La obra de Gérard
Genette tiene una importancia especial para los teóricos de la literatura y los
semiólogos. El interés permanente en la considerable obra de este autor, que
abarca el espectro literario desde los clásicos griegos hasta Proust, es
elaborar una teoría general –basada en esquemas de clasificación– de la singularidad del objeto literario.
Ansioso por evitar la tortura de imponer categorías a obras literarias desde
fuera, pero rechazando la ingenuidad del empirismo en la crítica literaria,
Genette ha intentado –mediante un «método analítico» flexible– permitir un
conocimiento del «misterio» de la obra literaria sin destruir ese misterio.
Inspirado en los análisis estructuralistas que elevaron el análisis textual
formal a nuevas alturas en los años 60, Genette se ha preocupado de defender la
autonomía del objeto literario. De ahí que termine diciendo que la gran obra de
Proust, En busca del tiempo
perdido, en su conjunto, es
irreductible: «No es una ilustración más que de sí misma» (1).
Genette nació en
París en 1930, fue un producto de la École Normale Supérieure –donde obtuvo su agrégation en Lettres clasiques en
1954– y es contemporáneo directo de Jacques Derrida y Pierre Bourdieu. Las
reflexiones de Derrida sobre la escritura en De la grammatologie, especialmente, influyeron en los
artículos publicados por Genette en los años 60 sobre crítica y teoría
literaria. Nuestro autor fue uno de los primeros en señalar la importancia del
concepto de gramatología de Derrida en una visión espacial de las obras
loterarias (2). En 1959-1960, Genette y Derrida enseñaron en un lycée y prepararon a sus alumnos para la
entrada en la École Normale Supérieure. En 1963 pasó a ser assistant de literatura francesa en la Sorbona y, después, maître-assistant. En 1967 fue designado
para el puesto de director de estudios de estética y poética en la École des
Hautes Études, en Ciencias Sociales.
Junto con Tzvetan
Todorov y Hélène Cixous, Genette comenzó en 1970, en las Éditions du Seuil, la
influyente publicación Poétique, así como la colección literaria del
mismo nombre. Fue en Poétique donde
se publicó por primera vez el importante ensayo de Derrida «La mitología
blanca: metáfora en el texto de la filosofía» (3).
En los primeros
artículos de Genette, publicados en Figures
I (1966), se puede observar un indicio de los temas posteriores. Está, por
ejemplo, la crítica del psicologismo, que rechaza por su impulso reductor y
determinista. El teórico considera que un texto literario es literario
precisamente porque no puede reducirse a la disposición psicológica de un
autor. Igual que Blanchot, Genette está de acuerdo en que el sitio del autor es
un lugar de anonimato. Escribir es esconderse, llevar una máscara. Como máximo,
la experiencia vivida del autor se refracta –se desplaza– en el texto; no se
refleja ni se expresa en él. El especialista en teoría literaria está
interesado en el proceso de desplazamiento per
se, y no en la condición
psicológica del autor (si es que puede establecerse). Genette se une así a Foucault,
Barthes y otros en la adopción de la «muerte» del autor como punto de partida.
A partir de Figures III (1972), la cuestión de la
presencia y ausencia del autor deja paso a las grandes preocupaciones de
Genette en los 70 y 80. Entre ellas están: los análisis de la narrativa [que
culminan en Nouveau discours du récit (1983)];
el estudio de la imaginación del lenguaje en Mimologiques (1976); el desarrollo de una teoría de los géneros en Introduction à l'architexte (1979); la formación del concepto de «transtextualidad»
e «hipertextualidad» en Palimpsests (1982) y, por último, un estudio del
«paratexto» (el título, el prólogo, el epílogo: elementos en el texto
principal, pero no de él), en Seuils (1987). Más recientemente, Genette ha publicado sus reflexiones
sobre un tema indicado por primera vez en Figures
II, la naturaleza de la ficción y la condición de «literariedad» en Ficción y dicción. ¿Cuáles son las
grandes hipótesis que surgen de los escritos de Genette en estas dos décadas de
permanente teorización y reflexión?
