización dogmática y la construcción de identidades
problemáticas. En este sentido, Braudel es, con toda seguridad, el primer
historiador auténticamente postmoderno.
Braudel
amplía la dimensión del Mediterráneo, de ser una individualidad estereotípica
con un carácter determinado (clima cálido y casas encaladas), a ser un mundo;
es decir, a ser una pluralidad de subsistemas que interactúan entre sí, que
penetran unos en otros. El imperio otomano musulmán está inextricablemente
ligado al Mediterráneo; la vida católica en las mesetas y colinas se entreteje
con la vida musulmana en las montañas; la vida nómada está vinculada a la
existencia sedentaria. Es decir, el espacio se contempla como la intersección
de toda clase de agrupamientos espaciales.
Tres
planos temporales organizan la historia del Mediterráneo de Braudel. El primer
nivel es el del medio ambiente. Implica un cambio lento, casi imperceptible, un
sentido de la repetición y los ciclos. La transformación puede ser lenta, pero
hay transformación. Ése es el argumento de Braudel. Se trata, pues, de un
tiempo geográfico. El segundo plano temporal es el de la historia social y
cultural. Es el tiempo de grupos y agrupaciones, imperios y civilizaciones. En
este plano, el cambio es mucho más rápido que en el del entorno; sin embargo,
en ocasiones puede haber un plazo de dos o tres siglos para poder estudiar un
conjunto específico de fenómenos, como el ascenso y la caída de varias
aristocracias. El tercer plano temporal es el de los hechos (histoire événmentielle). Es –o puede ser– la historia de los
individuos. Para Braudel, éste es el tiempo de las superficies y los efectos
engañosos. Es el tiempo de la courte durée propiamente dicho, y un
ejemplo es la Parte
3 de El Mediterráneo, que se ocupa de «hechos, política y
personas». Además, existe probablemente un cuarto plano temporal: el tiempo del
momento, o coyuntura, en el que una situación específica –la entrada de los
ingleses en el Mediterráneo durante el siglo xvi,
y sus consecuencias– se estudia desde varios ángulos. La coyuntura se abre
hacia el tiempo social y geográfico. De hecho, el desacuerdo de Braudel con la
sociología consistía en que, a su juicio, ésta dedicaba una atención excesiva
al tiempo individual, el tiempo de la coyuntura, sin tener en consideración el
tiempo de la longue durée. Como
consecuencia, la sociología corría el riesgo de trazar una imagen superficial
de la humanidad,
El Mediterráneo,
explica Braudel, es un conjunto de mares. Pero es también el desierto y las
montañas. Si el desierto puede suponer una forma nómada de organización social
en la que toda la comunidad se mueve, la vida en la montaña es sedentaria. Sin
embargo, antes de poder establecer una norma rápida y estricta, es preciso
tener en cuenta un tercer tipo de organización social basado en la
trashumancia. La trashumancia (el movimiento de la montaña a la llanura, o
viceversa, en una estación concreta) parece ser una combinación de existencia
nómada y sedentaria. Braudel se esfuerza enormemente, como en otros momentos,
para demostrar que una adhesión rígida a límites muy precisos en esta materia
es insostenible.
Desde otro
punto de vista, Braudel utiliza el motivo de la nieve para demostrar cómo un
aspecto del clima de montaña se entrelaza con la vida de aldea en el borde del
mar. La nieve que se lleva desde las montañas en Italia es el origen de la
creación de los helados en las ciudades durante el calor del verano.
Toca
prácticamente todas las facetas de la existencia. La marina y su tecnología; la
economía en toda su diversidad, incluyendo la fuerza labotal, el dinero, los
precios, los salarios, el comercio, la guerra, las clases, la delincuencia y el
crimen; el transporte y las comunicaciones. Todo ello constituye un rico tejido
con la parte sumergida en el todo, pero en el que la unidad del conjunto no es
un sistema cerrado individual sino la unidad de una diversidad. El Mediterráneo
se convierte en una red compleja, un fascinante abanico de encrucijadas e
intersecciones de todo tipo. Más importante, para captar todo el significado
del proyecto de Braudel, es necesario comprender que cada subsistema se mueve
con arreglo a su propio ritmo. Una forma de definir lo que Braudel ha puesto de
manifiesto es una red rítmica. Como él
afirma,
La ciencia, la tecnología, las instituciones políticas, los
cambios conceptuales, las civilizaciones (para regresar a esa palabra tan
útil), poseen sus propios ritmos de vida y crecimiento, y
la nueva historia de las coyunturas sólo estará completa cuando haya formado
toda una orquesta con todos estos elementos (7).
