Johanna Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en el seno de una familia
judía acomodada y no practicante, en Linden, un barrio periférico de la ciudad
de Hannover. Sus padres, Paul Arendt y Martha Cohn provienen de familias
asentadas hace generaciones en Königsberg, región de la Prusia Oriental.
La familia Arendt vive en dicha ciudad desde el siglo XVIII. De hecho, el
abuelo de Arendt, Max Arendt, fue concejal de la ciudad y presidente de la
comunidad judía liberal de ésta. Los padres de Arendt heredan su posición
económica holgada, así como también la postura liberal ante cuestiones
religiosas y culturales, lo que se traduce en el intento de asimilación a un
pueblo y un país que insiste en hacer la diferencia. Arendt, como manifiesta en
una entrevista televisiva en 1966
a Günter Gaus, se entera a través de las habladurías de
otros niños de que ella “es judía”. Sin embargo, esta inconsciencia infantil de
sus raíces desaparece pronto pues, como dice ella en una carta a Scholem citada
por Gaus, “…ser judía pertenece para mí a los datos incontrovertibles de mi
vida, y en relación con tales facticidades nunca he querido cambiar nada”. Paradójicamente,
en cierto sentido es esta condición de judía y paria la que va a incidir en su
pensamiento, y esto más que como filósofa como “teórica política” –como ella insiste en ser denominada–.
Tras haber estudiado filosofía, teología y griego en Marburgo, entre
1924 y 1925 con Heidegger y Bultmann, se traslada luego a la Universidad de
Heidelberg, donde conoce a Karl Jaspers, quien se convierte en su maestro y
quien dirigirá su precoz y prodigiosa tesis doctoral llamada “El concepto de
Amor en San Agustín”. Con esta obra temprana se consolida el interés que
cultiva ya en su adolescencia, cuando con la lectura de Kant, desde los
tempranos catorce años, se empieza a alejar de los intereses más pragmáticos de
la madre (quien había enviudado en 1913) y más bien se aboca de lleno a
escudriñar los textos filosóficos de la biblioteca paterna. Su curiosidad
afanosa y su dedicación es el telón de fondo de sus años de formación, que sin
duda la acompañará el resto de su vida, especialmente bajo la permanente
afirmación de la necesidad de entender, “…de comprender, cuanto ocurre”, tal
como ella misma dice en una conferencia en su honor (1972) cuando ya bordeaba
la vejez.
Es en el transcurso de sus estudios en Heidelberg, y con la influencia
de su nuevo maestro, que entiende que la reflexión sobre sí misma y lo que lo
que la rodeaba no puede hacerse exclusivamente desde el fuero interno. El
coraje, esa disposición que hace salir al mundo a la que la animaba Jaspers, la
va a impresionar. Quizá por eso empieza a entrar al mundo de la cuestión judía
a través de la amistad de Blumenfeld, uno de los dirigentes del movimiento
sionista en Alemania.
En 1929 contrae matrimonio con Günter Stern (luego conocido como Günter
Anders). La joven pareja, que vive en Berlín, es afectada por la crisis
económica que desola a toda Alemania. Los partidos radicales van teniendo cada
vez más auge. Es así como adviene el ascenso del nacionalsocialismo al poder en
Alemania, hecho que, sin duda, marcará su vida. El antisemitismo fue de ahí en
adelante una postura que ella estaba decidida a combatir. En este contexto
adverso, Hannah Arendt es abruptamente arrestada junto a su madre, pero de
manera providencial es rápidamente dejada en libertad. Para ella, lo chocante
de lo que ocurría no era que la ideología nazi se encarnara en la figura
individual de Hitler, sino que, según sus propias palabras, "no
necesitabamos la llegada de Hitler al poder para saber que los nazis eran
nuestros enemigos”. Lo más perturbador es la “uniformación” voluntaria de
aquellos que la habían rodeado todo este tiempo, sus pares, los intelectuales,
entre los que figuraban algunos nombres como el del propio Heidegger. Su
necesidad de comprender la lleva a pensar en ese entonces que efectivamente
mucha de la responsabilidad de lo que acontecía, provenía del círculo de los
intelectuales que cultivaban la filosofía, esos que solían hacerse una idea de
todo, deificando el nuevo régimen a menudo con “ideas fantásticamente
interesantes y complicadas”. Es en este círculo donde ella no quiso nunca más
figurar como miembro. Entre tanto, su matrimonio había fracasado. Así, escapa
de Alemania con su madre el mismo año, queriendo no tener ya nada que ver con
la sociedad que dejaba atrás.
