Gaston Bachelard –epistemólogo, filósofo de la ciencia
y teórico de la imaginación– influyó en figuras esenciales de la generación
estructuralista y postestructuralista de la posguerra. A través de Jean
Cavaillès y, especialmente, en relación con la obra y la dirección de Georges
Canguilhem, Michel Foucault descubrió su orientación concreta al investigar la
historia de los conocimientos. Asimismo, cuando Louis Althusser halló
inspiración en el concepto de "discontinuidad" de Bachelard –que él
tradujo como "ruptura epistemológica"–, una generación de filósofos
marxistas descubrió estímulos para reexaminar las nociones de tiempo,
subjetividad y ciencia.
Gaston Bachelard nació el 27 de junio de 1884 en la Francia rural, en
Bar-sur-Aube, y murió en París el 16 de octubre de 1962. Después de trabajar en el servicio
postal (1903-1913), fue profesor de física en el Collège de Bar-sur-Aube entre
1919 y 1930. A
los treinta y cinco años, Bachelard emprendió nuevos estudios, esta vez de
filosofía, y completó su agrégation en
1922. En 1928 publicó su tesis doctoral, que había defendido en 1927: Essai sur la connaissance approchée (Ensayo sobre el conocimiento
aproximado) y su tesis complementaria, Étude
sur l'évolution d'un problème physique, La propagation thermique dans les
solides (Estudio sobre la evolución de un problema fisico: la propagación
térmica en los sólidos). Sobre la base de esta obra, en 1940 le ofrecieron la
cátedra de historia y filosofía de la ciencia en la Sorbona, puesto que ocupó
hasta 1954.
Tres elementos esenciales
del pensamiento de Bachelard lo convirtieron en un filósofo y pensador único e
hicieron que su obra fuera crucial para la generación de estructuralistas de
posguerra. El primer elemento se refiere a la importancia de la epistemología
en la ciencia. En este sentido, si los científicos poseían una comprensión
deficiente de su propia actividad, ello supondría un obstáculo, fundamental
para la aplicación de su trabajo. La epistemología es el terreno en el que se
comprende el significado de los esfuerzos científicos. Como escribió Bachelard
en La philosopbie du "non" (la
filosofía del "no"): "El espacio en el que se mira, en el que se
examina, es filosóficamente muy distinto al espacio en el que se ve" (1).
La razón es que el espacio en el que se ve es siempre un espacio representado,
no un espacio real. Sólo se puede tener en cuenta este factor si se recurre a
la filosofía. De hecho, Bachelard pasa, a continuación, a defender "un
estudio sistemático de la representación,
el elemento intermedio más natural para determinar las relaciones de
noúmeno y fenómeno" (2). Estrechamente asociada a la interacción entre la
realidad y su representación se encuentra la defensa inquebrantable que
Bachelard hace de la relación dialéctica entre racionalismo y realismo; o empirismo,
como puede también llamarse. Así, en el que quizá se convirtió en su libro más
influyente para el público en general, El
nuevo espíritu científico, este verdadero poeta de la epistemología afirma
que existen esencialmente dos bases metafísicas predominantes: racionalismo y
realismo. El racionalismo –que incluye la filosofía y la teoría– es el campo de
la interpretación y la razón; por otro lado, el realismo ofrece al racionalismo
el material necesario para sus interpretaciones. Limitarse a permanecer en un
plano ingenuo e intuitivo –el nivel experimental– a la hora de captar hechos
nuevos es condenar la comprensión científica al estancamiento; no puede llegar
a saber lo que está haciendo. Del mismo modo, si se exagera la importancia del
aspecto racionalista –quizá incluso asegurando que, en definitiva, la ciencia
no es más que el reflejo de un sistema filosófico subyacente–, puede producirse
un idealismo igualmente estéril. Por consiguiente, para Bachelard, ser
científico es no dar prioridad ni al pensamiento ni a la realidad, sino
reconocer el nexo inextricable entre ambos. Bachelard capta lo que está en
juego en esta frase memorable: "La
experimentación debe dejar paso al argumento y el argumento debe recurrir a la experimentación" (3). Todos los escritos de Bachelard sobre
el carácter de la ciencia se rigen por este principio. Con su formación
científica y filosófica, Bachelard era un ejemplo de la posición que intentó
defender en su obra. Como es de prever, un libro como Le Rationalisme appliqué (El racionalismo
aplicado) pretende demostrar la base teórica de distintos tipos de
experimentación. Un racionalismo profundo es siempre un racionalismo aplicado,
que aprende de la realidad. Pero eso no es todo. Bachelard está también de
acuerdo en que el empirista puede aprender del teórico aspectos de la realidad
cuando –como ocurre con Einstein– la teoría se desarrolla antes que su
correlato experimental. La teoría lo necesita para confirmarse. Con la
importancia que daba a la epistemología, Bachelard unió ciencia y filosofía de
una forma raramente vista hasta entonces. Las ciencias humanas y naturales
hallan verdaderamente aquí a su intermediario, en el hombre que, al final,
acaba por escribir una "poética" de la ciencia.
