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jueves, 1 de noviembre de 2012

Galbraith, John Kenneth



 Economista estadounidense, nacido en Ontario (Canadá), el 15 de octubre de 1908. Se educó en las universidades de Toronto y California y enseñó economía desde 1934 hasta 1942, primero en la Universidad de Harvard y después en la Universidad de Princeton. Fue miembro del Comité de Asesoramiento de Defensa Nacional y de la Secretaría de Regulación de Precios, de otros organismos nacionales de Estados Unidos. De 1942 a 1948 fue miembro del consejo editorial de la revista Fortune. En 1949 volvió a Harvard como profesor de economía. De 1961 a 1963, dejando Harvard, fue embajador en la India. Murió en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, el 29 de abril de 2006.

La obra de John Kenneth Galbraith es crítica por definición. Su planteamiento no es sustancial, sino relacional, ya que se entiende en relación con algo sustantivo con vocación esencial y por lo tanto superable: la concepción del mercado como esfera autónoma y autosuficiente. No se puede pensar en Galbraith sin recurrir a Milton Friedman, de la misma manera que no se puede leer a los demócratas liberales del siglo pasado sin utilizar el marco teórico crítico del conflictualismo de izquierdas.
   Sin embargo, lo novedoso es que la crítica de las formas de liberalismo de la segunda mitad del siglo xx emprendida por J. K. Galbraith no parte de una concepción dialéctica sino liberal, por lo que su enfoque no presupone una dinámica histórica preexistente, sino el análisis de un contexto específico: los Estados Unidos de la inmediata posguerra (The Affuent Society y The New Industrial State) y de fin del siglo xx (The Culture of Contentment). Lo que resulta sorprendente es el carácter culturalista que la obra de J. K. Galbraith adopta, con un código y un lenguaje más cercanos a las ciencias sociales que a la ciencia económica.
   Desde la segunda guerra mundial, el conductismo invade desde las ciencias naturales y la psicología al pensamiento político; posteriormente, en los años setenta, con la decadencia del paradigma pluralista, el modelo neoliberal sitia las ciencias sociales desde la econometría, en una época en la cual James Buchanan o Robert Axelrod eran lectura obligada de todo cientista político imbuido de las estrategias de las elecciones racionales. Para esta visión, la ciencia política no era disciplina que procuraba analizar el grado de desarrollo de los sistemas políticos, sino que pretendía establecer fórmulas de estabilización para acrecentar el grado de certeza y expectabilidad de los mecanismos de toma y daca de las sociedades democráticas. Lo público pasaba a ser leído bajo el prisma de la privado. El Estado debía retirarse para dar lugar a una sociedad autosuficiente, justa y empresaria.
   J. K. Galbraith, en The Culture of Contentment, adopta una postura militante, ideológicamente liberal aunque muy rigurosa y exhaustiva en su distanciamiento del modelo neoliberal; adoptando los Estados Unidos de los últimos cincuenta años como unidad de análisis. Las hipótesis centradas de Galbraith resultan análogas a las sostenidas por el marxismo en su crítica del modelo liberal clásico; sin embargo, en ningún momento sus planteamientos se separan de los lineamientos liberales tradicionales. Su crítica surge dentro de este paradigma. La hipótesis central de The Culture of Contentment postula que el Estado en el modelo neoliberal actúa en favor de "la cultura de la satisfacción". El Estado es un instrumento de sujeción de una clase sobre otra, a la que Galbraith ni siquiera se anima a denominar como tal; por lo que emplea el término de "subclase funcional". Lo público se convierte en un fetiche que oculta bajo una superficie mediática y satisfecha, una sutil matriz de estrategias hegemónicas. En este sentido, el Estado se convierte en el guardián del dualismo social, vigente en el liberalismo. En esta sociedad existe una fragmentación que representa no solamente una cuestión moral, sino que refleja la precariedad de la modernización económica.
   La apertura y la desregulación pontificadas por el neoliberalismo profundizan aún más las ya graves desigualdades sociales en el interior de las sociedades, consolidando una subclase funcional (algo que nos remite a la noción marxista de "ejército de reserva del proletariado") que no sólo aparece como condición de existencia de los "satisfechos", sino que se transforma en un arma de chantaje cuyo objetivo es perpetuar su poder político. Esta subclase resulta políticamente invisible aunque no estadísticamente. La clase predominante es la clase media, una clase formada por individuos satisfechos y consumistas, lo suficientemente amplia para controlar el proceso de reproducción del sistema, manteniendo a la subclase en un estado de continuo y respetuoso sometimiento. La brecha entre ambas "sociedades" es gigantesca, constituyendo una fuente de deslegitimación del sistema y de potencial desestabilización.