Refugiada en París, se reencuentra con antiguas amistades, como Hans
Jonas y Anne Mendelssohn, y entabla otras. Así es como surge un lazo con Walter
Benjamin, solamente disuelto con la temprana muerte de este último. Desde
entonces, su vida, como la de miles de judíos, oscila entre la búsqueda de medios
de subsistencia y el temor a la llegada de los nazis. En 1935 conoce al que
sería su segundo marido, Heinrich Blücher, un estudiante autodidacta y obrero
berlinés que había formado parte de los espartaquistas liderados por Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht. En 1940, recién casada, es obligada a presentarse
en el Velódreme d’ Hiver, desde donde es trasladada al campo de internamiento
de mujeres de Gurs. Tras la ocupación nazi en París y el apoyo del gobierno de
Vichy al nazismo hay un desconcierto general y la disciplina y vigilancia de
los campos cede brevemente, ocasión en que algunos cientos de mujeres logran
escapar, entre las cuales se encuentra Arendt. Ella, como otras, logra esquivar
el destino de sus demás compañeras que verían sus últimos días en Auschwitz.
Después de muchos infortunios, Arendt logra encontrarse con Heinrich y planean
su huída a Nueva York, la cual se concreta en 1942, y a la que posteriormente
le seguirá la de la madre de Arendt.
En Estados Unidos, Arendt radicaliza su posición y busca cómo hacerla
pública para generar el necesario debate que pusiera de relieve lo ocurrido y
sus consecuencias. Tras aprender inglés y trabajar como empleada en una granja,
empieza a ser columnista de una revista de lengua alemana llamada Aufbau. La columna
lleva por nombre This means you,
y se caracteriza por el carácter incisivo de la autora. En ella manifiesta ya
su pensamiento: “Sólo la verdadera guerra del pueblo judío contra Hitler pondrá
fin de manera digna a la cháchara sobre la contienda. La libertad no es un
regalo […]. La libertad no es tampoco un premio por los sufrimientos padecidos”
(Aufbau, 14-11-1941). No obstante, a Arendt no le interesa en absoluto la
creación de una nación judía ni la defensa de las prerrogativas sionistas
tradicionales. Rechaza cualquier muestra de nacionalismo, aun cuando son éstas
las que, finalmente, van a dominar a las comunidades judías allegadas a
Norteamérica. Ella se va haciendo cada vez más independiente. Mientras tanto,
la guerra va acabando, y con ello se va develando el horror de sus
consecuencias. La masacre había sido total. Empieza entonces a colaborar en Partisan Review, una revista liberal de
Estados Unidos, planteándose la pregunta acerca de cómo había sido posible una
cosa así. Se configuran sus primeros ensayos sobre la culpa y las
responsabilidades en el horror nazi. En los espacios libres que le dejan sus
ocupaciones periodísticas y políticas y su participación en la Jewish Cultural
Reconstruction, va escribiendo lo que sería una de sus obras capitales: Los orígenes del totalitarismo, en la que
demora al menos cuatro años, y que parece cobrar forma definitiva en 1949. Sin
embargo, sólo en 1951 será publicado, provocando una multitud de comentarios.
En este mismo año Arendt adquiere la nacionalidad estadounidense.