El segundo gran
aspecto de la obra de Bachelard que ha tenido especial influencia en relación
con el estructuralismo es su teorización de la historia de la ciencia. En pocas
palabras, Bachelard propone una explicación no evolutiva del desarrollo de la
ciencia, en la que los avances anteriores no explican necesariamente el estado
actual. Por ejemplo, según Bachelard, no es posible explicar la teoría de la
relatividad de Einstein como un desarrollo a partir de la física newtoniana.
Las nuevas doctrinas no se desarrollaron a partir de las viejas, afirma,
"sino que, más bien, las nuevas envolvieron
a las viejas".Y continúa: "Las generaciones intelectuales están
encajadas unas dentro de otras. Cuando pasamos de la física no newtoniana a la
newtoniana, no nos encontramos con la contradicción, sino que la
experimentamos" (4). Basándose en ello, el concepto que enlaza los
descubrimientos con una serie de hallazgos anteriores no es la continuidad sino
la discontinuidad. Existe, pues, una discontinuidad entre la geometría
euclidiana y no euclidiana, entre el espacio euclidiano y las teorías de
localización, espacio y tiempo propuestas por Heisenberg y Einstein. Una vez
más, Bachelard destaca que, en el pasado, la masa se definía en relación con
una cantidad de materia. Cuanto mayor era la materia, mayor era la fuerza que
se consideraba necesaria para oponerse a ella; la velocidad era una función de
la masa. Con Einstein sabemos, actualmente, que la masa es una función de la
velocidad, y no a la inversa. Lo esencial aquí no es que las teorías anteriores
tuvieran carencias y por tanto se opusieran, sino que las nuevas teorías
tienden a trascender por completo las teorías y explicaciones anteriores de
fenómenos, o a mostrar discontinuidad respecto a ellas. Como expone Bachelard:
Sin duda, existen ciertos tipos de
conocimiento que parecen ser inmutables. Ello hace pensar a algunas personas
que la estabilidad del contenido se debe a la estabilidad del continente o, en
otras palabras, que las formas de racionalidad son permanentes y no es posible
ningún nuevo método de pensamiento racional. Pero la estructura no procede
exclusivamente de la acumulación; la masa de conocimiento inmutable no posee
tanta importancia funcional como a veces se cree (5).
De hecho, afirma Bachelard, los cambios –en ocasiones,
radicales– en el significado de un concepto o en el carácter de un área de
investigación son lo que mejor caracteriza la naturaleza del esfuerzo
científico. Por tanto, lo que la ciencia tiene de nuevo es siempre
revolucionario.
Como añadido a la concepción de Bachelard sobre el
desarrollo científico, es importante advertir que todo el pensamiento
científico "es, en su propia esencia, un proceso de cosificación", un
sentimiento con el que Pierre Bourdieu (antiguo alumno de Bachelard) estaría
completamente de acuerdo. Además, al hablar del pensamiento científico de la
era moderna, Bachelard advierte que tiende fundamentalmente a ver los fenómenos
desde el punto de vista de su relación y no de su sustancia, es decir, por
tener cualidades esenciales propias. Esta observación indica claramente un
rasgo presente en el pensamiento estructuralista contemporáneo. Como confirma
Bachelard: "Las propiedades de los objetos en el sistema de Hilbert son
puramente relacionales, y no sustanciales" (6).