La aportación de
Genette a una teoría del objeto narrativo y literario (es decir, estéticamente
satisfactorio), en general, reside en la meticulosidad con la que amplía la
esfera analítica del lector crítico. Hasta ahora se han dado por descontados
numerosos aspectos de la escritura narrativa. Una historia «funciona» por
alguna razón, pero pocos han planteado preguntas incisivas sobre cómo y por qué
ocurre. Pensemos en la narración. Genette demuestra –sobre todo en relación con
Proust– que una función narrativa está constituida por muchos aspectos y
planos: no puede reducirse a un solo caso de narración de una historia. Si
tomamos como ejemplo el aspecto de la «voz» narrativa, a través del análisis de
Genette vemos que esa voz, por sí sola, está constituida por los siguientes
elementos:
1. Caso narrativo: se refiere al hecho de que siempre hay un momento o contexto
enunciativo en el que tiene lugar la narración. El caso narrativo es crucial
para atribuir significado o importancia a lo que expresa la voz narrativa. Aquí
hay que recordar la teoría de Benveniste de que, para entender totalmente cómo
funciona el lenguaje, debemos explicar el acto de afirmar (énonciation) y la
afirmación hecha (énoncé). Las manifestaciones narrativas (énoncés),
en sí, suelen ser sencillas y transparentes (por ejemplo, «durante mucho tiempo
me acosté temprano», de Proust, citado por Genette). Sólo cuando se tiene en
cuenta el caso narrativo se puede apreciar por completo el significado
narrativo concreto de una expresión.
2. Tiempo narrativo: mientras que el lugar o el espacio pueden quedar indefinidos en la
narración, el tiempo no puede, aunque sólo sea porque está inscrito en el
tiempo del verbo y, por tanto, en todo el lenguaje. Además, el caso narrativo
tendrá una relación temporal específica con los hechos relatados. Con
frecuencia, la narración es posterior a los hechos, pero no inevitablemente.
Existen narraciones «predictivas» (proféticas, apocalípticas, oraculares) que
se refieren a un momento
futuro, así como narraciones que describen los hechos mientras ocurren, o que
convierten el propio acto de la narración (por ejemplo, Las mil y una noches) en el centro de la historia. El tiempo
narrativo se refiere siempre al tiempo de la narración. Uno de los ejemplos más
claros se encuentra en la novela epistolar, en la que el acto de escribir y
narrar (por ejemplo, en La nouvelle Héloïse de Rousseau) forma parte de la
propia narración. En tal caso, el tiempo del suceso relatado puede ser el mismo
tiempo de la narración. Son posibles muchas variaciones sobre el tema. Por
ejemplo, puede haber una narración dentro de otra narración, como en la Odisea de Homero. O, de nuevo en una
novela epistolar, una carta anterior que cumplió su papel en la marcha de la
novela puede pasar a ser el hecho narrado en una carta posterior. Claramente,
para que el tiempo de la historia coincida con la narración, ambos tienen que
estar «en» el mismo tiempo. Una posibilidad interesante que se deriva de la
coincidencia de los dos tiempos es que el fin de la narración se convierta en
un hecho dentro de la historia, como cuando, al final de una confesión, se
ejecuta al narrador.
Desde el siglo xix, la forma más común de narración ha
sido en tercera persona y con posterioridad a los hechos relatados. Como
advierte Genette, un rasgo curioso de dicha narración es que es «intemporal»:
no existe indicio del tiempo de la escritura y narración.
3. Planos narrativos: se
refiere a la relación entre el acto de relatar y el hecho relatado. Se
considera que todo hecho narrado está en un plano superior al hecho de narrar.
El relato corto de Balzac Sarrasine es
un ejemplo de las posibles variantes en el plano narrativo. El narrador en la
historia refiere los hechos que conducen a su relato de la historia de Sarrasine,
luego cuenta la historia del enamoramiento de Sarrasine respecto a la joven La
Zambinella, antes de regresar a lo que podría considerarse el centro de su
narración. Una historia dentro de otra, como si dijéramos; pero para Genette
constituye una muestra del plano narrativo.