En 1953, Arendt empieza a trabajar intermitentemente en la docencia de
importantes universidades. Princeton, Harvard, la New School for Social
Research, la Universidad
de California son algunas de ellas. En 1958 aparece La condición humana, su obra filosófica más conocida y
también la más importante. En 1959 recibe el premio Lessing de Hamburgo. Un par
de años más tarde, en 1961-1962, enviada por la revista The New Yorker, viaja a Jerusalén para asistir al juicio de Adolf
Eichmann. En torno a lo presenciado allí, publica un artículo, que años más
tarde será editado en un libro conocido como Eichmann
en Jerusalén, uno de sus escritos más controversiales y polémicos,
por la forma en que allí presenta y teoriza la cuestión del mal. En este viaje,
donde ha contado con la compañía con su marido, visita, por segunda vez desde
su exilio, a Jaspers y su esposa, con quienes consiguió cultivar una de sus
amistades más fieles. Eichmann en Jerusalén generó una batahola de críticas y
hostilidades hacia la autora, sin embargo, representa uno de los hitos más
relevantes en su pensamiento sobre el juicio y la responsabilidad. En 1963
aparece Sobre la revolución,
donde Arendt parece hacer un elogio al modelo de revolución norteamericano que
está a la base de la fundación de esta nación. Así, junto a La condición humana, van a ir
conformándose el corpus de su teoría de la acción. Hasta 1967 posee una cátedra
estable en la Universidad
de Chicago, y en 1968 empieza una en la New School. El 25 de febrero de 1969 recibe la
noticia del fallecimiento de Jaspers. Viaja inmediatamente y participa en un
acto en su honor. Ya de vuelta en Estados Unidos se dedica a la edición
norteamericana de las obras de su amigo de toda la vida, e incita a sus alumnos
a leerlas.
El 30 de octubre de 1970 Arendt pronuncia en la New School una
conferencia denominada: El pensamiento y
las consideraciones morales, que de alguna forma va a marcar el
camino que seguiría en adelante hasta sus últimos escritos. Al día siguiente
Heirinch, su esposo, muere víctima de un infarto. La salud de Arendt también se
empieza deteriorar, y piensa en retirarse. En 1971 empieza a recibir una
indemnización de parte de Alemania, y en 1972 viaja a Europa, visita a la
veterana Gertrude Jaspers, y comienza a escribir su última obra capital, que
iba a denominar Vita contemplativa
como contraparte a la Vita
activa, nombre original de su Condición
humana. Esta obra constataría de tres partes: pensamiento, voluntad
y juicio. Desgraciadamente, sólo alcanza a concluir las primeras dos, pues la
muerte la sorprende en Nueva York el 4 de diciembre de 1975, mientras la
máquina de escribir ostentaba un papel con un título: “La fuerza del juicio”,
seguido por dos epígrafes, una máxima de Cicerón y un pasaje del Fausto de Goethe. Esta última obra es
editada póstumamente por una de sus grandes amigas, Mary McCarthy, quien es
nombrada albacea literaria de Arendt. A partir de ese momento Arendt se ha
inscrito en el siglo XX como una de las principales pensadoras de su tiempo,
una figura intelectual que ha intervenido con igual impacto tanto en la teoría
política como en el pensamiento filosófico, lo que la hace una pensadora
siempre vigente e interpelante.
BIBLIOGRAFÍA
SELECCIONADA DE ARENDT
La tradición oculta, 1940.
La condición humana, 1958.
Los orígenes del totalitarismo,
1951.
- Antisemitismo (Los orígenes del
totalitarismo, tomo 1)
- Imperialismo (Los orígenes del totalitarismo, tomo 2)
- Totalitarismo (Los orígenes del totalitarismo, tomo 3)
La vida del espíritu, 1978.
- Imperialismo (Los orígenes del totalitarismo, tomo 2)
- Totalitarismo (Los orígenes del totalitarismo, tomo 3)
La vida del espíritu, 1978.
Entre el pasado y el futuro, 1961.
Filosofía y política, el
existencialismo y Heidegger
Eichmann en Jerusalén. Un estudio
sobre la banalidad del mal, 1961.
Sobre la revolución, 1963.
Tiempos presentes, 1975.
Rehel Varnhagen. Vida de una mujer
judía, 1958.
Hombres en tiempos de oscuridad,
1968.
Crisis de la república, 1972.
Sobre la violencia, 1970.