Cuando afirma que "la asimilación de lo
irracional por parte de la razón nunca deja de producir una reorganización
recíproca del terreno de la racionalidad" (7), Bachelard confirma el
carácter dialéctico de su enfoque, un enfoque recordado, aunque en un contexto
diferente y con objetivos distintos, por Julia Kristeva y sus conceptos de lo
"semiótico" y lo "simbólico". El pensamiento se encuentra
siempre "en proceso de
cosificación" (8); nunca es algo determinado y completo, nunca es algo
cerrado en sí mismo y estático, como solían pensar ciertos científicos.
Asociada a esta concepción del pensamiento se
encuentra la postura anticartesiana de Bachelard. Si Descartes había afirmado
que, para progresar, el pensamiento debía partir de ideas claras y sencillas,
Bachelard argumenta que no existen ideas sencillas, sólo complejidades, como se
ve especialmente cuando esas ideas se aplican. "La aplicación es
complicación", afirma. Además, aunque la mejor teoría parece ser la que
explica la realidad de la manera más sencilla, nuestro autor responde que la
realidad no es sencilla nunca y que, en la historia de la ciencia, los intentos
de lograr la sencillez (por ejemplo, la estructura del espectro del hidrógeno)
han resultado invariablemente ser simplificaciones excesivas cuando, al final,
se reconoce el carácter complejo de la realidad. Como idea derivada de
Descartes, la sencillez no se ajusta adecuadamente al hecho de que todo
fenómeno es un tejido hecho de relaciones y no simple sustancia. Por
consiguiente, los fenómenos sólo pueden captarse mediante una forma de síntesis
que corresponde a lo que Bachelard llamó, en 1936, surrationalisme (9). El surracionalismo es un enriquecimiento y
revitalización del racionalismo mediante la referencia al mundo material, de
igual manera que, desde otra dirección, el surrealismo intentaba revitalizar el
realismo a través del sueño.
Otra dimensión
influyente del pensamiento de Bachelard es su análisis de las formas de la
imaginación, especialmente las imágenes relacionadas con los temas de la
materia, el movimiento, la fuerza y el ensueño, así como las imágenes asociadas
del fuego, el agua, el aire y la tierra. Bachelard, en obras como La Terre et les rêveries de la volonté (La tierra y los ensueños de la voluntad),
incluye numerosas referencias a la poesía y la literatura de la tradición
cultural occidental, referencias que utiliza para ilustrar el trabajo de la imaginación. Este último
debe diferenciarse de la percepción del mundo exterior traducida en imágenes.
El trabajo de la imaginación, como afirma nuestro autor, es más fundamental que
la percepción de las imágenes; es cuestión de afirmar, por tanto, el
"carácter psíquicamente fundamental de la imaginación creativa" (10).
La imaginación no es un mero reflejo de las imágenes exteriores, sino una actividad
sujeta a la voluntad del individuo. Bachelard pretende investigar los productos
de esa voluntad creativa, que no pueden predecirse partiendo del conocimiento
de la realidad. En cierto sentido, pues, la ciencia no puede predecir la
trayectoria de la imaginación, porque ésta posee un tipo especial de autonomía.