Éstas son varias
de las características de la «voz» que Genette descubre en su estudio de la
narrativa. También destaca la «metalepsis» (la narración del paso de un plano
narrativo a otro), la «persona» (la diferencia entre el narrador que se refiere
a sí mismo como narrador y una narración en primera persona), el «héroe» (como
narrador y como narrado), las «funciones del narrador» (contar una historia;
facilitar la organización interna del texto; garantizar la situación narrativa del
narrador y el lector; asegurar el carácter afectivo, moral o intelectual de la
narración; expresar una ideología), y el «receptor» (narrataire) de la narración tal como está indicado en la propia
narración.
Además de la «voz», Genette
define y estudia también otros cuatro aspectos de la narración:
- Orden: el orden de los hechos en relación con el orden de la narración. Un hecho puede ocurrir antes del momento de la narración (analepsis), o puede evocarse por adelantado un hecho posterior (prolepsis), o puede existir un desacuerdo entre ambos órdenes (anacronía)
- Duración: el ritmo al que ocurren las cosas.
- Frecuencia: el grado de repetición en una narración.
- Modo: el punto de vista, incluyendo la «distancia» del narrador respecto a lo que se está narrando.
Hasta ahora nos hemos centrado
en aspectos de la teoría de la narración en Genette. Hay tres términos que
especifican los elementos esenciales de todo acto narrativo: 1) una historia (histoire); 2) el discurso
narrativo (récit); y 3) la narración (el acto de contar la historia).
Genette observa: «Como narración, el discurso narrativo vive a través de su
relación con la historia que relata; como discurso, vive a través de la
narración que lo ofrece» (4). Es decir que, ni siquiera a un nivel general, existe
sencillamente una historia relatada, sino que hay también un tercer elemento
(el discurso narrativo) que, aunque no es separable de la historia o el acto de
relatarla, no es tampoco idéntica a ellos. Desde un punto de vista lingüístico,
la narración (récit) corresponde al
plano de la afirmación hecha (énoncé), mientras que la narración
corresponde al acto de afirmar (énonciation).
Al estudiar el discurso
narrativo en Figures II,
Genette se refiere a la oposición entre diégesis y mímesis que aparece en
la República de Platón y la
Poética de Aristóteles. En concreto, la diégesis aparece con frecuencia en
el estudio de la narración que hace Genette. Para los griegos, la diégesis es
el aspecto puramente narrativo de la ficción (una mímesis imperfecta), que debe
distinguirse de la mímesis, el aspecto imitativo o dramático. Hoy en día, la
distinción entre mímesis y diégesis se ha perdido, en beneficio de la segunda.
En las obras escritas por Genette a principios de los 70, la diégesis se
refería concretamente a la narración de los hechos. En Sarrasine, Genette considera la introducción al
relato de la historia de Sarrasine y La Zambinella «extradiegética»; es decir,
no una verdadera parte del relato de los hechos. No sólo es una distinción
dudosa (lo extraordinario de Sarrasine es
claramente que se trata del relato de dos historias), sino que la importancia
de la noción de diégesis parece mínima frente a la trilogía
historia-narrativa-narración.
En su obra Mimologiques, de
mitad de los 70, Genette se propone interpretar la enigmática teoría de los
nombres en el Crátilo de Platón. A
diferencia de la mayoría de críticos e intérpretes de Platón, Genette se toma
en serio el mimologismo de aquél, es decir, la idea de que los nombres, de una
forma esencial, imitan aquello a lo que se refieren. Aunque el enfoque
estructuralista destaca el carácter convencional del lenguaje, Genette emprende
un largo y detallado estudio sobre autores, desde los inicios de la era
moderna, que se han visto influidos por el principio platónico de la
«eponimia». «La función de la eponimia –afirma Genette– es dar significado a un
nombre que presuntamente no tiene ninguno, es decir, hallar en él uno o dos
nombres ocultos que estén hipotéticamente dotados de significado» (5). Ese
«significado» será inevitablemente una forma de mímesis.
