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sábado, 10 de noviembre de 2012

Prigogine, llya



Moscú, Rusia, 25 de enero de 1917. Abandonó Rusia en 1921 y después de distintos traslados por Europa se estableció en Bruselas en 1929. Allí estudió química y física en la Universidad Libre, licenciándose en 1941. Trabajó de investigador en la misma universidad hasta su cierre durante la ocupación alemana. Nombrado director de los Institutos Internacionales de Física y Química Solvay, lo será posteriorinente del Center for Statistical Mechanics and Thermodynamics (Centro de Mecánica Estadística y Termodinámica) de la Universidad de Texas (Austin). En 1966 recibió el Premio Solvay y en 1977 el Premio Nobel de Química. En la República Argentina ha dictado cursos en las universidades nacionales de Buenos Aires (1989) y Tucumán (1991), siendo asimismo miembro de la Academia Argentina de Ciencias Naturales. Murió el 28 de mayo de 2003 en Bruselas.

Durante los años de su formación universitaria, llya Prigogine recibe la influencia de dos profesores: Thophile de Donder, titular del curso de termodinámica teórica, y Jean Timmermans, experimentador interesado en las aplicaciones de la termodinámica clásica a los sistemas complejos. Sus intereses empiezan entonces a concentrarse alrededor de los fenómenos irreversibles, lo cual lo conduce a la elaboración de su tesis doctoral: Introducción a la termodinámica de los fenómenos irreversibles, de 1945. Esto implica, ciertamente, una revisión del problema del tiempo, que será una de las preocupaciones centrales del autor. El tema de la tesis inicia un proceso de elaboración que culmina en 1967 con la formulación del concepto de "estructuras disipativas" presentado en la comunicación Estructura, disipación y vida. Quizá la influencia de Schrödinger le permite intuir que los fenómenos irreversibles pueden ser el origen de la organización biológica. La tentativa de aplicar el papel fundamental de la irreversibilidad a otros campos se pone de manifiesto en La nueva alianza, texto que se vincula con El azar y la necesidad de J. Monod, a quien Prigogine reconoce haber comprendido las consecuencias pesimistas para el hombre de la concepción de la ciencia clásica. Sin embargo se propone superarlo a partir de una perspectiva en la cual la irreversibilidad tenga un papel preponderante y sirva de fundamento para la construcción de una nueva alianza entre el hombre y la naturaleza. Esto permitirá una reconciliación entre las dos culturas, otro de los temas que preocupan a Prigogine, y que considera "sancionado" por Kant. En este punto reconoce una deuda con Bergson, todo lo cual lo lleva a elaborar una imagen inédita de las ciencias naturales. Se ubica por otra parte junto a pensadores como Morin, que proponen pensar el orden a partir del caos, oponiéndose en cambio a la perspectiva determinista representada principalmente por el matemático René Thom.
Dentro de su extensa bibliografía, compuesta por unos 400 trabajos –entre libros, conferencias, artículos e informes científicos–, los que mejor ayudan a delinear el camino teórico recorrido por Prigogine son sobre todo: ¿Tan sólo una ilusión?  Una exploración del caos al orden, selección de ensayos que se sitúan entre 1972 y 1982; el ya mencionado sobre La nueva alianza; From Being to Becoming; El nacimiento del tiempo, que reúne dos conferencias pronunciadas en 1984 y 1987; Entre el tiempo y la eternidad y Exploring Complexity: An Introduction.
El tema de La nueva alianza es el problema del tiempo y su relación con la complejidad, y tiene como eje conductor la historia de la física. Por ello se divide en tres partes: en primer lugar se ocupa de la imagen estática propia de la ciencia clásica, su historia y sus consecuencias culturales, entre las cuales se cuenta la oposición entre las humanidades y las ciencias naturales. En segundo lugar, apunta a la imagen evolutiva de la ciencia, asociada con la entropía y la introducción de la flecha del tiempo, lo que establece una fuerte distinción entre procesos reversibles e irreversibles. Por último, presenta el enfrentamiento entre aquellas dos imágenes, enfrentamiento dejado a un lado por el viejo paradigma. Prigogine tendrá que mostrar cómo hoy ya no se puede aceptar que la irreversibilidad sea una mera ilusión. Ello exige una revisión del concepto de tiempo, y en consecuencia un cambio del modelo paradigmático.