Estar sometida a la voluntad significa que la imaginación –como para algunos
surrealistas– está relacionada con la fantasía semiconsciente (rêverie) más que con los procesos
inconscientes (condensación, desplazamiento, etc.) del ensueño. En realidad,
este factor, junto a su interés por los arquetipos, sitúa a Bachelard mucho más
cerca de Jung que de Freud. También recuerda a Jung el énfasis que pone
Bachelard, en su análisis de la imaginación, en los cuatro elementos
"primarios" del fuego, el agua, el aire y la tierra, que considera
eternamente presentes en una alquimia poética. Es decir, en el horizonte se ve
cierto elemento místico (cfr. Psicología
y alquimia, de Jung). Además, la insistencia de Bachelard en la prioridad
de la relación ya reconocida entre sujeto y objeto, que extrae, no siempre de
forma voluntaria, de la fenomenología, significa que, mientras la imaginación
podría crear imágenes (casi siempre, sublimaciones de arquetipos), no se piensa
que la labor de la creatividad produzca por sí misma dicha relación. De hecho,
el sujeto aquí es su majestad el yo, como afirmaba Freud; porque existe una
presunción de autonomía que bordea lo absoluto. De esta manera entra en los
escritos de Bachelard sobre la imaginación un elemento de cierre aparentemente
ausente de sus ensayos científicos.
La imaginación, por consiguiente, es el terreno de la
imagen y, como tal, es preciso diferenciarla de la traducción del mundo externo
a conceptos. La imaginación produce imágenes y es sus imágenes, mientras que el
pensamiento produce conceptos. Sin un surrealismo que aparece con el fin de
reavivar la imagen, el mundo de esta última estaría tan encerrado en sí mismo
que se marchitaría y moriría. Del mismo modo, si no fuera por cierto
surracionalismo, el pensamiento y sus conceptos también se marchitarían,
enfermos de su propia perfección y sencillez. En realidad, "apertura"
y "complejidad" resumen la posición de Bachelard. En su pléyade de
elementos –un poco demasiado jungiana–, el concepto tiende a estar en el lado
masculino de las cosas, mientras que la imagen tiende hacia lo femenino.
Igualmente, el concepto corresponde a la imagen
del día (porque es equivalente a "ver"), mientras que la imagen
corresponde a la imagen de la noche.
El astuto librito de Dominique Lecourt sobre Bachelard llama la atención
precisamente sobre esta característica de la obra del pensador: "En pocas
palabras, para repetir los términos de Bachelard, entre sus libros científicos
y sus obras sobre la imaginación existe la misma relación que entre el día y la
noche" (11). En general, Bachelard se muestra reservado en cuanto a si
ambos términos aparecen juntos, es decir, si la imagen aparece en la ciencia y
la ciencia en el reino de las imágenes. Sin embargo, la obra de Bachelard, casi
a su pesar, ha llegado a considerarse fuente de inspiración para quienes
intentan derribar la barrera entre concepto e imagen, con el fin de que las
imágenes nuevas puedan convertirse en base de nuevos conceptos científicos y
los conceptos nuevos puedan surgir a partir de nuevas imágenes.
Más en concreto, las obras de Bachelard destacan el
hecho de que ni el concepto ni la imagen son transparentes y que dicha opacidad
indica que en los asuntos humanos existe siempre un elemento de subjetividad.
Ello significa que, de los seres humanos, se habla tanto como hablan ellos
mismos en los marcos de la ciencia y lo simbólico que constituyen sus vidas.
Como expresa de nuevo Lecourt: "Nadie puede leer estos textos divergentes
sin percibir una unidad que debe
buscarse bajo la contradicción" (12). ¿"Unidad", o
"síntesis"? La respuesta no carece de importancia. Porque, mientras
la unidad implica homogeneidad y corre el riesgo de convertirse en una unidad
sencilla, la síntesis, como afirmaba Bachelard, tiene que ver con las
relaciones, puede existir entre elementos diferentes (siempre que la diferencia
no sea radical) y presupone divisiones de algún tipo. Por el contrario, la
unidad tiene tendencia a borrar las relaciones. Al final, la oeuvre de Bachelard tiende a encarnar la
idea de síntesis que proponía en sus primeros trabajos. Pero era,
necesariamente, una síntesis que no podía ver, una ceguera necesaria que
formaba parte (en términos existenciales) del lugar desde el que escribía. En
este sentido, pues, podría considerarse que la noche tiene prioridad sobre el
día en esta obra excepcional.
NOTAS
1. Gaston Bachelard, The
Philosophy of No: A Philosophy of the
New Scientific Mind, trad. de G.
