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sábado, 1 de diciembre de 2012

Merleau-Ponty, Maurice



  Aunque quizá siguió siendo un "filósofo de la conciencia" en Francia, Maurice Merleau-Ponty se fue separando gradualmente de la fenomenología de Jean-Paul Sartre y, tal vez, de la de Husserl. En concreto, Merleau-Ponty incluyó a Saussure en sus reflexiones y enseñanzas sobre el lenguaje a finales de los años 40 y principios de los 50. Durante esa década conoció también la influencia de Saussure en la obra de Lévi-Strauss y formó una estrecha alianza con éste, que terminó siendo colega de él en el Collège de France.
     Merleau-Ponty nació en Rochefort-sur-Mer, el 14 de marzo de 1908. Su padre, como el de Roland Barthes, murió en la Primera Guerra Mundial. Estudió en los Lycées Janson-de-Sailly y Louis-le-Grand y, en 1930, completó su agrégation de filosofía en la École Normale Supérieure (rue d'Ulm). Como muchos intelectuales de su generación, Merleau-Ponty asistió a las conferencias de Kojève sobre Hegel. También estuvo asociado, durante breve tiempo, a la publicación católica Esprit. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Merleau-Ponty sirvió en la infantería y fue torturado por los alemanes. Durante la ocupación se unió, dentro de la Resistencia, al grupo independiente de triste destino "Socialismo y Libertad", con el que también se relacionó Jean-Paul Sartre. En 1945 se publicó la gran obra de Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción. En 1949 obtuvo la cátedra de psicología infantil de la Sorbona y, en 1952, se convirtió en el candidato más joven jamás elegido para ocupar la cátedra de filosofía en el Collège de France, puesto que mantuvo hasta su muerte repentina en París el 5 de mayo de 1961.
   Entre 1945 y 1952, Merleau-Ponty fue amigo cercano y estrecho colaborador de Jean-Paul Sartre, y uno de los directores fundadores de Les Temps Modernes. 1952 fue el año de su desilusión ante la guerra de Corea y la posición política de Sartre, y dimitió de la junta editorial de lo que pasó a ser la publicación sartriana. Sus diferencias fundamentales con aquél están contenidas en el libro de Merleau-Ponty Les Adventures de la dialectique (Las aventuras de la dialéctica), publicado en 1955. En él, el antiguo compañero de armas de Sartre desarrolla un análisis exhaustivo de la relación de éste con el comunismo, al mismo tiempo que pone en tela de juicio la prioridad dada a la relación sujeto-objeto en la versión sartriana de la fenomenología. Como explica Vincent Descombes, sin un "intramundo", la dicotomía entre sujeto y objeto conduce al solipsismo: "Si la dicotomía sujeto-objeto fuera cierta, todo el significado derivaría de los hombres y todo el significado para mí mismo derivaría de mismo" (1).
A partir de 1952, Merleau-Ponty empezó a desarrollar una concepción de la actividad política liberada del ingenuo coqueteo de Sartre con el comunismo duro. Pero más significativo es el hecho de que Merleau-Ponty empezó a esbozar una trayectoria filosófica que confirmaba la importancia de la experiencia vivida a la hora de captar la naturaleza del lenguaje, la percepción y el cuerpo. El esbozo de los principales aspectos del vínculo entre percepción y pensamiento, planteados en la Fenomenología de la percepción, ayudará a entender de qué hablamos.
En el Prefacio a dicha obra, Merleau-Ponty confirma la influencia de Husserl en su filosofía. Como él, Merleau-Ponty subraya la importancia de la reducción fenomenológica, o epoché (abstención; también llamada paréntesis, o "desconexión"), introducida con el fin de abrir el acceso a las "esencias". Y éstas no deben captarse como las esencias trascendentales que se dan en las disciplinas científicas existentes, o en el conocimiento abstracto general que puede tener un individuo sobre el mundo (por ejemplo, el relativo al espacio y el tiempo). La epoché fenomenológica permite el acceso a las esencias inherentes a la conciencia de la "experiencia vivida". La epoché es una desconexión del mundo natural dado en toda su objetividad. Husserl se apresura a explicar que dicha desconexión no es, en absoluto, una negación del mundo natural. Lo acepta, junto con todo el conocimiento ofrecido por las ciencias que estudian sus diversos aspectos. Sin embargo, la conciencia de la experiencia vivida –la conciencia que es siempre de algo– es fundamentalmente distinta de la aceptación del carácter reconocido del mundo, o conocimiento científico. Como dice Husserl:

fijamos nuestros ojos con firmeza en la esfera de la conciencia y estudiamos lo que vemos en ella de inmanente... La conciencia posee un ser propio que, en su carácter absolutamente único, no se ve afectado por la desconexión fenomenológica (2).