  Mientras en La nueva alianza apenas se hace una referencia a la mecánica cuántica y a la cosmología, en Entre el tiempo y la eternidad la cuestión del tiempo se planteará de manera apremiante precisamente en esas disciplinas consideradas como "punteras" en el siglo xx.  Desde el punto de vista de su concepción del tiempo, son herederas directas de la dinámica clásica, pues encierran una negación radical del tiempo irreversible. Habrá pues que cuestionar sus estructuras conceptuales y reconocer, como un hecho consumado, el carácter ilegítimo del ideal de inteligibilidad que guiaba hasta entonces a la física moderna. Este texto encara entonces un terreno más extenso que el de La nueva alianza: se ocupa de la singularidad de la física, no ya de su historia. Pero no es tampoco una presentación de esa ciencia, sino el seguimiento de una sola cuestión a través de la multiplicidad de sus campos: la confrontación entre los esquemas conceptuales de la fisica y el problema del tiempo. Prigogine y sus colaboradores siguen una dirección inversa a la de la mayoría de los físicos posteriores a Bolzmann, dirección que en cierta medida es paralela a la de Bergson. En lugar de definir la verdad del tiempo físico a partir de las teorías "autorizadas", ponen en cuestión la concepción del tiempo en dichas teorías a partir de la evidencia fenomenológica.
   Prigogine se remonta a Aristóteles y a su minucioso análisis del tiempo, en el cual sostiene que es la medida del movimiento desde la perspectiva "del antes y el después". Sin embargo, deja sin responder la pregunta fundamental: ¿cuál es esa perspectiva? ¿La pone el hombre o es propiedad de la naturaleza? Ésta, según Prigogine, sigue siendo la cuestión crucial. Sostiene entonces que el tiempo está en todas partes, que la inestabilidad, la no linealidad y la irreversibilidad son propiedades básicas de la naturaleza y nosotros su mejor expresión; por lo tanto deberíamos considerar el tiempo como aquello que conduce al hombre, y no al hombre como creador del tiempo. Reconociendo que no hay unanimidad sobre este punto entre los científicos –menciona a J. A. Wheeler entre quienes se oponen a ello–, considera enfáticamente que el hombre forma parte de la corriente temporal de la irreversibilidad, elemento esencia1 constitutivo del universo, y en consecuencia sostiene que el tiempo es objeto de la ciencia.
   Desde sus orígenes, la física ha estado desgarrada por la oposición entre el tiempo irreversible de las descripciones fenomenológicas y la eternidad inteligible de las leyes, que nos permitirían interpretar esas descripciones. Este ideal de eternidad impuso una oposición entre el hombre, cuya libertad supone y afirma el tiempo, y un mundo pasivo, dominable y cognoscible. La tesis del autor es que esa concepción de la ciencia –que contribuyó a estabilizar el mito de un saber omnisciente– está muriendo. Hoy se reconocen las limitaciones en cuanto a alcanzar un conocimiento completo del mundo. De ahí la sugerencia de que quizá necesitemos una nueva noción del tiempo que trascienda las categorías del devenir y la eternidad, permitiendo de este modo superar esa dicotomía. Con el redescubrimiento del tiempo por parte de la física, se elimina el mayor obstáculo para lograr la unión entre las ciencias y las humanidades. La ciencia clásica siempre tomó los sistemas simples como modelos del universo: la naturaleza sometida al procedimiento experimental es una naturaleza simplificada, a veces mutilada en función de una hipótesis previa. Los procesos que no entraban en ese esquema se consideraban excepciones; la complejidad era una consecuencia de nuestra ignorancia o de algún fallo en el control de las variables. Hoy nos encontramos ante una situación radicalmente nueva: desvanecida la creencia en la simplicidad del mundo microscópico, el interés se dirige hacia lo múltiple, lo evolutivo, lo complejo, las relaciones, la comunicación, la interacción del hombre con la naturaleza y con los otros hombres.
   En el curso de sus estudios sobre la termodinámica, única ciencia que intentaba ver los fenómenos como totalidad, Prigogine descubre con sorpresa que lejos del equilibrio, la materia adquiere nuevas propiedades, que las ecuaciones no son lineales, que hay muchos estados posibles. Esto constituye lo que denomina "estructuras disipativas": "inestabilidades", "bifurcaciones" y "rupturas de simetría". La existencia de estos estados introduce un elemento histórico en la descripción física, de lo cual resulta que la historia no está reservada a la biología y las ciencias humanas.