   La formulación de Galbraith no es sólo crítica sino también programática, ya que propone varias formas de aliviar el peso de los satisfechos sobre los marginados. Algunas de estas formas que reducirían la brecha social tienen que ver con eventuales recortes al presupuesto militar y con los consecuentes incrementos de la inversión en viviendas, nuevos empleos y bienes de capital. Pero la forma más efectiva de reducir el moralmente injustificable dualismo social debe ser la adopción de políticas fiscales progresivas a través de las cuales el mayor peso recaiga sobre los ricos en favor de los pobres. Ésta sería la manera se superar la "política económica del goteo" postulada por el modelo neoliberal y que plantea que "si uno alimenta el caballo con avena de sobra, algo acabará cayendo en el camino para los gorriones". Sin embargo, las políticas fiscales progresivas son impensables en la cultura de los satisfechos, una cultura de corto plazo por definición y narcisista por principio. Debido a esto podemos afirmar que el pronóstico de Galbraith (a diferencia del que Marx hiciera en el siglo pasado ante una problemática análoga) resulta profundamente pesimista. Galbraith destaca que el bloque del neoliberal ve la regulación como un elemento ideológico y demoníaco, cuando en realidad en la actualidad es una cuestión del más puro pragmatismo. El modelo neoliberal es universalmente aceptado de manera irracional, ritual y casi religiosa, lo que queda resumido en el epígrafe con que comienza el capítulo cinco de The Culture of Contentment: "Los disparates de los ricos pasan en este mundo por sabios proverbios". Como tanto en esta obra como en The Affluent Society destaca la ideología y tendenciosa utilización que históricamente se viene haciendo de la teoría económica, en la mayoría de los casos resulta un constructo representacional cuya verdadera finalidad es constituirse en una estrategia política de legitimación y justificación de un determinado estado de cosas. Es Galbraith quien se encarga de esta manera de desenmascarar la ciencia económica y su supuesto halo de transparencia y divina objetividad. A pesar de esto, en The Affluent Society destaca el profundo descreimiento de la teoría económica histórica respecto de los ideales que afirman la autonomía del mercado. Por esto Galbraith afirma que la fe en el mercado no es más que un acto de voluntad impuesto políticamente y convertido en doctrina oficial dominante.
   Como en todo imperio fundamentalista, lo irracional termina por convertirse en delictivo. Lo que en The Affluent Society y The New Industrial State se entendía como prácticas irracionales que conllevaban a la legitimación social de cárteles y monopolios, en The Culture of Contentment se convierte en las prácticas criminales de los junk bonds y las políticas de funciones de los años ochenta en las cuales el Estado es cómplice de los más grandes delitos cometidos a la luz de día y en nombre de la libertad. Resulta sorprendente que para un resignado liberal como Galbraith el sistema de libre empresa asuma con orgulloso mesianismo el derecho de causarse a sí mismo y a la colectividad daños irreversibles.
   En The New Industrial State aborda las nuevas problemáticas del Estado en el siglo xx, postulando como variable independiente la tecnología. El libro fue escrito a fines de los años sesenta, por lo que la crítica no tenía por objeto al modelo estatal ultramínimo sino al Estado de bienestar, ya en abierta crisis. Es en este contexto donde su planteamiento trata de superar la dialéctica capitalismo-socialismo, no entendiendo por ella ni dos formas paradigmáticas enfrentadas ni dos formas de capitalismo, sino una pugna entre una civilización industrial tecnológica y científica, y una civilización humana y comunitaria. Es en medio de estos dos universos donde los instrumentos deben actuar de bisagra. Quizá la hipótesis central del libro apunte específicamente a la amenaza que los medios de comunicación y la tecnología representan para el ideal del individuo atómico, maximizador de beneficios del liberalismo lockeano. Para Galbraith, la opulencia que sobrevino al modelo keynesiano del pleno empleo y apuntalamiento de la demanda agregada presenta un lado oscuro: la necesidad de estabilizar esta última, para lo cual todos los medios resultan legítimos. En una comunidad rica, el gasto y por lo tanto la demanda, son menos confiables que en las sociedades pobres. El nuevo Estado industrial es el Estado en el que las grandes empresas aspiran a tener poder de veto y en el cual lo público se ve crecientemente amenazado. Entre los mecanismos de control del mercado utilizados por estas empresas podemos citar: a) la publicidad, por medio de la cual las empresas crean identidades, voliciones y necesidades, b) el control de las fuentes de materias primas, c) el control de la oferta y de los precios, d) la cooperación interempresarial que se orienta a la eliminación de la imprevisibilidad del mercado.
   El mundo de las grandes empresas es un mundo análogo al que John Locke concebía como el estado de naturaleza en el cual los sujetos económicos interactúan cooperativamente por interés. Siguiendo la lógica de Locke, Galbraith afirma que la existencia de un Estado regulador responsable puede ser un contrapeso eficaz para este poder, estableciendo un difícil pero democrático equilibrio entre las esferas de lo público y lo privado. Esto es algo que Galbraith ya había empezado a desarrollar en American Capitalism, al mismo tiempo que en The Affluent Society afirmaba que en Estados Unidos se había llegado a un nivel de desarrollo económico en el cual las políticas económicas deberían estar orientadas más a la provisión de mejores servicios y menos a la producción de bienes de consumo.
   En The Culture of Contentment, el estadio de civilidad lockeana da lugar a la desresponsabilización y desafección del Estado, dejando a discreción del mercado los asuntos que competen a la colectividad: lo que en este juego de analogías correspondería a un Estado de naturaleza hobbesiano en donde las prácticas no cooperativas y de destrucción mutua son una posibilidad inminente. A partir de las postulaciones de Galbraith, sorprendentemente desde la teoría económica norteamericana, el pesimismo se convierte en el más militante de los realismos.
   Galbraith dedicó toda una vida a puntualizar que el mercado no debe ser autónomo ni autosuficiente y que lo privado necesita la regulación de lo público, ya que aquél, furiosamente desatado, no sólo provoca marginación sino también autodestrucción. En definitiva, tras cuatro libros en los cuales analiza la relación entre lo público y lo privado, John Kenneth Galbraith afirma que el modelo neoliberal es sencillamente suicida.