De este modo, el estudio de la esencia de las cosas en la conciencia abre el campo de la "ciencia de la fenomenología" (3).
El punto de partida de Merleau-Ponty es la epoché de Husserl. Pero, para él, el objetivo no es permanecer ligado a la estructura de la filosofía de la duda en Descartes, como tiende a hacer Husserl cuando ofrece una explicación de la fenomenología, sino acudir al centro de la experiencia encarnada, que es en lo que consiste la percepción. Merleau-Ponty se enfrenta directamente al carácter abstracto y vacío del cogito cartesiano –"pienso, luego existo"– y demuestra que "ser un cuerpo es estar unido a un mundo determinado"; y añade: "nuestro cuerpo no está, ante todo, en el espacio: es del espacio" (4). En efecto, nuestro cuerpo está siempre ya en el mundo; por consiguiente, no hay un cuerpo en sí mismo, un cuerpo que pueda cosificarse y tener categoría universal. La percepción es siempre una percepción encarnada, sólo es lo que es en un contexto o situación determinados. La percepción no existe aislada.
En la explicación que da de su trayectoria filosófica (5), Merleau-Ponty confirma la prioridad de la experiencia vivida cuando afirma que "la mente que percibe es una mente encarnada" (6). Además, la percepción no es sólo resultado del impacto del mundo exterior sobre el cuerpo; porque, aunque el cuerpo esté diferenciado del mundo en el que vive, no está separado de él. En realidad, el hecho de que el organismo que percibe y su entorno estén imbricados constituye la base de la percepción. Ello quiere decir que no existe la percepción en general, una idea que la convertiría en un abstracto universal; la percepción existe sólo tal como se vive en el mundo. Es precisamente el carácter "vivido" de la percepción y el cuerpo lo que hace que la investigación fenomenológica sea viable y necesaria. Como consecuencia del carácter encarnado de la percepción, el sujeto que percibe está siempre cambiando, sufriendo un proceso de renovación. Por su parte, la conciencia no se relaciona con el mundo del mismo modo que un pensador con una serie de objetos. No existe un sujeto general, que sea completamente autónomo y separado de sus objetos, como aseguraba Descartes. Por el contrario, la conciencia es perceptiva; por tanto, la certidumbre de las ideas se basa en la certidumbre de la percepción. Y la investigación fenomenológica tiene aún que confirmar dicha certidumbre; para el fenomenólogo no existen certezas ideales y universales en el plano de las ideas. Es decir, la fenomenología de Merleau-Ponty se opone, por encima de todo, al cogito de Descartes. "Percibo" no equivale a "pienso", y no puede hacerse universal. El hecho de que el sujeto que percibe sea una encarnación abre paso a una definición fenomenológica del Presente Vivo. En esta definición –es decir, en la epoché fenomenológica–, la cosa percibida equivale a lo que se dice de ella.  Merleau-Ponty continúa:

La cosa percibido no es una unidad ideal que pertenece al intelecto, como una noción geométrica, por ejemplo; es una totalidad abierta a un horizonte de un número infinito de perspectivas mezcladas entre sí con arreglo a un estilo determinado, que define el objeto en cuestión (7).