En lugar
de rehuir la complicación e intentar un método único y monográfico en el que
las variables estén más o menos controladas, Braudel y la escuela de Annales adoptan la complejidad. Así, en
vez de abandonar la categoría de «civilización» porque abarca un campo
demasiado amplio para captarlo en su conjunto, Braudel le otorga una posición
prioritaria en sus escritos históricos. La noción de «mundo» también es
fundamental en el enfoque braudeliano.
Como era
de esperar, ha habido objeciones a Braudel y su escuela. Del lado de los
marxistas ha surgido la afirmación de que su trabajo es, en realidad, un solo
punto de vista sobre el material que analiza, le guste o no a Braudel. La
elección de la materia y la manera de tratarla son inevitables. Otros han
asegurado que existe una tensión más o menos irresoluble, en su trabajo de
historiador, entre una orientación hacia el problema –en la que participaría el
mayor número posible de ciencias sociales– y el deseo de captar la imagen
global. Otros han declarado que el uso extendido de series de datos
estadísticos para revelar tendencias a largo plazo en todo, desde cambios
climáticos hasta transformaciones en los hábitos alimenticios, convierte a los
seres humanos en objetos cosificados y, por tanto, les arrebata su libertad.
Sean o no
válidos estos argumentos, es difícil ver cómo una mayor tendencia a centrarse
en las relaciones, unida a la obligación de que nunca deba escogerse un tipo de
historia para excluir todos los demás (siempre hay que estar abiertos a nuevos
tipos de historia), puede dejar de ser un punto de partida productivo para
cualquier historia digna de tal nombre.
NOTAS
1. Fernand Braudel, The Mediterranean and the Mediterranean
World in the Age of Philip II, 2 vols., trad. de Siân Reynolds,
Glasgow, William Collins, 1972, vol. 1, 1973.
Vol. II, Fontana/Collins, 1975.
2. Roger Chartier, Cultural History. Between Practices and Representations, trad. de Lydia G. Cochrane, Cambridge, Polity Press, 1988,
pág. 61.
3. Fernand Braudel, On History, trad. de Sarah Matthews, Chicago, University of Chicago Press,
1980, pág. 9.
4. Ibíd., pág. 10.
5. Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et
capitalisme (XV-XVIII siècles), 3 vols., París, Armand Colin, 1980.
6. Braudel, The Mediterranean, vol. 1, pág. 18.
7. Ibíd., pág. 30.
PRINCIPALES
OBRAS DE BRAUDEL
El Mediterráneo (1949), Madrid, Espasa-Calpe, 1988.
Escritos sobre la historia (1969), Madrid, Alianza, 1991.
Civilización material, economía
y materialismo (1980), 3 vols., Madrid, Alianza, 1984.
L'Ere industrielle et la société d'aujour-d'hui: le siècle
1880-1980, 3 vols., París, PUF, 1982.
Las civilizaciones actuales, Madrid, Tecnos, 1983.
La dinámica del capitalismo, Madrid, Alianza, 1985.
La identidad de Francia, Barcelona, Gedisa, 1993.
La historia y las ciencias sociales,
Madrid,
Alianza, 1994.
Una lección de historia, Barcelona, Mondadori, 1994.
OTRAS
LECTURAS
BINTLIFF, John (ed.), Annales School and Archaeology, Leicester,
Leicester University Press, 1991.
KNAPP, A. Bernard (ed.), Archaeology, Annales and
Ethnohistory, Cambridge,
Cambridge University Press, 1992.
BURKE, Peter, La revolución
historiográfica francesa, Barcelona, Gedisa, 1984.
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