Bibliografía:

American Capitalism, 1951 (trad. esp., El capitalismo americano, 1972). 
The Great Crash: 1929, 1955 (trad. esp., El crac del 29, 1983, 3ª. ed.).
The Affluent Society, 1958; 2ª. ed. revisada, 1969 (trad. esp., La sociedad opulenta, 1969).  The New Industrial State, 1967 (trad. esp., El nuevo estado industrial, 1967). 
Ambassadors Journal: A Personal Account of the Kennedy Years, 1969. 
A China Passage, 1973. 
Economics and the Public Purpose, 1973. 
Money: whence it came, where it went, 1975 (trad. esp., El dinero: de dónde viene, adónde va, 1976).
The Age of Uncertainty, 1977 (trad. esp., La época de la incertidumbre, 1979). 
A Life in Our Times, 1981 (trad. esp., Memorias. Una vida de nuestro tiempo, 1982). 
Anales de un liberal impenitente, I: Temas económicos, 1982; II: Historia personal, 1983.
Anatomy of Power, 1985. 
Naciones ricas, naciones pobres, 1986.
A History of Economics, 1991 (trad. esp., Historia de la economía, 1993, 7ª. ed.).
The Culture of Contentment, 1992 (trad. esp., La cultura de la satisfacción, 1994, 6ª. ed.).
A Journey Through Economic Time, 1994 (trad. esp., Un viaje por la economía de nuestro tiempo, 1994). 
A short history of financial euphoria, 1994. 
The Big Idea, 1996.
The Good Society: the humane agenda, 1996. 
The Economics of Innocent Fraud, 2004.


OBRAS DE FICCIÓN:
Tenured Professor, 1991 (trad. esp., El profesor de Harvard, 1991). 
Triumph. A Novel, 1993 (trad. esp., El triunfo, 1994).


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