Dado el carácter encarnado de la percepción, ¿cuál es la verdadera raison d'être de la definición fenomenológica y la reflexión? La respuesta de Merleau-Ponty es que la percepción, abandonada a sí sola, "se olvida de sí misma e ignora sus propios logros" (8). Pero no se trata, como parece creer Merleau-Ponty, de que corramos peligro de volver a un momento no reflejado, anterior a la filosofía, sino de que se ha hecho una distinción muy clara entre la percepción de un sujeto encarnado que percibe y la filosofía de la percepción, como si, después de todo, estuviéramos obligados a aceptar, al menos, alguna versión del "pienso" universal precisamente cuando la prioridad dada al "percibo" parecía asestarle un golpe mortal.Éste sería, quizá, el problema normalmente insoluble al que se enfrentaría una filosofía de la conciencia que pretende mantener el sentido de su propia presencia (contenido en el "pienso") y proponer, al mismo tiempo, una definición del nivel heterogéneo del sujeto encarnado. En este contexto fenomenológico, Merleau-Ponty ha presentado una escisión fundamental entre la conciencia y la "experiencia vivida", escisión que debe permanecer reprimida.
No obstante, si la historia se acabara aquí, es indudable que el filósofo de la percepción habría dejado de ser interesante hace mucho tiempo para una generación educada en las aporías de las filosofías de la conciencia, del mismo modo que los maestros de Merleau-Ponty (como Brunschvicg) han dejado de serlo. El lenguaje y el intento de Merleau-Ponty de convertirlo en centro de sus intereses filosóficos posteriores, bajo los auspicios de una lectura de Saussure, inspiraron el primer estructuralismo. Por ejemplo, Algirdas-Julien Greimas fue uno de los asistentes a la lección inaugural de Merleau-Ponty en el Collège de France de 1952 y salió con la sensación de que era Saussure, y no Marx, quien poseía la clave de una verdadera filosofía de la historia (9).
  Aunque se dice frecuentemente que Merleau-Ponty adoptó, de la teoría del lenguaje de Saussure, lo que necesitaba para confirmar su fenomenología, es necesario mencionar que además destacó dos principios saussurianos que se convertirían en el centro de las teorías estructuralistas del lenguaje y la semiótica: que el significado en el lenguaje surge a través de una relación diacrítica entre signos, y que el estudio diacrónico del lenguaje no puede explicar la naturaleza del uso corriente. Así, en su obra inacabada La prosa del mundo, Merleau-Ponty escribe que "Saussure muestra de forma admirable que... no puede ser la historia del mundo o el lenguaje lo que determine su significado actual" (10). Lo que halla el fenomenólogo en la lingüística estructural es una teoría que parece subrayar la relación que vive el sujeto con el mundo. Una vez más, Merleau-Ponty escribe que el concepto, en Saussure, de la prioridad de la dimensión sincrónica del lenguaje, para entender la naturaleza de este último, "libera a la historia del historicismo y permite una nueva concepción de la razón" (11). Concebir el lenguaje desde el punto de vista sincrónico, afirma Merleau-Ponty, es considerar que se trata de algo concreto, no una entidad universal y abstracta, sujeta a una evolución gradual con el tiempo. Aquí, el lenguaje es esencialmente el "presente vivo" en el habla. Hablar, comunicar –usar el lenguaje–, equivale en parte a adquirir conciencia de que sólo existen presentes vivos sucesivos. Cualquier discurso sobre el lenguaje debe lograr abarcarse a sí mismo como puesta en práctica del lenguaje. Por tanto, una lingüística digna de tal nombre reconoce que el lenguaje sólo puede entenderse desde dentro. En otras palabras, el lenguaje no puede reducirse a una historia de la lingüística, del mismo modo que la historia no puede reducirse al discurso histórico.
Sin embargo, al dejar de lado la teoría de la langue de Saussure (el lenguaje como sistema), que explica cómo se pone en práctica el habla, en favor de la parole (ésa puesta en práctica), Merleau-Ponty no logra demostrar que el lenguaje tiene una doble articulación: el nivel del significante es relativamente independiente del nivel del contenido. Y, si él, con su énfasis en el "presente vivo", se había centrado en el contenido (la puesta en práctica del significado), los lingüistas del estructuralismo se iban a oponer, casi desde el momento de su muerte en 1961, a la importancia dada por el fenomenólogo a la transparencia concreta del contenido (12), sólo para quedar confundido por la opacidad del lenguaje como sistema de significantes.
Además, al centrarse casi exclusivamente en el plano de la parole como concreción del lenguaje, el fenomenólogo se muestra incapaz de dar una explicación satisfactoria de cómo se puede pasar del "hablo" individual al hecho de que hable otro. La afirmación habitual (sartriana) de que el "hablo" implica el reconocimiento de que "hablamos" no muestra cómo, en esta interpretación, el "yo" no se limita a verse elevado a la categoría del "nosotros", un "nosotros" que el proceso hace homogéneo.  Este problema no es más que la punta del iceberg. A la fenomenología (incluido Merleau-Ponty) le ha resultado notablemente dificil abordar el problema general del otro, del que la cuestión del "yo hablo" es un ejemplo. Después de rechazar cualquier teoría del inconsciente, la fenomenología trata cada caso subjetivo (aunque esté expresado) como una unidad presente en sí misma. Después, en una pluralización imaginaria, eleva ese caso a la categoría de "nosotros". Este "nosotros" se convierte en una unidad: la unidad del colectivo. De ese modo, el fenomenólogo se deshace de la existencia del otro y la heterogeneidad con un movimiento de su mano homogeneizadora. Pero tal vez haya que atribuir a Merleau-Ponty el mérito de que, gracias a su audacia creadora, se hace visible en su trabajo el límite de la fenomenología.