C. Waterston, Nueva York, Orion Press, 1968, pág. 63.
2. Ibíd., pág. 64.
3. Gaston Bachelard, The
New Scientific Spirit, trad. de Arthur Goldhammer, Boston, Beacon Press,
1985, pág. 4. La cursiva es de Bachelard.
4. Ibíd., pág. 60.
5. Ibíd., pág. 54.
6. Ibíd., págs.
30-31.
7. Ibíd., pág. 137.
8. Ibíd., pág. 176.
La cursiva es de John Lechte.
9. Gaston Bachelard, "Le Surrationalisme", Inquisitions, 1 (1936).
10. Gaston Bachelard, La Terre et les rêveries de la volonté: essai
sur l'imagination des forces, París, Corti, 1948, pág. 3.
11. Dominique Lecourt, Bachelard
ou le jour et la nuit (un essai de
matérialisme dialectique), París, Maspero, 1974, pág. 32.
12. Ibíd. La cursiva
es de Lecourt.
PRINCIPALES OBRAS DE BACHELARD
Essai sur la connaissance approchée, París, Vrin, 1928. 3ª. ed., 1970 (tesis principal
para el doctorado en literatura).
La Valeur inductive
de la relativité, París,
Vrin, 1929.
Le Pluralisme coherent de la chimie moderne, París,
Vrin, 1932.
L'Intuition de l'instant: étude sur la "Siloë", de
Gaston Roupnel, París,
Stock,1932.
Les Intuitions atomistiques:
essai de classification, París,
Boivin, 1933.
Le Nouvel Esprit Scientifique, París, Alcan, 1934.
L'Expérience de l'espace dans la pbysique contemporaine, París,
PUF, 1937.
La Terre et les
rêveries de la volonté: essai sur l'imagination des forces, París,
Jose Corti, 1948.
La
Dialectique de la durée, París, Boivin, 1936.
Nueva ed., PUF, 1950.
La Formation de
l'esprit scientifique. Contribution a une psychanalyse de la
connaissance objective, París, Vrin, 1938; 8ª. ed., 1972.
Le Psychanalyse du feu, París,
Gallimard, 1938.
La Philosopbie
du "non", París,
Presses Universitaires de France, 1940.
El agua y los sueños (1942),
Madrid, FCE, 1994.
La Terre et les
rêveries du repos. Essai sur les images de l'intimité, París, Jose
Corti, 1948; 6ª. impresión, 1971.
Le Rationalisme appliqué, París, PUF,1949; 3ª. ed., 1966.
Le Materialisme rationnel, París, PUF, 1953; 2ª. ed., 1963.
La poética del espacio (1957), Madrid, FCE, 1993.
La Poétique de la
rêverie, París, PUF, 1960; 3ª. ed.,
1965.
Flamme d'une chandelle, París, Presses Universitaires de France, 1961.
Le Droit de rêver, París, Presses Universitaires de France, 1970.
OTRAS LECTURAS
GINESTIER, Paul: Pour
connaître la pensée de Bachelard, París,
Bordas, 1968.
LECOURT, Dominique: Bachelard ou le jour et la nuit, París, Grasset, 1974. McALLESTER JONES, Mary: Gaston Bachelard: Subversive Humanist. Texts and Readings, Madison, Universiry of Wisconsin Press, 1991.
LECOURT, Dominique: Bachelard ou le jour et la nuit, París, Grasset, 1974. McALLESTER JONES, Mary: Gaston Bachelard: Subversive Humanist. Texts and Readings, Madison, Universiry of Wisconsin Press, 1991.
SMITH, Roch Charles: Gaston Bachelard, Boston, Twayne, 1982.
TILES, Mary: Bachelard,
Science and Objectivity, Cambridge, Cambridge University Press, 1984.
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ResponderEliminarme podras ayudar brevemente con la relacion entre empirismi, positivismo y racionalismo, gracias
ResponderEliminarBuena Tarde
ResponderEliminarMe podría colaborar con la definición de conocimiento científico,empírico y común
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