En Mimologiques, Genette estudia la capacidad de invención,
voluntaria e involuntaria, de quienes han especulado sobre el origen del
lenguaje desde hace más de tres siglos, y que han supuesto, como Platón, y con
arreglo al principio de la eponimia, que existe una relación mimética entre el
nombre y lo que se nombra.
Palimpsests es quizá, por el rigor y el alcance de su incursión analítica, la obra
más importante de Genette. En ella clasifica y analiza numerosas formas distintas
en las que un texto se refleja en otro. En el uso que Genette hace del término,
el palimpsesto es una función; es literatura en segundo grado, una
«transtextualidad» compuesta, en parte, de los siguientes aspectos:
«intertextualidad», incluyendo la cita, el plagio y la alusión;
«metatextualidad», de qué forma se agrupa un texto en otro sin ser citado, como
cuando Hegel evoca Le neveu de Rameau de Diderot en la Fenomenología de la mente; «architextualidad», tipos de
discurso, modos de enunciación, géneros literarios que trascienden cada texto
individual, pero a los que se refiere cada texto concreto; e
«hipertextualidad». Esta última constituye el foco principal del estudio de
Genette, y se define como «toda relación que reúne un texto B... con un texto
anterior A... en el que se imbrica de una manera
distinta a la del comentario» (6). El texto B no podría existir sin el texto A,
pero no habla de él. Un ejemplo es el Ulises
de Joyce, que se relaciona claramente con la Odisea de Homero. Un resultado evidente del estudio de Genette es
que duda que algún texto sea verdaderamente la singularidad que con frecuencia
presenta la historia literaria.
Como mencionamos al principio,
la oeuvre de Genette es, para bien o
para mal, un impulso de elaborar una terminología sistemática y rigurosa para
teorizar la «literariedad de la literatura». Tenemos ante nosotros, pues, un
proyecto que intenta cosificar y, por tanto, hacer trascendentes, todos los
aspectos de la producción y la esencia del texto literario. Pese a las
protestas de Genette de que también intenta hacer justicia al misterio de la
singularidad del texto literario, resulta difícil, muchas veces, no verse
lastrado por una terminología que parece preocuparse, sobre todo, por no dejar
nada al azar, es decir, no dejar nada a la indefinición que constituye el
corazón de la literatura y, más en general, el corazón de cualquier producto
artístico.
NOTAS
- Gérard Genette, Figures III, París, Seuil, Poétique, 1972, pág. 68.
- Gérard Genette, Figures II, París, Seuil, TEL, 1969, pág. 17.
- Véase Jacques Derrida, «La mythologie blanche», Poétique, 5 (1971).
- Genette, Figures III, pág. 74.
- Gérard Genette, Mimologiques: Voyage en Cratylie, París, Seuil, Poétique, 1976, pág. 25.
- Gérard Genette, Palimpsests: La littérature au second degrée, París, Seuil, Points, 1982, pág. 13.
PRINCIPALES OBRAS DE GENETTE
Figures
I, París, Seuil, TEL,
1966.
Figures
II, París, Seuil, TEL,
1969.
Figuras
III (1972), Barcelona,
Lumen, 1989.
Mimologiques:
Voyage en Cratylie, París,
Seuil, Poétique, 1976.
Introduction
à l'architexte, París,
Seuil, 1979.
Palimpsestos: la literatura en
segundo grado (1982), Madrid, Taurus, 1989.
Nouveau
discurs du récit, París,
Seuil, 1983 (trad. esp. en preparación, Madrid, Cátedra, 1997).
Seuils, París, Seuil, Poétique, 1987.
Paratexte, París, Maison des Sciences de l'homme, 1989.
Ficción y dicción, Barcelona, Lumen, 1993.
OTRAS LECTURAS
MOSHER, Harold, «The structuralism
of G. Genette», Poetics, 5, 1, 1976.
SMITH, Barbara H., «Narrative
versions, narrativo theories», Critical
Inquiry, otoño de 1980,
págs. 213-236.
Gracias por esta sintentica introduccion a Genette!
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
ResponderEliminar