NOTAS

1.     Vincent Descombes, Modern French Philosophy, trad. de L. Scott-Fox y J. M. Harding, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, pág. 72.
2.     Edmund Husserl, Ideas. A General Introduction to Pure Phenomenology, trad. de W. R. Boyce-Gibson, Nueva York, Collier Books, 1962, pág. 102. La cursiva es de Husserl. (Trad. esp.: Ideas relativas a fenomenología pura y filosofía fenomenológica, Madrid, FCE, 1993.)
3.     Ibíd.
4.     Maurice Merleau-Ponty, Phenomenology of perception, trad, de Colin Smith, Londres, Routledge, reimpr. 1992, pág. 148. La cursiva es de Merleau-Ponty.
5.     Maurice Merleau-Ponty, "An unpublished text by Maurice Merleau-Ponty: A prospectus of his work", trad. de Aleen B. Dallery en James M. Edie (ed.), The Primacy of perception, Evanston, Northwestern University Press, 1964. 8ª. impr. de bolsillo, 1989. págs. 3-11.
6.     Ibíd., pág. 3.
7.     Maurice Merleau-Ponty, "The primacy of perception and its philosophical consequences", trad. de James M. Edie en ibíd., pág. 16.
8.     Ibíd., pág. 19.
9.     Véase François Dosse, Histoire du structuralisme I. Le champ du signe, 1945-1966, París, Éditions la découverte, 1991, págs. 62-63.
10. Maurice Merleau-Ponty, The Prose of tbe World, trad. de John O'Neill, Londres, Heinemann, 1974, pág. 22.
11. Ibíd., pág. 23.
12. Por ejemplo, Merleau-Ponty escribe: "La voz de un amigo por teléfono nos trae al propio amigo, como si estuviera presente en su forma de llamar y decimos adiós" ("Indirect language and the voices of silence", en Signs, trad. de Richard C. McCleary, Evanston, Northwestem University Press, 1964, 8ª. impr., 1987, pág. 43).

PRINCIPALES OBRAS DE MERLEAU-PONTY

La Structure du comportement, París, Presses Universitaires de France, 1942. 
Fenomenología de la percepción (1945), Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.
Humanisme et terreur: Essai sur le problème comuniste, París, Gallimard, 1947.
Sentido y sinsentido (1948), Barcelona, Ed. 62, 1977.
Consciousness and tbe Acquisition of Language (curso de la Sorbona, 1945/50), Evanston, Northwest Universiry Press, 1973.
Eloge de la philosophie, París, Gallimard, 1953.
Posibilidad de la filosofía (1953), Madrid, Narcea, 1979.
Les Adventures de la dialectique, París, Gallimard, 1960.
  Signes, París, Gallimard, 1960.
Le visible et l'invisible, París, Gallimard, 1964.
El ojo y el espíritu (1964), Barcelona, Paidós, 1986.
  La prosa del mundo (1967), Madrid, Taurus,1971.


OTRAS LECTURAS


BAUM, Mary Rose: Body in Interpersonal Relations: Merleau-Ponty, Lanham, University Press of America, 1965. Reimpr., 1984.
BASCH, Thomas W., y GANAGHER, Sharon (eds.): Merleau-Ponty, Hermeneutics and Post-modernism, Albany, State University of New York, 1992.
BURKE, Patrick y VAN DER VEKEN, Jan: Merleau-Ponty in Contemporary Perspective, Boston, Kluwer Academic Books, 1993. Colección de ponencias presentadas en un simposio internacional sobre Merleau-Ponty celebrado en 1991.
DESCOMBES, Vincent: Modern French Philosophy, trad. de L. Scott-Fox y J. M. Harding, Cambridge, Cambridge University Press, 1980.
JOHNSON, Galen A. y SMITH, Michael B. (eds.): Ontology and Alterity in Merleau-Ponty, Evanston, Illinois, Northwestern University Press, 1990.
LANGER, Monika M.: Merleau-Ponty's Phenomenology of perception: A Guide and Commentary, Basingstoke, Macmillan, 1989.
SCHMIDT, James: Maurice Merleau-Ponty: Between Phenomenology and Structuralism, Basingstoke, Macmillan, 1985.


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