   En Exploring Complexity: An Introduction presta especial atención a la emergencia de la dinámica del caos, la tendencia natural que presentan grandes clases de sistemas que evolucionan de acuerdo con un comportamiento determinista e imprevisible a la vez. Basta con una perturbación infinitesimal para arrastrar al sistema hacia un lado u otro. Es lo que Prigogine llamará más adelante –recurriendo a una metáfora– el "efecto mariposa": el aleteo de una mariposa en Pekín que provoca un levísimo soplo progresivamente irá aumentando de volumen y fuerza hasta convertirse en un huracán devastador en California. Esto lo lleva a afirmar que el azar forma parte esencial de lo real, incluso a nivel microscópico. Como la vida misma, la materia tiene un carácter aleatorio en el que predomina la eventualidad. Ya no es posible establecer una distinción tajante entre azar y necesidad, entre comportamiento aleatorio y determinismo: la situación es más sutil, como demostrará en la última obra citada. Existen distintos tipos de azar, algunos de ellos asociados al comportamiento caótico de las soluciones de simples ecuaciones deterministas. El origen del comportamiento aleatorio y la irreversibilidad está ligado estrechamente con la comprensión de la entropía, y por ello con el concepto mismo del tiempo.
   Vivimos en un mundo en el cual los procesos irreversibles conducen al equilibrio. De ahí que la ciencia esté llamada a desempeñar un papel de creciente importancia en el esfuerzo por conocer y poner en orden nuestro entorno global. Uno de sus objetivos esenciales es romper las barreras entre las disciplinas e intentar caminos nuevos en el enfoque de los problemas. A partir de ahí se tratará de abrir nuevos canales de comunicación entre la actividad científica y la sociedad. Dejemos de ver la ciencia a través de la oposición entre hombre y naturaleza. Es cierto que hay que reconocer con Monod, la ruptura de la antigua alianza; pero en lugar de lamentarlo, construyamos nuevas alianzas entre el hombre, su conocimiento, sus sueños, y las actividades científicas. A pesar de que entre los tres últimos siglos conocer fue a menudo interpretado como sinónimo de "saber manipular", ésa no es toda la historia: las ciencias son también diálogo, no intercambio entre sujetos sino exploraciones cuyo propósito no es ni el silencio ni la sumisión de "lo otro". Es así como uno de los ejes de From Being to Becoming será la propuesta de una visión de la ciencia en la cual ésta establece una coherencia entre las experiencias más íntimas del hombre y las formas de describir el mundo. Esto refleja la necesidad de liberarnos de la imagen de una racionalidad científica neutral, destinada a destruir lo que no puede comprender. De hecho, lo que condujo a la ciencia a oponer el hombre al mundo que quiere comprender fueron las generalizaciones prematuras, no su verdad. Es así como una de las perspectivas más prometedoras abiertas por esta metamorfosis –dice Prigogine– es el fin de ese desgarramiento cultural que hizo de la ciencia un cuerpo extraño, y la posible constitución de una "tercera cultura" dentro de la cual se pueda iniciar el diálogo ineludible entre la modelización matemático-científica y la experiencia conceptual y práctica de quienes intentan describir la sociedad humana en toda su complejidad.



Bibliografía:        

Étude thermodynamique des phénomènes irreversibles, 1947 (trad. esp., Introducción a la termodinámica de los fenómenos irreversibles, 1974).
The Molecular Theory for Solutions, 1957.
Structure, stabilité et fluctuations, 1971 (con P. Glansdorff).
Self-Organization in Non-Equilibrium System. From Disipative Structures to Order to Fluctuations, 1977 (con Grégoire Nicolis).
La Nouvelle Alliance. Les Métamorphoses de la Science, 1979, con Isabelle Stengers (trad. esp., La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, 1983; 2ª. ed. corregida, 1990).
From Being to Becoming. Time and Complexity in Phisical Sciences, 1979. 
Physique, temps et devenir, 2ª. ed. revisada, 1982. ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al orden, 1983. 
Entre le temps et l'eternité, 1988, con Isabelle Stengers (trad. esp., Entre el tiempo y la eternidad, 1990).
La nascita del tempo, 1988 (trad. esp., El nacimiento del tiempo, 1991).
Exploring Complexity: An Introduction, 1989 (con Grégoire Nicolis).
La fin des certitudes, 1996.


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